María Reig: "La novela histórica no tiene edad"
La autora acaba de publicar su cuarto libro, 'Sonó un violín en París' (Espasa) en el que recorre la Europa de la Belle Epoque
Las excursiones guiadas por el centro de una ciudad ya existían antes de que llegara Freetour. También el sobrecoste por una maleta extra antes de que apareciera Ryanair con sus restrictivas políticas. Así lo muestra María Reig (Barcelona, 1992) con su obra Sonó un violín en París (Espasa). Un periplo en tren –a la vertiginosa velocidad de 70 kilómetros por hora– a través de la Europa de la Belle Epoque. La élite aristocrática que podía costear la ruta protagoniza una novela que profundiza en temas como la salud mental, las libertades y la homosexualidad. Todo ello con la antesala de las dos grandes guerras mundiales como telón de fondo.
Pregunta.Cuénteme como era el contexto en el que transcurre la novela. Durante la Belle Epoque convivieron avances como el tren y la electricidad con las tensiones previas a las guerras mundiales.
Respuesta.Fue un momento bisagra. Tenemos esos antecedentes que nos van a explicar los dos conflictos mundiales de principios del siglo XX, que definen la sociedad en la que vivimos hoy. Me gusta que un periodo tenga conexión con el mundo actual y encontrar ese punto en el que el pasado y ciertos elementos del presente se dan la mano. Nos da imágenes de las ciudades que todavía estaban repletas de carruajes y la electricidad sí que se estaban empezando a implantar, pero a pasos muy lentos. Más allá de los elementos políticos y económicos, la Belle Epoque fue un momento de eclosión cultural.
P.Retrata el trabajo de las primeras agencias de viajes, un lujo al alcance de muy pocos.
R.El origen de los turoperadores está en Inglaterra. Uno de los grandes motores de los viajes organizados fueron las exposiciones universales. Ir a esas ferias en las que se ponía sobre la mesa todo el poder de un país, en un momento en el que el nacionalismo era cada vez más creciente, fue un elemento de interés para ciertos grupos. Por otro lado, estaba la experiencia de las élites, que venía del siglo XVII y XVIII, de hacer un periplo por Europa con el objetivo de llegar a Roma. Una de las cunas de la civilización occidental. El turismo era un negocio viento en popa, con un público objetivo muy circunscrito a las élites por dos razones: lo tenían que pagar y ausentarse de sus lugares de trabajo durante un tiempo. La velocidad máxima que alcanzaban los trenes, a finales del XIX, era de unos 70 kilómetros por hora... entonces, había que echarle un rato.
P.¿Cómo se documentó de manera tan minuciosa sobre precios de hoteles, rutas entre grandes capitales o el coste extra del equipaje en los trenes?
R.Gracias a las guías de viaje Baedeker de finales del XIX. Tenían una información muy pormenorizada sobre aspectos como las condiciones dentro de los ferrocarriles de un país, todos los asuntos del equipaje, los límites y los pagos extra. Incluso aspectos de costumbre. Por ejemplo, las del Norte de Italia indicaban que era típico regatear los precios y dar propina. Las guías también mostraban el abanico de alojamientos: hoteles de primera, de segunda y apartamentos amueblados de alquiler que pensamos que es una cosa de hoy, pero no. El panorama turístico ya estaba dibujado.
El ser humano ha tenido que lidiar con el pánico, la frustración y el miedo desde que el mundo es mundo"
P.¿Qué es lo que más le sorprendió al indagar en todos estos detalles?
R.Lo mucho que se parece a lo que conocemos hoy. Más allá de las diferencias a la hora de gestionar una reserva, me llamó mucho la atención encontrarme con facilidades como los coches de alquiler y los guías privados. Al final es el mismo concepto.
P.Más allá del periplo, introduce la salud mental, la depresión, la libertad y la homosexualidad a través de un amplio abanico de personajes. ¿Cuál es el tema que más le ha gustado abordar?
R.La salud mental. En esta novela hay un microscopio sobre los personajes, que yo misma he puesto como autora, para hacer una definición pormenorizada de sus perfiles psicológicos y de sus estados emocionales. Con el personaje de Clara Balaguer, he podido explorar el asunto de la ansiedad. Por mucho que antes no se le diera visibilidad o no se le pusiera nombre, el ser humano ha tenido que lidiar con la ansiedad, con el pánico, con el miedo, con la frustración y con la angustia desde que el mundo es mundo.
P.Uno de los personajes le dice a Clara Balaguer: “Tengo que admitir que, para ser mujer, la señorita Balaguer es una gran violinista”.
R.Es de ese porcentaje de mujeres, que no era la mayoría, que consigue destacarse en la profesión que escoge. Es cierto que, a finales del XIX, encontramos una tendencia al alza de mujeres que pueden ser violinistas. Existían antes de ese siglo con casos muy puntuales, pero la tendencia que se rompe, es la mujer violinista no como un elemento casi como de circo, sino la que ya está considerada como una profesional reputada.
P.Teniendo en cuenta el elenco tan amplio de protagonistas, ¿cómo ha conseguido mantener la trama de cada uno para enganchar al lector a lo largo de toda la obra?
R.Más allá de la documentación, la narración también tiene su parte de trabajo. Además, esta novela ha sido un reto en cuanto a que es la más corta de todas las que he escrito y los capítulos también son los más breves. Quería que el viaje no se hiciera largo para los lectores y que fuera una experiencia dinámica. No solamente por el recorrido, sino también por lo que les ocurre a los personajes.
P.Uno de los propósitos que se ha marcado con este libro ha sido acercar la novela histórica al público más joven.
R.Soy fiel defensora de que haya gente inquieta por la historia en cada generación, pero hay que ganarle la batalla a otros tantos formatos de entretenimiento. Lo fundamental es mostrar que la novela histórica no tiene edad ni como autor ni como lector. Hay gente que se ha alejado de la historia, porque piensa en una lista de batallitas con fechas, con tratados, con crisis económicas... pero es mucho más. Hablar de cómo vestían, de qué música escuchaban, de salud mental, de higiene, de comidas y de turismo. Si abrimos el campo de lo que es la historia, podemos hacer que a más gente le apetezca asomarse.
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