Juan González-Meneses: “Los matemáticos somos malísimos haciendo cuentas”

Juan González Meneses , catedrático de Álgebra en la facultad de Matemáticas de la Universidad de Sevilla.
Juan González Meneses , catedrático de Álgebra en la facultad de Matemáticas de la Universidad de Sevilla. / José Ángel García

Los matemáticos son más de razonar que de contar. Lo cuenta Juan González-Meneses (Sevilla, 1973), que de la abstracción algebraica ha pasado a la concreción de unos números casi redondos: unas mil charlas en un congreso en Sevilla, el noveno de la Sociedad Europea de Matemáticas, al que acuden más de 1.300 participantes, entre ellos, algunos Nobel de la disciplina matemática. Este catedrático de Álgebra de la Universidad de Sevilla preside el comité organizador de una reunión que del 15 al 19 de julio reconocerán el alto lugar de las matemáticas andaluzas.

–¿Por qué suelen asociarse las matemáticas a un tipo de mente privilegiada?

–Muchas personas rechazan las matemáticas quizás porque no les supieron enseñar su parte bonita y divertida. Como les tienen mucho respeto piensan que, si se te dan bien, debes de ser muy listo.

–¿No han pasado los estudiantes de matemáticas de ser unos raritos, casi unos marginados, a elevarse a la cima social?

–Parece que la sociedad se ha dado por fin cuenta de que las matemáticas sirven para muchísimas cosas. Cuando yo empecé, en la carrera se entraba con un cinco. Ahora es muy difícil entrar y las salidas laborales se multiplican. Me gusta pensar que formamos mentes que razonan de forma lógica y eso se valora mucho.

–¿Cuánta responsabilidad tienen los algoritmos?

–Siempre es útil echar la culpa a algo ajeno. Quien haya diseñado un algoritmo tiene la responsabilidad de lo que haga. Quizás todavía no sabemos hacerlos mejor.

–¿Es la aplicación en la informática la cuadratura del círculo obrada por las matemáticas?

–Es algo que le ha dado mucha visibilidad, pero las matemáticas tienen infinidad de aplicaciones. Y además seguimos investigando para desarrollar las matemáticas por sí mismas, sin necesidad de aplicarlas. Cuanto más conozcamos, más fácil será aplicar luego ese conocimiento.

–Según el Génesis, en el principio fue el Verbo, un Verbo que enumeró con detalle los días de la semana...

–Se ve que los números andaban por ahí... Si es que están en todos sitios.

–A Dios se lo identifica con un triángulo equilátero, una forma geométrica simétrica y perfecta.

–Supongo que eso tiene que ver con la Santísima Trinidad. Yo diría que una figura más simétrica y perfecta es el círculo.

–¿A qué limitaciones se enfrentaba el ser humano cuando desconocía el cero?

–A muchísimas. Por ejemplo, es necesario para escribir las cifras con notación posicional. Poder escribir números tan grandes como queramos con sólo diez dígitos es algo más importante de lo que uno se cree. Y es esencial para hacer operaciones. ¿Has intentado hacer una suma o un producto con números romanos?

–¿Y sin el infinito?

–El infinito siempre ha estado ahí como idea. Lo fascinante es que los matemáticos le dieran rigor a ese concepto y todas las sorpresas que lleva asociadas. ¿Sabías que hay infinitos más grandes que otros? Nos lo enseñó Georg Cantor a finales de XIX.

–¿Con qué fin empezó a contar el hombre, para poder dormir, contando a los miembros de la prole en la cueva, o para saber despertar, contando las horas de la luz y las estaciones?

–Quizás no necesitó un fin: aprendió a utilizar algo que intuía, le pareció mágico su descubrimiento y luego se dio cuenta de que servía para todo. Y a lo mejor no fue el hombre, sino la mujer.

–¿Cuál fue la primera operación usada por el hombre? ¿La suma o la resta, la adición o la sustracción, la acumulación de grano o el hurto de ese grano?

–Supongo que sumar uno. Hemos vuelto a nuestros orígenes. Más uno.

–¿En qué momento le parecieron pocos los dedos?

–Hay sistemas de numeración antiquísimos, de hace milenios. Unos con sesenta dígitos, como el mesopotámico. Otros con veinte, como el maya, que precisamente algo tendrá que ver con los dedos. Y los diez que usamos nosotros con nuestro sistema indo-arábigo, por supuesto.

–¿Se puede contar con las manos el dinero que recibe la ciencia en España?

–No puedo contestar a esta pregunta sin echarme a llorar.

–¿Qué misterios matemáticos esconde una lotería?

–Principalmente dos, que la probabilidad de que te toque es minúscula y que todos los números tienen la misma probabilidad de salir. Si te cuentan otra cosa, te están engañando. En realidad hay muchas matemáticas y muy bonitas en el azar, pero quédese con las dos primeras reglas.

–¿Y qué enigmas aritméticos encierra una declaración de la renta?

–Poca cosa. Eso sí, los matemáticos solemos ser malísimos haciendo cuentas. Lo nuestro es razonar y no tanto contar.

–¿Para ser más justa, la redistribución exigiría mayor precisión en el decimal o la aplicación de cifras con potencias mayores?

–La justicia se escapa a mi competencia. Ojalá los políticos supieran o quisieran redistribuir de la mejor manera y los ciudadanos comprendiéramos la importancia de aportar en beneficio de todos.

–¿Cuánta lógica aritmética hay en la sensación de que los años parezcan más breves para las personas con más edad?

–Leí hace poco que eso tiene que ver con que los mayores aprendemos menos. Los niños aprenden constantemente cosas nuevas y la sensación, para ellos, es que el tiempo pasa más despacio. Yo intento aprender continuamente. Matemáticas y lo que sea.

Álgebra viene del árabe y quiere decir cotejo.

–De etimología árabe ando algo corto. El álgebra, que comenzó añadiendo símbolos e incógnitas a la aritmética, se ha ido convirtiendo en el estudio de estructuras matemáticas abstractas y está presente allá donde estén las matemáticas, es decir, en todas partes. Pero a mí me gusta la acepción de álgebra como el “arte de restituir a su lugar los huesos dislocados”.

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