“La pandemia nos demuestra que no somos una especie elegida”

Jordi Serrallonga | Arqueólogo, naturalista y explorador

Jordi Serrallonga. Arqueólogo, naturalista y explorador
Jordi Serrallonga. Arqueólogo, naturalista y explorador / M. G.
Alejandro Martín

08 de diciembre 2020 - 08:39

Jordi Serrallonga (Barcelona, 1969) es arqueólogo, naturalista y explorador. Profesor colaborador de Prehistoria, Antropología y Evolución Humana de la UOC, también imparte docencia en el Master de Primatología de la Universidad de Girona y en los de Comunicación del Medioambiente y Periodismo de Viajes de la Universidad Autónoma de Barcelona. Alterna la enseñanza universitaria con el trabajo de campo entre fósiles y animales de las selvas, sabanas, desiertos o montañas de África, América, Oceanía y Asia. Es autor de varios libros, el último de los cuales es Dioses con pies de barro (Crítica, 2020).

–Cuando pensábamos como sociedad avanzada que todo estaba controlado, el coronavirus nos ha puesto contra las cuerdas.

–No somos nada especiales. Estamos sometidos a las leyes de la naturaleza. A muchos les ha sorprendido que hoy, cuando pensábamos que con la tecnología podíamos superarlo todo, una entidad microscópica nos haya hecho tanto daño.

–Y no ha sido mala suerte.

–El azar es siempre un elemento importante. Pero hemos estado forzando la máquina y estamos recibiendo las consecuencias. Pensábamos que cualquier contratiempo, como el cambio climático o una pandemia, iba a poder superarse con nuestra tecnología. Pero son palabras vacías. Se deja para más adelante hasta que aparece el problema, y nos damos cuenta de que un virus como el SARS Cov-2 nos lo hemos encontrado de un día para otro, no dentro de cinco o diez años.

"Nuestro comportamiento nos conduce hacia una gran extinción. Pero la vida continuará”

–El SARS ya fue en 2003 una advertencia a la que no prestamos atención.

–De hecho, el SARS Cov-2 no ha sido el primer coronavirus que nos ha afectado. Incluso tenemos otros virus como el Ébola, que afecta básicamente a África y con el que actuamos como si no fuera con nosotros hasta que hubo infectados europeos y americanos. Pocos meses antes de nuestra pandemia, yo estaba en Tanzania con chimpancés y al otro lado del lago Tanganica había una epidemia de Ébola en la que estaba muriendo mucha gente y en Europa no nos lo tomábamos en serio. Estas entidades microscópicas no tienen fronteras. Ahora volamos en unas pocas horas de un continente a otro y por eso esta pandemia nos advierte de que estamos sometidos a las leyes de la naturaleza y que no somos esa especie elegida, sino una más que está sometida a presiones que afectan a nuestra supervivencia.

–Como cuenta David Quammen en Contagio, el problema no es que estos virus existan en la naturaleza, sino que el hombre está invadiendo su espacio.

–Exactamente. Eso es lo que he querido dejar claro en Dioses con pies de barro (Crítica, 2020). Hemos visto una demonización de los murciélagos, con lugares donde se pide su exterminación. Eso es una barbaridad. Si estos virus existen es por algo. En la naturaleza lo que no vale se elimina. Por modas nos hemos metido en el territorio de estos animales, y estamos consumiendo animales que están en contacto con los murciélagos sin ningún cuidado, lo que nos pone en peligro a nosotros mismos y a la biodiversidad de la que dependemos.

–¿El ser humano se ha convertido en un virus para el planeta?.

–No. Esa es otra paradoja. Decimos que el ser humano acabará con la vida en el planeta y no es así. Nuestro comportamiento nos conduce hacia una gran extinción. Pero la vida continuará. Decir que vamos a salvar al planeta significa en realidad que queremos salvarnos a nosotros mismos. Es cierto que somos terribles para muchas especies, como los chimpancés, orangutanes, gorilas, delfines, ballenas o muchos insectos como las abejas o las mariposas. La biodiversidad es algo maravilloso en la que todo tiene una función, desde un virus a un homo sapiens. Cuando eliminamos una pieza se produce un desequilibrio. Salvar esos animales nos permitirá vivir mejor. Conservar la biodiversidad es la clave de la supervivencia de la especie humana.

–La tecnología también presiona a la naturaleza. Usamos móviles que necesitan coltan que se extrae de minas del Congo, lo que lleva a seres humanos a invadir espacios salvajes.

–Efectivamente. Para que en la Amazonia se pueda explotar petróleo y sacar minerales de bosques tropicales del Congo, lo primero que se hacen son carreteras. Esas enfermedades que se habían mantenido aisladas e invisibles en animales salvajes, como el Ébola o el Sida, entran en contacto con seres humanos que no están adaptados. Lo que pasa es que un explorador que contraía el Ébola antes no tenía tiempo suficiente para salir de África y moría por el camino. Pero ahora en unas pocas horas puede estar en Europa. Estas explotaciones no sólo destruyen recursos sino que propagan plagas. Pero tampoco podemos volver a las cavernas. Lo que hay que hacer es diseñar estas explotaciones en términos de sostenibilidad. Quizás la pandemia sirve para que incluso los más negacionistas aprendan a utilizar otro tipo de estrategia.

–¿Cree que saldremos mejores de esta pandemia?

–Al principio del confinamiento, todo el mundo pensó que nos convertiría en mejores personas. Pero en paralelo, la gente organizaba casi razzias militares en los supermercados . Yo creo que el que siempre ha sido bueno seguirá siéndolo. Pero difícilmente puede haber un cambio de mentalidad a nivel general en cuanto a ciertas conductas más egoístas. Pero por dar un mensaje más positivo, al menos la pandemia nos ha hecho reaccionar y ver que la salida a esta y futuras pandemias y catástrofes son la ciencia y el conocimiento.

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