"El índice de separaciones y divorcios es mayúsculo"
Carol Marín | Psicóloga
Antes de convertirse en la protagonista de su libro, Punto y coma: el emotivo relato de una psicóloga con depresión (Alienta), Carol Marín (Sevilla, 1974) se vio de repente en el fondo de un precipicio en el que habían caído cientos de personas, parejas y familias que había pasado por su consulta. La psicología y la psiquiatría viven un auge en estos años posteriores a la pandemia. No dan abasto. La pandemia y los encierros obligaron a las familias a convivir y a buscar a sus amantes en los supermercados.
–¿Pero hay alguien cuerdo?
–Claro, afortunadamente, ¿no?
–... Lo que usted diga.
–Sí, claro, hay gente sana mentalmente. Todos tenemos algo. Nadie está exento de llevar heridas, pero no quiere decir que esas heridas te afecten en el día a día y que generes una psicopatología. Claro que hay también gente muy válida y muy cuerda.
–Ha dicho en una misma frase cordura y validez... ¿Quien no es cuerdo tampoco es válido?
–No, para nada. Lo que pasa es que una persona que tiene una enfermedad mental, dependiendo de cuál sea, tendrá una mayor o menor capacidad para adaptarse a las necesidades de la vida.
–¿El trabajo de un psicólogo consiste en persuadir al paciente?
–No, para nada. La psicología es una ciencia, una técnica. No persuado, redefino; le devuelvo al paciente la información que me da para que la elabore desde otro punto de vista.
–Eso es persuadir al paciente para que tome conciencia de palabras, de conceptos, ¿no?
–Pero no persuado...Utilizo técnicas para que la persona avance y comprenda de dónde nace los conflictos.
–¿Llega mucha gente a la consulta que se siente un autómata?
–Sí, muchísima. Lo llamo el síndrome del robot. Hay personas que van por la vida de puntillas. El ritmo de vida actual obliga a levantarte, ir a trabajar, dar lo mejor de ti, ser el mejor, porque uno tiene siempre se siente en la cuerda floja; y, luego, al llegar a casa, estás cansado pero también tienes que tener relaciones sociales; si tienes pareja, también tienes que cultivar la relación. Y llega un momento en que el cerebro se convierte en una entidad autónoma. Es por ejemplo lo que me ha pasado a mí. Voy a cumplir 48 y me digo, ¿y esos años cuándo han pasado?
–La angustia está emparentado con angustus, angosto, con la estrechez.
–A alguien que tiene angustia se le hace la vida muy estrecha. Creo que es lo peor que le puede pasar a un ser humano.
–¿Más que la ansiedad?
–Mucho más.
–¿Más que la depresión?
–Bueno, la angustia es un síntoma, es uno de los dolores más intensos, no deja ni respirar. La ansiedad. También es difícil la ansiedad. Pero hay más herramientas para la ansiedad. Es que la angustia...
–¿La angustia es miedo?
–Es todo un poco. Es sufrimiento en estado puro. Y no hay medicación que lo quite. Te levantas y te acuestas con ella. Para la ansiedad, sin embargo, la medicina ha avanzado mucho. Te ayuda a paliar la hiperventilación, el estado de alerta... Parece que te vas a morir, pero la ansiedad es momentánea. La angustia no, te entra y no se va hasta que no se va. Y se hace amiga tuya. No es que no puedas respirar, es que sientes que no vives.
–¿Se ha notado la pandemia en la consulta?
–Los psicólogos y psiquiatras estamos desbordados.
–¿Pero ha sido por la pandemia o la pandemia ha sido la gota que ha colmado el vaso?
–Hay de todo. La pandemia ha venido para decirnos que somos muy vulnerables. Cuando el ser humano repara en esa vulnerabilidad se queda sin sostén. La pandemia además nos ha creado una indefensión aprendida: hagas lo que hagas lo vas a coger. Nos metimos en casa, pero hasta en casa nos contagiábamos. La sensación de enfrentaron a esa desprotección nos ha dejado muy tocados.
–¿Ha afectado la pandemia a los matrimonios?
–El índice de separaciones y divorcios es mayúsculo.
–¿Por qué?
–Porque se encontraron.
–¿No es triste?
–Bueno, tengo historias tremendas. Había parejas que se veían en los cuartos de baños de los supermercados.
–¿En serio?
–Tengo historias muy inverosímiles.
–Dormir desde luego que no han dormido...
–Quedaban para hacer la compra. Los supermercados eras los centros de las citas.
–¿Son curables los celos?
–Tienen que ver con la persona, con la estructura de la personalidad. Nacen de una inseguridad. Eso da para escribir cien libros. Pero los celos se pueden gestionar de una forma saludable, mientras no se hagan patológicos. Es decir, mientras no necesites el control de la otra persona.
–¿Es curable el problema de la infidelidad en las parejas?
–No es que sea curable, es la toma de decisión de una parte de la pareja que rompe un compromiso. Yo ayudo a los matrimonios que han tenido una infidelidad y salen más reforzados. Hay parejas que se dan cuenta de que su relación ha terminado que, contentos después de rehacer sus vidas, me han invitado a sendas bodas en las que han sido incluso testigos el uno del otro.
–¿Qué le sucede a una mujer de más de 40 años, madre, ama de casa, que descubre que ha sido una superheroína toda la vida?
–Que no ha merecido la pena.
–¿Y qué hace?
–Se quita la capa.
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