Juan José Gómez Cadenas: “Echamos mucho de menos a nuestros primos neandertales”

Juan José Gómez Cadenas, físico y escritor.
Juan José Gómez Cadenas, físico y escritor. / Lucía Forero

En Nación Neandertal (Espasa), Juan José Gómez Cadenas (Cartagena, 1960) aprovecha la indagación de la relación que mantuvieron el Homo sapiens y el Homo neanderthalensis durante el tiempo que compartieron el planeta para especular sobre la evolución, la supervivencia y la clonación. Con esta novela, este físico de partículas reflexiona sobre el género humano y su tiempo, muestra de la inquietud de una mente lúcida que tiene tiempo para divulgar ciencia, dar clase en el Ikerbaske del Donostia International Physics Center y dirigir el experimento NEXT en Canfranc.

Pregunta.–¿Para qué la ciencia?

Respuesta.–Para entender el mundo. Es lo primero que hay que hacer, entenderlo, para poder manejarlo.

P.–La nuclear es una fuente de energía con defensores y detractores. En lo que no hay controversia es que Europa dejó morir las centrales nucleares a cambio de hacerse dependiente del gas de Rusia, ¿no?

R.–Son decisiones geopolíticas. El problema es que los problemas energéticos y técnicos de la humanidad no se pueden reducir a discusiones ideológicas. Requieren reflexiones profundas y a larga escala y no está muy claro que nuestras democracias sean muy buenas para eso.

P.–¿Y no cedieron demasiado las democracias europeas a la autocracia rusa?

R.–Hablar ahora del gas natural y del petróleo parece que es hablar del demonio, pero sin ellos no habría habido la civilización que tenemos. Los combustibles fósiles tienen ventajas e inconvenientes, las renovables tienen ventajas e inconvenientes, igual que la nuclear. Cuando hay que diseñar un desarrollo para diez, cincuenta o cien años, una mente racional intentaría emplear la mezcla más apropiada, teniendo en cuenta esa complejísima ecuación. No hay soluciones sencillas, pero si todo lo simplificamos a un discurso simplista, nos arriesgamos a hacer lo que hizo Alemania hasta la invasión a Ucrania, renunciar a la energía nuclear y comprarle el gas a Rusia. Esos es desnudar a un santo para vestir a otro.

P.–Las sociedades necesitan cada vez más energía. ¿Es buena noticia que el viento y el sol sean por ahora inagotables?

R.–Es una noticia estupenda y no cabe duda de que la sociedad futura evoluciona a tener mucha más energía renovable. Pero no hay que olvidar que el sol y el viento, que afortunadamente están ahí y los vamos a usar, no son tan fáciles. Requieren unos mecanismos de captación que hay que renovar, la solar no existe cuando es de noche o está nublado y la eólica cuando no hay viento.

P.–¿Se refiere al problema de las baterías? ¿Por qué no se logran esos dispositivos que almacenen la energía procedente de las fuentes renovables?

R.–Se conseguirán. Pero no hay que olvidar que la fabricación de baterías no es barata ni es particularmente ecológica. No hay soluciones mágicas. Al Homo sapiens le gusta mucho soñar y quiere tenerlo todo y no se puede. Si queremos abundancia energética, tenemos que diseñar una mezcla de energía que tienen sus inconvenientes por los que habrá que pagar. Y, si queremos ahorrar, podremos ahorrar, pero no olvidemos que hay una parte del planeta que no la tiene.

P.–En su último libro indaga en la esencia del Homo sapiens mediante el punto de vista de un neandertal. ¿Cómo cree que nos veía esa especie pariente de homínido?

R.–Era una de las dos motivaciones para escribir la novela, mirarnos en el espejo de la otra especie con la que compartimos el planeta durante mucho tiempo. En el primer encuentro recreado entre las dos especies, los neandertales nos llaman oscuros, pues veníamos de África, flaquitos, con una cabeza grande, hablando por los codos y muy nerviosos.

P.–Recrea una amistad entre las dos especies aunque una de ellas, la neandertal, se extinguiera.

R.–Escribir la novela me enseñó por qué nos interesan tanto los neandertales. La respuesta que la novela me dio es que los echamos de menos. ¿Por qué?, porque algún día fuimos amigos. Creo que echamos mucho de menos a los primos neandertales.

P.–Dice en el libro que la capacidad del sapiens de “creer en mentiras nos convierte en una especie de locos geniales”.

R.–Hay una escena divertida. Están los dos amigos, el neandertal y el sapiens, y el primero pierde a un ser querido. El sapiens le dice que no se preocupe, que se ha ido a la tierra de los muertos. El neandertal, que tiene una mente más literal, excava en la tumba y descubre que sigue ahí y piensa que el sapiens está loco. El neandertal es completamente razonable: uno se muere y está muerto. Sin embargo, mucho después, se da cuenta de que esa capacidad que tiene el amigo de alucinar, de contar historias, le permite navegar en el tiempo.

P.–¿Navegar en el tiempo?

R.–Los neandertales son muy buenos orientándose en el espacio, pasan por un sitio y siempre lo recordarán, mientras que los sapiens son unos despistados, no se dan cuenta de nada, sin embargo son capaces de ver el tiempo por venir. Esa imaginación nuestra hace que nos inventemos el dinero, la patria, Dios, todas esas construcciones que usamos para nuestro beneficio. Somos capaces de crear sociedades organizadas, hacer un trabajo colectivo, imaginar proyectos y llevarlos a cabo. Quizá eso fue la gran ventaja evolutiva con respecto a nuestros parientes.

P.–“Así es y así ha sido siempre”. ¿Por qué pone esa frase recurrentemente en la boca de los neandertales?

R.–Esa expresión capta la diferencia entre ambas especies. Los dos son inteligentes, los dos son sensibles, pero los neandertales son conservadores, sensatos y piensan que mañana pasará igual que hoy. Y esa capacidad de los sapiens de salirse de ahí es quizá la gran ventaja evolutiva, el golpe que nos lleva a ser capaces de haber trascendido, estar aquí donde estamos; liándola mucho, por cierto, porque al planeta le estamos dando un gran dolor de cabeza y a nosotros también.

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