Ramón Rodríguez García | Músico y componente de Fandila
“Siempre acabamos pidiendo al público que grabe a sus abuelas”
LUIS MOLLÁ, CAPITÁN DE NAVÍO Y ESCRITOR
-Visto hoy, resulta increíble que la Victoria pudiera dar la vuelta al mundo hace casi 500 años.
-Aquella flota que partió de Sanlúcar estaba compuesta por barcos chiquitillos en los que la supervivencia hoy parece insostenible. Eran hombres de acero en barcos de madera.
-Ha escrito de aquella hazaña. ¿Usted ha hecho esa singladura?
-Fui profesor de Elcano en el Bicentenario de Malaespina. Casi dimos la vuelta al mundo, pero nos volvimos en Hawai.
-Una idea se haría...
-Pues sí, porque el Pacífico durante mucho tiempo fue indescifrable. Navegar a vela en el Atlántico es sencillo. Bajas al sur buscando el alisio y te montas en él. En el Pacífico algo te detenía. Se tropezaba con algo cuando llegabas a Filipinas.
-¿Con qué?
-Se tardó en saber que se trataba de una corriente más fuerte que el viento, que impedía avanzar hacia Acapulco.
-Magallanes no sólo no tenía ruta, sino que sus cálculos de distancias eran erróneos.
-Es que Colón hizo dos faenas. Una fue descubrir América. Lo que él buscaba era la ruta de las especias, que entonces valían tanto como el oro. América era un impedimento que, al principio, no daba riqueza. Era un muro. La segunda faena fue dar por bueno el radio de la Tierra de Tolomeo, que era el admitido por la Iglesia. Para que a los marineros no les diera tana zozobra embarcar a Colón le venía bien que las distancias parecieran más cortas.
-Tuvo que ser la flota de Magallanes la que descubriera que la Tierra era mucho más grande.
-Ese error fue demoledor. Entre América del Sur y Filipinas apenas hay islas donde aprovisionarse. Hay atolones, que se divisaban como tierra, pero no había nada. Eso llevó a muchas muertes por desesperación: los marineros se tiraban al agua para acabar cuanto antes con el sufrimiento.
-En su relato novelado de este viaje, La flota de las especias, utiliza a un personaje inventado para explicar aspectos técnicos.
-Es un artilugio literario que aprendí de Pérez Reverte en su novela sobre Trafalgar, donde colocó un barco que no existió y que le servía para pintar el cuadro desde fuera. Yo hago lo mismo, pero con un personaje basado en un marinero del que se sabe poco, que fue uno de los 18 que regresaron, pero al que se le perdió la pista.
-El personaje es un punto filipino.
-Sí. En Acapulco, camino de Manila, se embarcaban sacerdotes, militares y puntos filipinos, que era como se llamaba a los jóvenes de buenas familias que estaban metidos en líos, generalmente de faldas. Yo meto un punto filipino, aunque entonces, claro, no se llamaban así. Me sirve para colocarle de grumete y contar la esforzada vida de la marinería y le doy conocimientos para explicar de forma sencilla datos complejos.
-La hazaña fue de mayor magnitud que la de Colón.
-Se dice que el viaje de Colón fue el Apolo, el viaje a la Luna. Entonces yo diría que Magallanes es la sonda Pioneer 10, que ya ha salido del sistema solar. Lo que no hay duda es que en aquella época, en el siglo XVI, el litoral atlántico andaluz era el Cabo Cañaveral de la época.
-Magallanes no aparece como un santo. Toma decisiones arbitrarias.
-Claro, ni Magallanes era tan bueno como lo han pintado ni Elcano tan malo.
-Elcano está en el primer motín contra Magallanes.
-Había una conspiración urdida desde Sevilla contra Magallanes y Elcano salió condenado de esa tentativa. Luego, la vida de Elcano no era ejemplar. Vivía con dos novias y tenía hijos con las dos. Tampoco era un marinero experimentado, pero la historia te puede convertir en héroe por casualidad. Tras morir Magallanes a manos de los indígenas, el nuevo mando de la flota acude a una isla en la que son invitados por el sultán a un festín trampa en el que son asesinados. Y allí no está Elcano. ¿Por qué? Como decía Napoleón, no quiero generales valientes, quiero generales con suerte.
-Magallanes fue víctima de su soberbia.
-Hay que entenderlo. Había firmado un contrato comercial que jamás había soñado y se le abría la posibilidad de una fácil victoria militar ante unos guerreros con lanzas. En Filipinas se recuerda con orgullo aquella victoria frente a los conquistadores.
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