“El teatro exige el cuerpo al cuerpo, igual que el sexo”
Magüi Mira | Actriz y directora
Reconocida como una de las grandes intérpretes del teatro, el cine y la televisión con premios como el Valle-Inclán y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, Magüi Mira (Valencia, 1944) es también una de las directoras de escena más respetadas y reclamadas. Tras estrenar Penélope con Belén Rueda en la pasada edición del Festival de Mérida mantiene en gira dos comedias: Los mojigatos, con Gabino Diego y Cecilia Solaguren; y La fuerza del cariño, con Lolita Flores y Luis Mottola, que llega al Teatro Cervantes de Málaga los próximos días 29 y 30.
-Si no me equivoco, siguen de gira La fuerza del cariño y Los mojigatos. En verano estrenó Penélope en Mérida y el próximo febrero estrena El abrazo. El 2020 parece serle benévolo.
-Sí, pero en marzo nos cerraron Naufragios, una producción del Centro Dramático Nacional con dieciséis actores, poco después de estrenarla. A ver, estamos en un pozo profundo del que sólo se sale escalando, y eso implica redoblar esfuerzos y arriesgar, arriesgar mucho. Yo estoy segura de que todo ese esfuerzo vale la pena, pero que algo valga la pena implica que hay que hacer sacrificios. Hay que invertir para recoger después. E, insisto, correr riesgos.
-¿Como los que asume un espectador cuando decide ir al teatro hoy en día?
-Así es. Aquí hemos asumido riesgos todos, el público también. Pero para minimizar ese riesgo los teatros han hecho una inversión enorme en protocolos de seguridad. Y ahí tienes el resultado: ni un solo brote de coronavirus asociado a los teatros. Si quieres que el público venga, es lo que hay que hacer. Trabajar el doble, no hay otra. Lo mismo cabe decir si te dedicas al cine o cualquier otro oficio. Eso sí, lo que no se puede entender es que el transporte público vaya repleto y los teatros sólo se puedan llenar al 50%. El transporte público es un servicio esencial, pero el teatro también lo es.
-¿Es comparable esta crisis a la de 2008?
-No creo. Aquella crisis vino por la corrupción, ésta ha venido por un virus. Pero sí que hay una línea común que tiene que ver con la misma corrupción. De hecho, si no se ha atajado antes la epidemia es, en parte, porque tenemos que alimentar las burbujas, inmobiliarias o de otra índole, propias de un país corrupto. Con una apuesta decidida por el Estado del bienestar social, tendríamos una sanidad público mucho más capaz y más dotada. Pero la corrupción lo devora todo.
-¿Y para la cultura?
-Lo mismo. A ver, la cultura aporta el 3,5% del PIB de este país. Si se atendiera al sector cultural a tenor de la riqueza que genera, ni más ni menos, de entrada todos los trabajadores y sus familias vivirían sin la angustia de cómo llegar a fin de mes. Pero la mayor parte del sector vive en la más absoluta precariedad porque hay que mantener bien alimentada la maquinaria de la corrupción. Vamos de pozo en pozo, esta crisis terminará cuando asome la siguiente. Y todo esto me hace sentir muy enfadada.
-¿Sirvió de algo la amplia oferta de teatro en streaming cuando las salas permanecieron cerradas?
-Eso son cuidados paliativos. Cuando el paciente está enfermo, es lo que toca para mitigar el dolor. Pero no podemos quedarnos ahí, porque no viviríamos nunca. El teatro tiene en su ADN el contacto directo con el público. Exige el cuerpo a cuerpo, como el sexo.
-Como directora, ¿qué le hace decantarse por un proyecto en lugar de otro?
-El estímulo. El deseo de llegar a alguna parte, de avanzar. Pero, de nuevo, hay que asumir riesgos. Sin riesgo te quedas quieta. La repetición no me interesa.
-¿Se dirige igual una obra grecolatina que la de un autor contemporáneo?
-El punto de partida es siempre el mismo: el compromiso. A partir de ahí puedo equivocarme, claro. No soy una superwoman. Pero sólo entiendo este oficio desde la pasión y desde el trabajo codo con codo con todo el equipo. Después, el compromiso se manifiesta de manera distinta en cada obra. No es lo mismo dirigir para un estreno en una sala con dos actores que hacerlo para el Teatro Romano de Mérida con dieciocho.
-¿Cuando dirige a otros actores tira de su experiencia como actriz?
-Por supuesto. Ése es mi mayor tesoro. ¿Tú dejarías la batuta de una orquesta a alguien que no sabe tocar un instrumento? Soy consciente del poco espacio que se deja a los actores, de las escasas oportunidades que se les da para dialogar con los directores. Yo sí les doy su espacio. Por eso mi manera de dirigir es distinta de la que se da habitualmente.
-¿Y qué opina Jesús Cimarro al respecto?
-Tengo todo su apoyo. Y para mí eso es un privilegio. Justamente, a la hora de arriesgar, pocos productores lo han hecho este año como él, con todo en contra.
-¿A qué personaje al que no haya interpretado le gustaría dar vida?
-A Santa Teresa de Jesús.
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