"En la guerra hay muchas guarradas por todas partes"
jesús copeiro, Investigador de la Segunda Guerra Mundial
-Buscaba un documento en un archivo de Londres cuando se topó con el primer ministro.
-No sabía si era importante o no, pero estaba en una lista con documentos recién desclasificados en 1993, después de 50 años. Me dijeron que estaba retenido en préstamo permanente. Quería saber quién lo tenía, para ir a su casa a verlo, y me contestaron que estaba en el 10 de Downing Street. No me caí al suelo porque estaba sentado.
-Y aún no ha podido verlo.
-Me pregunto qué tendrá el documento para que los primeros ministros se lo vayan pasando unos a otros sin poder ser consultado.
-¿Por qué quedan todavía tantos secretos de la Segunda Guerra Mundial?
-No lo sé, pero una vez vi un documento que me dejó helado: los ingleses prepararon en el 42 un bombardeo sobre la población civil de una ciudad alemana un año antes. ¡Un año antes! Para meter miedo y forzar la rendición. En la guerra hay muchas guarradas por todas partes.
-España era neutral.
-Claro, pero Franco ayudó a los alemanes todo lo que pudo; tenía que pagarles de alguna forma su ayuda en la Guerra Civil. Cuando el Sarastone fue hundido en 1941 en Mazagón, dijeron que fue bombardeado por un cuatrimotor Focke-Wulf con base en Mérignac, en Burdeos, pero fue uno de los Heinkel 111 de la Legión Cóndor que quedaron en Tablada. Había allí pilotos y mecánicos alemanes encargados de su mantenimiento, y en sus vuelos, se acercaban a Huelva, echaban la bomba, se volvían y nadie se enteraba.
-Huelva era como la Casablanca de la película.
-Este era un país neutral, pero había ingleses y alemanes, y, aunque sea caricaturesco, jugaban al golf de día y por la noche cada uno estaba en su lado y se pegaban.
-Había malos y buenos.
-Aquí los malos eran los alemanes porque los que venían eran los barcos ingleses a por el mineral. El espionaje era de los alemanes, y el contraespionaje, la parte defensiva, de los ingleses, que debían defenderse de los sabotajes a sus barcos.
-Adolf Clauss era un espía de película.
-Era el más importante, activo e inteligente agente alemán del sur de Europa. Un tío muy listo. Hizo la I Guerra Mundial, ya como espía, y luego la Guerra Civil española, como traductor en la Legión Cóndor. Estuvo en tres guerras y salió vivo. Era un personaje brutal, se merece una película.
-¿Una frase para resumir el caso de William Martin?
-Una muy buena del prologuista de nuestro primer libro: "En la lápida de Huelva hay dos nombres y ninguno es el verdadero".
-La operación tuvo éxito y Hitler se la tragó.
-"Carne picada tragada entera", decía el telegrama que informó a Churchill. Lo que no sé es por qué no se ha trabajado más en cine, salvo la película El hombre que nunca existió, con Clifton Webb de protagonista, que era un poco pesada, lenta. Tardó tres años en ser estrenada en España, doblada en Sudamérica. Y el libro en el que se inspira no se publicó en España. Se ocultaba que Franco ayudó a los alemanes.
-¿La realidad supera la ficción?
-Efectivamente. Y hay muchas cosas que no se han contado. Los pesqueros españoles pagados por Clauss comunicaban por radio el paso de los barcos aliados y abastecían a los submarinos alemanes en la costa de Mazagón. Y los estibadores en Huelva echaban unas pelotillas falsas de carbón a la carbonera, como nueces de dinamita, que estallaban al echarlas en la caldera en alta mar; no es que el barco se hundiera, pero sí se paraba y quedaba descolgado del convoy para que los submarinos o los aviones se encargaran de rematarlo.
-La comunidad alemana era importante aquí.
-Los radiotelegrafistas que operaban en Huelva, avisando a los submarinos de la salida de los barcos para atacar, eran soldados del ejército alemán que vivían en las casas de sus compatriotas y se camuflaban como profesores de alemán, de piano... Toda la comunidad alemana ayudó a su país.
-¿Qué le mueve a un ingeniero a investigar historia?
-Vi la película con 15 años en Madrid y se me quedó grabada. Pero empecé en esto en los años 80, primero con un libro sobre ingleses y luego con el del espionaje en Huelva en la Segunda Guerra Mundial, que me llevó diez años. Entrevisté a muchísima gente de la época que todavía vivía, incluso con los protagonistas, los que ponían bombas. Lo bueno de estos libros es el testimonio, las anécdotas, que enriquecen y dan vida, y las fotografías que te proporcionan. Aunque no había internet en los años 80 y 90.
-Ahora es más fácil.
-A mí me gusta mucho trabajar el archivo y tocar los papeles. Me encanta. Así descubrí hace años que mis estornudos allí eran por alergia al polvo.
-¿Se sabrán un día todos los secretos de la guerra?
-Con el tiempo, creo que sí. Quizá debe pasar otra generación. Todavía quedan hijos, nietos... Dos generaciones, puede.
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