“Los independentistas están como abducidos”
Inés Plana Giné | Periodista y escritora
Aragonesa (Barbastro, 1959), Inés Plana Giné se dedicó durante décadas al periodismo, sobre todo divulgativo. Estudió Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma de Barcelona, pero trabajó siempre en Madrid. Su paso por la revista Muy Interesante, la define como informadora llena de curiosidad. Siempre quiso escribir y su primera novela, el éxito editorial Morir no es lo que más duele (Espasa, 2018), la fue tejiendo palabra a palabra durante los fines de semana de cinco años. Centrada ya sólo en la narrativa, publica ahora Antes mueren los que no aman (Espasa, 2019).
–Tras dedicar mucho tiempo a escribir su primera novela, y con el éxito que tuvo, ¿cuesta más sentarse ante la pantalla a escribir la siguiente historia?
–Cuesta lo mismo que si no hubiese habido primera novela. A mí me cuesta muchísimo. Soy muy artesanal escribiendo. Me olvidé de todo lo que me había pasado porque si no me habría sentido muy presionada.
–Cuando escribió Morir… ¿tenía pensado crear una saga con el personaje?
–No tenía pensado nada. Porque ni siquiera sabía si iba a gustar o se iba a publicar. Yo tenía pensado al teniente Tresser. Cuando Espasa me contrató, me animó a seguir con él y para mí fue una alegría enorme. No pensaba ni en saga ni en serie. Como escritora, cuando metí la novela en el sobre sólo pensaba en que me la publicaran.
–Escribe imbricando muy buen realidad y ficción. ¿Influye que sea periodista?
–Creo que influye. Observo la realidad como escritora y como periodista de una manera crítica. Las cosas que me preocupan o me indignan es muy fácil que yo las entremezcle con la historia de ficción. La denuncia social de la época de la que escribo es fundamental.
–¿El género llegó por el periodismo o tenía inclinación por la novela negra?
–A mí me gusta el género negro. No sólo en la literatura, también en el cine. Siempre me ha atraído. Era lectora de El Caso con mi padre. Siempre me han gustado esos lados oscuros que no entiendo y que quiero explorar. La novela negra, en ese sentido, es perfecta. Me permite al mismo tiempo contar una historia y cómo influye la realidad social en la vida de los personajes.
–Ahora son frecuentes las escritoras de novelas negras, ¿pero ha sido más un mundo de hombres, no?
–Sí. Hasta ahora ha sido un mundo de hombres. Porque eran ellos los que dominaban y detentaban el poder. Las mujeres estaban siempre a un lado. Si hubo mujeres que hubieran querido escribir novela negra, lo normal es que las habría invisibilizado. Aun así, ahora la novela negra vive un buen momento y, por fin, se ha descubierto que cabemos todos. Nosotras y ellos. Pero, aunque haya evolucionado, seguimos estando invisibilizadas.
–La novela negra siempre tuvo algo de denuncia social, pero en las suyas especialmente.
–Sí. En la mía no ha sido consciente.
–En las dos.
–Es verdad, las dos. Pero no es que haya decidido escribir novela negra para hacer denuncia social. Las tramas me lo van pidiendo. En esta segunda novela hay dos grandes tramas. Una es la búsqueda de una niña a la que esclavizó la prostitución de menores, y eso me desencadena toda una crítica ante esa atrocidad. Y si al principio muere una funcionaria porque la empujan contra una cristalera…
–Sí, el cristal la decapita.
–… Pues ahí relato las consecuencias de la crisis en 2009. Cuando la gente se quedaba sin nada de la noche a la mañana.
–¿Y esa sordidez que le llama la atención está ligada a la injusticia social?
–Sí, por supuesto. La injusticia social es sórdida y, más que eso, es cruel. Porque genera mucha desesperanza. Quita todas las ilusiones. Y si la gente piensa que no hay justicia social nunca va poder avanzar en la vida, siempre va a estar excluida de todo. Soy muy sensible a la injusticia y eso se expresa en las novelas. Aunque cuando las escribo no soy tan consciente, porque actúa mi subconsciente cuando avanzo con la trama. Lo veo cuando las acabo. Pero es cierto que tengo presente un telón de fondo: el escenario social.
–Usted estudió en Cataluña, ¿cómo vive lo que está pasando allí?
–Lo vivo con perplejidad e indignación. Casi me atrevería a decir que los veo como si estuvieran abducidos por una secta. Es lamentable. Toda mi familia materna es catalana, estudié en Barcelona y me afecta.
–¿Hay solución, no tanto para la cuestión política sino para la ruptura social?
–Hay una fractura social que pasarán décadas hasta que se pueda recomponer. Al fin y al cabo, ya no es tanto que se quieran separar de España, sino cómo han ofendido al resto del país.
–¿Una cultura de odio?
–Sí, es el odio. Ese odio a todo lo español ha creado una enorme ruptura. Y la peor es entre ellos mismos.
–A ésa me refería. A familias que no se hablan.
–Sí, familias que no se hablan, que yo conozco. Amigos que han dejado de serlo. Nochebuenas que son muy tristes: el ala constitucionalista por un lado y el independentista por otro. Lo miro con absoluta perplejidad y no le veo un buen final. Puede llegar al enfrentamiento civil. Lo que está pasando me recuerda a pensamiento único y anhelo totalitario. Me da pavor.
–El salto cualitativo de recurrir a la violencia tras la sentencia del procés, ¿nos lleva a un punto sin retorno?
–Sí. Creo que es un punto sin retorno. Partiendo de la base de que no soy nacionalista, ni lo seré nunca…
–… Tampoco española.
–No, nada. Amo a mi país pero no me siento nacionalista. Al no serlo, no lo entiendo, no lo apoyo y no le veo final. Porque el nacionalismo históricamente, además de fuente de males, es insaciable. Es agitación. Desestabilizar por desestabilizar y ganar algo a cambio. Pero también es supremacismo y racismo.
–¿Le ha influido al escribir?
–Lo tengo muy presente, pero escribo con más retardo, varios años atrás. Si ahora uno de mis escenarios fuese Cataluña en plena sentencia del procés, no tendría la distancia suficiente. Y en vez de escribir, vomitaría palabras. Y eso, no. Escribo para disfrutar.
–Es un ejercicio reflexivo.
–Claro. De mucha reflexión. Tienes que tomar decisiones y elegir caminos entre los muchos que se te abren. Ahora mismo no podría escribir de Cataluña porque aún lo tengo dentro.
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