"Insaciable me define"
Lucía Álvarez, La Piñona | Bailaora
"Es una bailaora muy personal que destaca por su elegancia y su sensualidad". Lo afirma Sara Arguijo, compañera y experta en la materia flamencóloga, de Lucía Álvarez, La Piñona (Jimena de la Frontera, 1985). Inquieta e inteligente, la gaditana estrenó Abril, con Pedro G. Romero en la dirección artística, en la Bienal de 2020. En la próxima edición, mostrará su arte el 21 de septiembre en el Teatro Central de Sevilla con Insaciable.
–Insaciable, su espectáculo, suena a poderoso, a arrebato, a liberación...
–Todo eso. Insaciable es un término que me define. En el espectáculo hago un ejercicio de destape, de liberación en muchos sentidos, como he hecho en mi vida. Todo se refleja en el arte, reforzar mi lenguaje, mostrarme como soy.
–Cero ataduras.
–Siempre hay alguna, y las mentales son las peores.
–En Abril glosó la figura del poeta Juan Manuel Flores, cuyos versos aparecen en muchas canciones de Lole y Manuel. ¿Aquí se reivindica a sí misma?
–No lo llamaría reivindicación, pero sí un posicionamiento, un aquí estoy yo.
–Dicen que hurga en la modernidad de lo antiguo. ¿Está todo inventado?
–No tengo una opinión muy formada. Lo que hacemos constantemente es renovar y renovar, pero es re-, algo nuevo es difícil porque todo viene de algo. Pero pensar que todo está inventado me da una especie de desesperanza que no me gusta.
–Me dice un antiguo bailaor profesional que la mezcla está muy bien siempre que antes haya un conocimiento exhaustivo del clasicismo.
–Es importante tener las bases claras y sobre todo dominar tu oficio.
–"Bailar para empaparse, tambalearse, seducir y desplomarse". ¿Su espectáculo es un viaje lisérgico?
–Sí, bueno, supongo que tiene muchos excesos y extremos, como soy yo.
–De Manuela Carrasco a Patti Smith, de Lola Flores a Chavela Vargas. Sus referentes irradian fuerza.
–Sí, son referentes. En el caso de Patti Smith, me interesa mucho como personaje y como escritora, incluso su estética, su vida, cómo sacó su carrera. De cada una me inspira algo. Son mujeres muy poderosas.
–Y es muy de rancheras.
–Me encantan. El flamenco, la ranchera y Edith Piaf es el mismo lenguaje. El flamenco al final es una energía y en la rachera encuentro eso mismo.
–¿Y Edith Piaf?
–Encuentro lo mismo que en Chavela Vargas.
–Álvarez Howard e hija del jipismo. ¿De dónde nace su pasión por el flamenco?
–Mi madre era muy aficionada al flamenco y mi padre lo sigue siendo. En mi casa había mucha fiesta porque eran los jipis del pueblo y cuando era chica venía todo el mundo hasta la madrugada. Supongo que por ahí viene.
–Cantaban Los Yesterday: "Hay muchas pibas que van de jipi por los canutos, o porque quieren ser las más guays del instituto…". ¿Era así La Piñona de chavalita?
–Tuve mi época. He pasado por todo. He sido jipi, cani, las dos cosas a la vez. Iba con mi rosario de plástico y mis corales, pero luego con tenis y mi abrigo de pelo... Unas mezclas rarísimas, en ese momento eras un poco marginado porque esa estética no entraba para nada en la gente que se dice de bien. Ahora está como de moda.
–La rebeldía corre por sus venas e imagino que se proyecta en los tablaos.
–Sí y no. Soy rebelde, y lo he sido mucho de chica, pero también muy diplomática y me adapto muy bien a las circunstancias.
–Algunos bailaores consideran que actuar en tablaos es rebajarse. Defiéndase.
–Yo levanto la mano por los tablaos y los reivindico. Es un sitio con una calidad maravillosa y no tiene competencia con nada. No hay que tener complejo por bailar en un tablao.
–Si no tiene usted juanetes es para hacerle la ola.
–Tengo, tengo.
–Pero peores serán los de las bailarinas de ballet.
–Claro, nosotros sufrimos, pero ellas más. A mí sólo me duelen cuando crecen.
–Los que no bailamos ni Raffaella Carrà en las bodas, ¿qué nos estamos perdiendo?
–Todo el mundo tiene que bailar, aunque sea Raffaella Carrà, y hacerlo desinhibidamente. Es como un trance, una meditación. En cualquier lado, en una discoteca o en un bar, te pones a bailar como un loco, con libertad, lo que salga de tu cuerpo. Y hacer un trenecito todavía mejor...
–¿Está de acuerdo en que para ser bailaor, como le pasa a los boxeadores, es una ventaja haberse criado con apreturas?
–No, pero en los momentos malos a veces sacas algo que a lo mejor ni sabes que tienes. Pero de ahí a que sea necesario es distinto. Hay mucha gente que ha tenido una vida normal y buenísima y bailan con talento, de verdad, muy bien y con tripa.
–Es de Jimena de la Frontera. ¿Es la escuela del Campo de Gibraltar la gran desconocida del flamenco?
–Creo que no hay escuela del Campo de Gibraltar, sinceramente. Allí tampoco hay una cantera potente, sí artistas muy buenos, más de cante o de guitarra que de baile.
–Equipara el duende con un orgasmo. Ergo, no hace falta sexo antes de una actuación...
–Me refiero a que mientras bailo, cuando llego a determinado estado mental, que no es siempre, sí es comparable a un orgasmo porque es un placer absoluto, un trance, se escapa a tu control y no entiendes lo que está pasando. Algo místico, divino. Como el orgasmo. Si me aseguraran que siempre que baile voy a llegar a ese estado, firmaría un pacto y no tendría más orgasmos… Y me gustan mucho, ¿eh?
–El torero Rafael de Paula no hablaba de duende, sino de "soplo".
–Nunca he sentido un soplo, pero sí algo que está por encima de ti. Y no sabes cómo va a venir porque hay veces con se dan las circunstancias perfectas y no sale, y otras en que no preparas nada, estás regular y viene. No está en tus manos.
–Siendo chica Armani, no estuvo entre las invitadas a la gala de Dior en Sevilla.
–Ojalá. Mire, me hubiera encantado que me invitaran a Dior, eso lo primero, y lo segundo es que ya quisiera ser chica Armani; el anuncio fue una cosa puntual muy guay. Pero no tengo ataduras, puedo estar a la vez con Armani y con Dior...
–La llaman La Piñona por el piñonate, una pasta de Jimena de la Frontera. Menos mal que no nació en Benavente (Zamora), allí los dulces típicos se llaman feos.
–Habría sido Lucía la Fea, como Bea la Fea... Estoy muy orgullosa de mi pueblo y de mi nombre artístico. Mucho mejor Lucía la Piñona que la Fea, aunque a las guapas se les dice feas.
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