José María García García: "En los momentos de más dolor, volví a escuchar a mi hija muerta"

Este psicólogo se aferra a la poesía y al amor como modo de salir del pozo tras sufrir la muerte de su hija

"Durante las primeras meses no podía ni escribir ni hablar de ella"

José María García García.
José María García García. / Marián Campra
Fernando Pérez Ávila

14 de septiembre 2024 - 05:00

¿Cómo fue la muerte de su hija?Murió a causa de una miocardiopatía dilatada hace dos años. La estaban viendo especialistas en cardiología y alergólogos y le habían hecho numerosas pruebas en las que debía haberse detectado la dolencia. La causa todavía está abierta en el juzgado.¿El libro lo escribió antes o después?Durante las primeras semanas no sólo no podía escribir, sino que ni tan siquiera era capaz de hablar sobre ella. No había nada que decir. De hecho, jamás desde entonces he escrito nada ni a mi hija ni sobre ella. Con el tiempo recuperé la poesía. En un momento dado me di cuenta de que en el amor que sentía por mi pareja, Ana, había algo infinitamente más grande que me conectaba con todo y, también, con mi hija. Además de eso, trabajar con mis pacientes en psicoterapia y la ayuda de Ana y de algunos amigos es lo que fundamentalmente me ha sostenido.¿Cómo puede atender a pacientes un psicólogo que ha perdido a su hija?En mi opinión, la de un psicólogo humanista, además de la preparación técnica y la experiencia, lo que mayormente hace posible la ayuda a un ser humano es la escucha y el amor. Como decía Carl Rogers, la psicoterapia es un encuentro entre dos seres humanos. Cuando se da la apertura y la confianza entre dos seres humanos lo que sucede entonces va más allá de las palabras y los conceptos y el verdadero ser de la persona aflora. Somos infinitamente más de lo que nos han dicho que somos y fundamentalmente estamos hechos, además de polvo de estrellas, de amor.Cuando habla del amor, parece algo universal...Amar, cada vez más profundamente es la única posibilidad de sobrevivir a algo semejante. Hay tanto sufrimiento en el mundo que no puedes dejar de verlo. Eso mismo te acerca a los otros, a su dolor.  El corazón se expande o, de lo contrario, te devora, esa energía se pudre en tu interior. Creo que esto último fue lo que sufrí al perder a mi madre con once años. No pude elaborar adecuadamente el duelo y durante años viví en una depresión profunda en la que únicamente anhelaba morir. Cuando cumplí los 19 fue mi hermana, recién terminada la carrera de medicina, quien murió. Vivíamos juntos. El no poder haber elaborado adecuadamente esos duelos fue lo que me empujó a acudir a la consulta del psicólogo para yo mismo hacer de paciente. Sanar aquel período de oscuridad y depresión fue lo que me convenció de que yo también quería ser psicólogo. Terminé la licenciatura de Filosofía, eso sí, pero luego cursé psicología. Jamás había sentido esa vocación antes. Sin embargo, cuando me encontré frente a mis primeros pacientes descubrí que me había pasado toda la vida escuchando a las personas y metiéndolas en mi corazón, forma parte de mi naturaleza. Porque realmente la gente me importa. Haber estudiado Filosofía, ser un buscador de la verdad y practicante de la meditación es algo que también me ayudó por aquellos entonces y ahora también.¿Cómo le ayudó la filosofía? A comprender e integrar algunos de los sucesos que viví después de la muerte de mi hija, sobre todo al principio. En psicoterapia, y en la vida en general, la misión más importante que hemos de llevar a cabo es la de escucharnos. La verdad está dentro, no fuera. Las tradiciones espirituales nos lo repiten sin cesar. Pocas semanas después de su muerte, sumido en la desesperación y la desolación, la escuché hablándome desde lo profundo de mi corazón y conversé con ella. Había en sus palabras una serenidad y una sabiduría que ella no tenía con sus veinte años; pero de inmediato supe que era ella. Es difícil de explicar y supongo que más todavía de entender. Lo cierto es que, durante más de una semana, en los momentos de más dolor, volví a escucharla. Al principio, las dudas me asaltaban constantemente. No porque estuviera volviéndome loco, cosa que en realidad no me preocupaba lo más mínimo, sino por el hecho de estar inventándomelo. No quería una falsa seguridad.¿Recuerda qué le decía?Que todo estaba bien, que las cosas habían sucedido como tenían que suceder.Conoció a su pareja por las redes sociales y hoy le dedica su segundo libro de poemas...El amor que sentí hacia ella desde un principio se ha hecho cada vez más grande. En ese y en muchos otros sentidos doy gracias a internet y a las plataformas de citas porque de lo contrario no la habría conocido nunca. Este tipo de herramientas tecnológicas hacen crecer exponencialmente las posibilidades que tenemos de conocer a personas que comparten con nosotros gustos y aficiones. Obviamente, también entrañan peligros, pero por lo general son capaces de conectarnos los unos a los otros a pesar de la distancia. En mi opinión, el gran mal de nuestro tiempo es la soledad.

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