“Lo importante es no perder la capacidad de emocionarnos”
Virtudes Olvera | Actriz y escritora
Virtudes Olvera (Granada, 1974) es una abogada (tuvo despacho propio) que trabaja de funcionaria en el Ayuntamiento de la ciudad de la Alhambra. También es actriz en el grupo de teatro Cutre Chou. Ha participado en varios cortometrajes y ha sido guionista. Ahora ha publicado su primer libro de relatos titulado ‘Pajaros mojados en un cable de luz’, en donde, con una prosa vivencial, les ha puesto voz a las miserias y al dolor humano. Ella cree que lo importante en la vida es no perder la capacidad de emocionarnos.
–Ha sido usted abogada, actriz de teatro, sindicalista… ¿y ahora se pone a escribir libros?
–Una vida puede ser muchas vidas a la vez. O una detrás de otra. Es cuestión de organizarse los afanes y las horas del día. A mí siempre me ha dado tiempo a estar en varios bailes. Y ahora que me enuncia esta lista de trabajos y aficiones, veo que lo que los iguala es la comunicación con el otro, las ganas de salir fuera y contar, porque en la vida todo es relato. Mi padre era un gran contador de historias y siempre tenía alrededor a un público deseoso de que empezara a enhebrar anécdotas y chascarrillos al calor de un vasito de vino mosto. A él he salido.
–Acaba de publicar un libro de relatos. ¿Es el género que le gusta de la literatura?
–Yo lo leo todo. Me gustan hasta los textos que se imprimen en los azucarillos. Pero el relato, en apenas unas páginas te abraza de golpe, te abofetea el alma y el estómago, se te prende a la piel y a veces, incluso, su aroma te acompaña para siempre. Es un género en el que los personajes, los ambientes y el léxico están muy depurados, esenciados diría yo. No debe faltar ni sobrar nada. Un buen relato es algo pequeño en el que se encuentran concentradas galaxias enteras.
–Usted nació en 1974. ¿Por qué ha esperado tanto para publicar?
–El refrán sentencia que nunca es tarde si la dicha es buena. Y la dicha está siendo mucha y hermosa. El libro acaba de llegar a su segunda edición, algo poco frecuente para un libro de relatos y para una autora novel. Dos de esos relatos son este curso lectura obligatoria del departamento de Literatura española contemporánea de la Universidad Guglielmo Marconi, de Roma, junto a textos de Eduardo Mendoza, Sara Mesa o Rafael Alberti. Por otro lado, tengo muy claro que yo no hubiera escrito los dieciocho cuentos de Pájaros mojados en un cable de luz con veinte o treinta años porque no tenía los aparejos necesarios. Han nacido cuando les tocaba nacer.
–¿Eso de escribir es una afición tardía?
–En absoluto, llevo toda la vida escribiendo. Soy niña única y de pequeña tenía que entretener muchas horas. Pintaba, leía, escribía y grababa mis propios programas de radio en el radio casete que había por casa. Siempre contando historias. Mi madre tiene el cielo ganado porque a veces, tengo que reconocerlo, me cansaba de escucharme a mí misma.
–¿Qué destacaría de sus cuentos? ¿Son para llorar o para reír?
–Como en la vida misma, hay de todo en un mismo relato. Podemos enterrar a una amiga por la mañana y celebrar un cumpleaños por la tarde. Las emociones que nos generan ambos eventos son distintas, pero verdaderas ambas. Lo importante es no perder la capacidad de emocionarnos, algo que los niños y las niñas dominan a la perfección. No debemos volvernos de corcho o de palo, somos carne.
–Además, les pone voz a las miserias y al dolor humano.
–Los personajes que transitan por mis historias son seres muy reconocibles, por lo que es muy fácil empatizar porque eres tú misma, o tu padre, o tu vecino de en frente. Al fin y al cabo, el título del libro hace referencia a que todos somos esos pájaros a los que la vida, en forma de tormenta, ha mojado las alas. Buscamos entonces el calor del resto de pájaros que andan más o menos como nosotros, mientras escampa el temporal. También buscamos algo a lo que agarrarnos, certezas que nos procuren el equilibrio necesario para no caer, un centro de gravedad permanente como decía Battiato. Cuando nos secamos, llega de nuevo el momento de volar.
–¿Usted ha sufrido usted mucho en su vida?
–No mucho. De momento todo discurre adecuadamente. O al menos eso es lo que me parece, una vez pasado por mi propio filtro.
–¿Qué le gustaría explorar más en la literatura?
–Hay veces que determinadas historias que están aún en mi cabeza piden otro tipo de encuadre. Llevo meses con un relato que me pide un diálogo puro entre dos personajes y entonces pienso en el teatro… De momento me faltan los rudimentos necesarios, esto de escribir es algo muy serio, pero igual llegará el día.
–Con tantas ocupaciones y aficiones que ha tenido y tiene, ¿le queda tiempo para leer?
–En las últimas semanas he leído poco porque he tenido muchos actos para celebrar la segunda edición. Pero siempre hay que guardar al menos el ratito antes de ir a dormir, que es como el vaso de leche que te daba tu madre: te calienta el cuerpo, te serena el alma y los buenos sueños llegan antes.
–¿Qué escritor ha sido su referente a la hora de escribir sus relatos?
–Primero tengo que citar a Rulfo y a Chéjov. Los tengo por todas partes en mi casa, necesito de su presencia, de su vocación de universalidad, de su enraizamiento con la vida, cada uno a su manera. Lógicamente también Cervantes. Luego están Carver, Katherine Mansfield, Cortázar, Carson McCullers… En fin, muchos y muchas.
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