“Fernando Simón era muy respetado. Pero mintió y se convirtió en político”
Gabriel Heras | Médico Intensivista en el Hospital de Torrejón de Ardoz
Gabriel Heras es medico especialista en Medicina Intensiva en el Hospital de Torrejón de Ardoz. En febrero de 2014 creó el Proyecto Internacional de Investigación para la Humanización de las Unidades de Cuidados Intensivos (Proyecto HU-CI), que ya cuenta con 100.000 profesionales adheridos de 25 países. Además, acaba de publicar En primera línea (Península, 2020), donde relata su experiencia en la pandemia desde uno de los primeros centros sanitarios que se vieron desbordados por el estallido de la pandemia de coronavirus.
–¿Cómo llegó el Covid-19 a su vida?
–En la tarde del 26 de febrero, con la UCIllena, el Ministerio de Sanidad cambió las recomendaciones y dijo que hiciéramos el test del coronavirus a todos los pacientes con infiltrados pulmonares en la radiografía y no tuviéramos el patógeno filiado. Teníamos 16 pacientes y uno de ellos cumplía estos requisitos. Le hicimos la prueba pensando que sería negativa. A las dos de la mañana nos notificaron el positivo y se nos cayó la mandíbula al suelo.
–¿El paciente había tenido contacto con China?
–Era un señor de 77 años de Torrejón que no había hecho nada. No entendíamos cómo había llegado ahí al virus. A esa hora no había ni equipo directivo en el hospital. Los que estaban de guardia decidieron confinar la UCI y tomar muestras a todos los pacientes y al personal que tuviera sintomatología catarral. Tanto los pacientes como los compañeros dieron negativos. Pero al día siguiente ya ingresó otro paciente. Y a partir de la primera semana de marzo, se llenaron tanto la planta como la UCI.
–¿Cuándo se dio cuenta de que esto era algo más que una gripe?
–En la primera semana ya vimos que los casos se multiplicaron. Yo soy amigo del presidente de la Sociedad Europea de Cuidados Intensivos, que es italiano, y yo hablaba con él todos los días porque nos llevaban dos semanas de adelanto. El problema fue que el resto de hospitales de Madrid, salvo Valdemoro, no tenían casos, por lo que no nos creían.
–¿Qué opinaban en el servicio del mensaje que trasladaba el Ministerio de Sanidad?
–Fernando Simón es muy respetado por su currículum. Pero un día hizo unas declaraciones en las que dijo que cuando un profesional sanitario se contagiaba, se le hacía pruebas al resto. Eso es mentira. De hecho, yo puse un tuit diciendo que ya que no nos ayuda, que este señor no nos fastidie. Ese día dejó de ser médico para convertirse en político.
–Y llegó el 8-M. ¿Cómo lo vivió?
–Pues nos dijimos madre mía. Y no sólo por el 8-M, sino por todas las aglomeraciones. Vox convocó un acto Vistalegre, los partidos de fútbol... Yo soy del Atlético de Madrid y mi equipo fue a Liverpool esa semana. A ese partido le han achacado 47 muertos. Cualquiera que haya fomentado esos actos multitudinarios se ha equivocado. Y me da igual la ideología, porque el coronavirus es tan democrático como la muerte. Te afecta igual sin distinguir lo que seas.
–Con 16 camas, ¿cómo se adaptaron?
–Habilitamos lugares inverosímiles. Es algo de lo que estamos muy orgullosos. En momento de picos asistencial, llegamos a atender a 46 pacientes. Triplicamos la capacidad sin triplicar el personal. Imagine el sacrificio laboral.
–Pidieron auxilio y no se les escuchó.
–Totalmente. El foco de una pandemia no es el sitio más apetecible para que alguien vaya a trabajar. El hospital de Torrejón es de gestión privada y pertenece a Rivera Salud, que mandó a profesionales de otros hospitales que gestiona en Torrevieja o Vigo. Cuando llegaron fue como cuando aparece el Séptimo de Caballería en las películas. Pero al decretarse el estado de alarma, se volvieron a su casa, por lo que nos volvimos a quedar sin personal. Yo estaba esperanzado con el mando único de Sanidad. O viene gente de fuera a ayudarnos con material o mandamos pacientes a otras comunidades. Nadie contestó a esa llamada. Y a mí me consta que varios jefes de servicio que son amigos se ofrecieron a mandar personal pero los consejeros de sus comunidades no les dejaron.
–¿Cómo les afectó la falta de material?
–Como fuimos los primeros, teníamos de todo. Pero en la semana del 20 de marzo el Ministerio cambió las recomendaciones de uso de EPI. Esa misma semana, de nueve médicos caímos cinco. El cambio de las reglas del juego condicionó que nos infectáramos. Pero en nuestro hospital nos impusimos que ningún paciente muriera solo y que estuvieran acompañados por familiares. Para nosotros ha sido una cosa natural porque yo dirijo el proyecto Humanizar los Cuidados Intensivo (HU-CI).
–¿Qué siente al ver gente que incumple las normas o no lleva mascarilla?
–Estamos acojonados. Nos ponemos malos por sólo el hecho de pensar que puede volver a ingresar un paciente de coronavirus con una insuficiencia respiratoria y que hay que volver a vivirlo que pasamos hace dos meses. Estamos extenuados física y emocionalmente y necesitamos vacaciones y cargar pilas. También creo que muchos van a dejar la profesión porque no merece la pena. Por mucha vocación que uno tenga, cuando ve que la gente hace lo que le da la gana mientras te has estado jugando la vida, pues no hay derecho. Si esto es una labor de equipo, cada uno tiene que hacer su parte. Y muchos no lo están haciendo.
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