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“El tiempo no cambia ni en la España profunda ni en el África más alejada”

José Antonio Zamora | Fotógrafo

José Antonio Zamora en su exposición 'El tiempo sin tiempo'. / Antonio Pizarro

José Antonio Zamora (Sevilla, 1958) es el autor de la exposición fotográfica El tiempo sin tiempo, que hasta el 31 de julio se puede visitar en la sede del Cicus (calle Madre de Dios, 1). Está comisionada por el escritor Francisco Robles, a quien se deben los textos del catálogo. El autor muestra en ella una mirada muy peculiar sobre las tradiciones de la España profunda, unas imágenes que le han valido el reconocimiento de National Geographic.

En un bar cercano, el Candelaria, habla sobre la nueva generación de fotógrafos. Recuerda la “anécdota” vivida en la entrega de un premio nacional que le concedieron hace varios años, cuando un catalán se sorprendió de que el reconocimiento fuera para un sevillano. Aquel comentario le sentó mal. “En esta ciudad hay muy buen nivel de fotógrafos”, defiende. Siempre sugiere paciencia y personalidad. “Es cuestión de tiempo. De saber esperar. No se trata de hacer una foto bonita, sino buena”.

–¿Cómo surge la idea de la exposición?

–A través del Cicus, un motor cultural de la ciudad. A partir de la propuesta, Paco Robles, como comisario, y yo como autor nos centramos en el hilo conductor. Tenía claro que sólo serían imágenes de España y la mayoría en blanco y negro. Después de una selección, Paco empezó a trabajar en los textos del catálogo de la exposición.

–Todo artista tiene una evolución. ¿En qué etapa se encuentra ahora?

–En plenitud. Para un fotógrafo siempre es bueno que le reconozcan su trabajo y si encima es National Geographic el que lo hace con un premio, pues te da un subidón que anima mucho a seguir adelante.

–¿De dónde le viene el interés por la imagen?

–Desde chico. Uno de los regalos que me hicieron en mi primera comunión fue una cámara de fotos. Cuando viajaba con mi familia era yo quien hacía las fotos.

–¿La primera vez que se lo tomó en serio?

–En 1984, cuando me estrené en Semana Santa con una cámara. Esta fiesta fue mi cantera. Cinco años después una foto mía, del Cristo del Amor saliendo por la Puerta de los Palos, ilustró el cartel oficial de la Semana Santa del Consejo.

–No estaría mal que el Consejo retomase el cartel fotográfico...

–Se podría simultanear. Un año, pintura; y otro, fotografía, ya que aquí en Sevilla hay fotógrafos con muy buen nivel que podrían optar al anuncio oficial de la Semana Santa.

–Su exposición se desarrolla en un recinto universitario. ¿Cree que está bien valorada la fotografía en la enseñanza superior?

–Estoy seguro de que sí. La universidad tiene buenos profesores para formar a los alumnos de Bellas Artes que se interesan por la fotografía. Yo he hablado con muchos de estos estudiantes y poseen un gran nivel al dejar la facultad. Para mí, que la exposición se desarrolle en el Cicus aporta un plus de satisfacción.

–¿Qué parte del mundo quiere captar ahora?

–Tenía pensado viajar a China, pero el Covid lo ha impedido. Iba a una región muy recóndita. Siempre me ha interesado más el tercer mundo que el primero, porque guarda un factor sorpresa que resulta muy interesante.

–¿Cómo le comunicaron el premio de ‘National Geographic’?

–Me lo dijeron 15 días antes de hacerse público, con la condición de no darlo a conocer hasta entonces. Si la noticia se filtraba, me lo quitaban. El día en que se hizo oficial, puse a las tres de la tarde las noticias de la CBS y al ver la foto con mi nombre fue increíble lo que sentí en ese momento.

–Lo de Kenia y los hipopótamos lo dejó muy impactado...

–(Risas). Aquello es otro mundo. Impresiona oír el ruido de esos animales en plena noche. Siempre tienes el temor de que tu vida corra peligro.

–¿La civilización que más le haya fascinado?

–Los masai. Mantener sus raíces es algo importantísimo para ellos. Se podrían vestir como nosotros, con vaqueros, pero no quieren perder aquello que los identifica y diferencia de la civilización occidental en un mundo globalizado.

–¿Algún famoso ha reclamado sus servicios?

–No, pero sé que ha habido famosos que han visto mis fotos. He fotografiado, por motivos laborales, a personas que admiro, como Karpov y Kasparov. Y a Boris Spassky, campeón del mundo en ajedrez, que fue de las pocas veces que he pedido un autógrafo estando de servicio.

–Volviendo a su exposición. ¿Es usted el Isidoro Moreno de la fotografía sacra?

–De Isidoro Moreno me he leído todos sus libros y, sin llegar a afirmar tal extremo, sí puedo decir que en las fotos de fiestas religiosas intento que no todo se quede en el aspecto folclórico y antropológico, sino que también transmitan algo más, el alma que sustenta la celebración.

–¿Resulta tan fascinante la España profunda como el África más alejada?

–Ambas tienen bastante similitud y comparten algo en común: el tiempo no ha cambiado en ninguna de las dos. En España cada vez hay menos sitios que guarden intactas sus tradiciones, porque el interior se queda vacío y no hay herederos para mantenerlas.

–Tres maestros de la fotografía para usted.

–Le digo cuatro. Dos son con los que más aprendí: Enrique Taviel de Andrade y José Antonio Viloria. A ellos sumo otros dos referentes: Manuel Ruesga Bono y Jesús Martín Cartaya.

–Un consejo para los que empiezan.

–Mucha paciencia y creer en las posibilidades de cada uno. Todo llega.

–Una condición indispensable para una buena foto.

–Transmitir y emocionar, que tenga discurso.

–¿La fotografía es una actitud ante la vida?

–Por supuesto. Una fotografía dice mucho de lo que retrata, pero también del que capta la imagen.

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