"La literatura de calidad será para las élites culturales"
david monteagudo. Escritor
-Empezó a escribir con 40 años. No es el primer caso.
-De joven ya era una persona con muchas lecturas, con un vocabulario y un bagaje, pero a la vez era muy ingenuo, me faltaba solidez. He madurado muy tarde. Con 40 tienes más sabiduría para saber lo que conviene escribir, el buen gusto para escoger.
-Siempre trabajó en fábricas, en entornos industriales tipo El Desierto Rojo.
-Sí. Hice la EGB y COU, incluso comencé en la Universidad de Barcelona los estudios de Filología, pero nada, estuve un año o dos perdiendo el tiempo y luego lo dejé. Para ser escritor, puede ser útil contar con una experiencia vital interesante, aunque lo que más te marca y te nutre es la literatura, el gusto por los buenos autores. En aquellos entornos laborales no hay conversaciones sobre literatura, incluso las actividades de ocio durante mi juventud fueron más dinámicas -el deporte, los castellers-. La literatura era casi un secreto.
-¿Siente que cada una de sus obras ha de ser mejor que la anterior?
-Aquí hay una doble mirada, porque los autores en general empiezan con mucha creatividad y potencia, y paralelamente se desarrolla la técnica, el oficio literario. Tengo clarísimo que el oficio mío ha ido creciendo, soy más sabio cada vez, y sé cada vez mejor lo que funciona, pero también escribí de forma intuitiva algunas cosas que eran muy potentes. Está claro que uno tiene que escribir siempre con esa aspiración a la excelencia, intentando siempre cerrar el libro definitivo. Todo lo que he ido construyendo [12 libros, de los que cuatro han sido publicados] me ha hecho mejorar. Con los años, con el distanciamiento y la seriedad, también crece la autocrítica.
-Si empezó a escribir con 40 y tiene 12 libros y 52 años, su ritmo de producción es brutal. Uno al año.
-Hasta que publiqué por primera vez, mi actividad era febril, escribía diariamente, con una férrea disciplina y el condicionante de mi horario laboral. Es cierto que escribo rápido. Si es novela histórica tienes que documentarte, pero yo escribo cosas que no requieren eso. Lo de la página en blanco y la parálisis a mí no me pasa. Desde que apareció Fin, he escrito menos. Ésta ha sido más una época de relatos, piezas que se pueden escribir sin ponerte de verdad.
-Sin embargo, el relato es un género complejo, con una cadencia muy distinta a la novela.
-Es un género muy serio y absurdamente postergado e infravalorado en España, al menos desde el punto de vista comercial, cuando en los países anglosajones el cuento es una actividad que ejerce todo escritor que se precie, y salen en las revistas, y con eso entre otras cosas se ganan la vida. Aquí no. El cuento en realidad es un género muy difícil: cuanto más breve más complicado. Se acerca casi a la poesía, en el sentido de que exige esa capacidad de síntesis y una intensidad notable. Cuando escribes novela tienes que pasar por el aro aunque manejes una idea central espléndida. El aro es la narración, la descripción; el cuento requiere una densidad literaria. Incluso si no volviese a publicar una novela interesante, mientras consiguiese escribir cuentos de verdad, como los que me gustan cuando leo a Cortázar, Borges o Chejov, si lo consiguiera, digo, estaría satisfecho ya como escritor.
-La estructura de Fin se cimienta en los diálogos, una apuesta meritoria que ya asumieron tipos como George V. Higgins.
-Siempre salían comparaciones, y una que se repitió fue la de La Carretera, de Cormac McCarthy, pero yo no lo había leído. Tengo una manía: los títulos recientes no los leo hasta que pasan diez o quince años. Yo nunca hubiera comprado un libro como Fin. La gente veía también la influencia de Los Diez Negritos de Agatha Christie, autora de la que tampoco leí nada. La referencia más clara para mí, vinculada con eso que dice usted del diálogo, sería El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio, y luego, en cuanto al argumento, estaba presente Ensayo sobre la Ceguera (Saramago). El Jarama despliega una estructura muy parecida a Fin por el registro de los diálogos, completamente vulgar, con personas que no tienen ningún interés cultural, y eso se combina con unas pocas descripciones.
-Debo hacerle la típica pregunta plasta sobre sus libros fetiche. Los que le vengan a la mente ahora, teniendo en cuenta que siempre hay rotaciones.
-Esta pregunta siempre me pilla por sorpresa porque son muchos. Es verdad que hay rotaciones. Hace poco leí un tomo gordo no con todos pero sí con muchos cuentos de Chejov. Vienen 60 y disfruté leyendo. Entre los de la primera etapa hay de todo, pero luego es una auténtica gozada. Siempre vuelvo y releo a Nabokov, su estilo con esa calidad que nunca te falla, sabiendo que escribía desde un cuidado obsesivo.
-¿Es factible ser escritor en España? Sin revistas ni conferencias, sin cultura, sin ingresos.
-Como modus vivendi está muy negro. Luego queda el problema estrictamente literario, el que haya gente que escriba cosas buenas. Esto continuará, pero la literatura de calidad quedará restringida a unas élites culturales. Las generaciones que suben ahora dan un poco de miedo: esa forma que tienen de relacionarse con los demás por medio de internet, y esa manera de trabajar sin buscar la excelencia.
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