"No sé qué hay en contra de los finales felices"
-¿Le gustan las historias de ficción, sin tanta realidad, como dice un personaje de su novela?
-Depende.
-Lo digo porque en El año en que me enamoré de todas le atribuye el Pichichi de la temporada 82-83 a Pichi Alonso. Y lo consiguió el bético Rincón...
-¿Estás seguro de que eso es así? (lo comprueba en el móvil). A la segunda edición no vamos a llegar, pero en la tercera lo vamos a cambiar.
-Florencia. París. Montevideo. Hamburgo... Pone enseguida el cuentakilómetros en la novela...
-Es una historia de personas jóvenes, con erasmus, que viven experiencias nuevas y apasionantes...
-Muchas mudanzas para terminar cambiándose al piso de al lado...
-Así es la vida a veces.
-Usted también se fue a París, como su protagonista. ¿Huyendo de algo?
-Me fui a París para escribir. Me apetecía vivir en París.
-¿Sus modelos de escritura?
-Romanticismo, de Manuel Longares, es una de mis novelas favoritas y él un gran amigo. Leyó mi libro antes que nadie. Me ayudó mucho para retratar ese Madrid de época. Soy deudor de las novelas de Longares, Juan Marsé, Delibes, Almudena, Pisón y Mercé Rodoreda.
-El alumno se enamora de su profesora. El tema ya lo abordó Antonio Soler en El camino de los ingleses. No habrá apreciado plagio porque estaba en el jurado...
-No leí su novela. Vi la película que producía Antonio Banderas.
-Alumno y profesora juegan al tenis, como en Lolita, pero con los papeles cambiados...
-Lolita es insuperable. Pienso en ese libro todos los días.
-¿Por qué los compara con Monica Seles y Stefan Edberg?
-Me gustaba Edberg porque arriesgaba. No podía elegir un tenista conservador para una novela que arriesgaba tanto. Courier era muy conservador, nunca subía a la red, a mí me gusta subir a la red.
-¿El riesgo de meter una novela dentro de la novela?
-Si lo hubiera pensado no sale tan bien.
-Y con final feliz.
-No sé qué hay en contra de los finales felices. ¿A quién no le gusta El apartamento de Billy Wilder? Y acaba bien. ¿Qué pasa porque ganen los buenos?
-El protagonista es un periodista que trabaja en la agencia France Presse. Como el personaje de Señas de identidad de Juan Goytisolo...
-¿Más referencias?
-Tal vez el libro de Carmen Bazán, Una nueva vida es posible.
-Lo he visto en las librerías.
-Es la madre de Jesulín de Ubrique, que se encerró en las plazas de Aranjuez y de El Puerto sólo para mujeres el año en que se enamoró de todas.
-No soy tan friki. No sé de qué me habla.
-¿Cómo surge su vocación literaria?
-No soy de los que con cinco años ya leía a Kafka. Hasta los quince años sólo quería ser delantero centro del Barcelona y ganar la Copa de Europa. Me llegan libros como El camino de Delibes, Zalacaín el aventurero de Pío Baroja o La plaza del diamante, de Mercé Rodoreda y descubro que hay personajes capaces de conmover y de conmoverme, a los que conozco más que a muchas personas reales, mejor que a mis vecinos. Y sueño con escribir historias con personajes que permanezcan en la memoria del lector como permanecen en la mía Columeta, Emma Bovary o Holden Caulfield (de El guardián entre el centeno). Lo más importante de una novela es la historia. Sin historia no hay novela.
-¿Tiene razón Vila-Matas en que París no se acaba nunca?
-Le garantizo que sí la tiene. Camus es mi escritor y mi intelectual favorito.
-¿Un barcelonés escribiendo una novela sobre Madrid?
-Barcelona ya aparece en Los Baldrich y en La estación perdida. Conozco bien Madrid. Viví en la misma calle y en el mismo número que el protagonista. Cuando escribes ficción, es bueno que los personajes vivan en sitios que conoces, tomen café en bares que has frecuentado.
-La trama transcurre en 2005. ¿No se detuvo en el 11-M de 2004?
-He optado por una ficción sin hechos históricos. En gente que busca la felicidad con pocas cosas, que si algo tienen en común es que no tienen de nada y hay de todo.
-El periodista se hace pastelero. ¿Dando ideas?
-Buscaba un oficio que fuera más artesanal que artístico. Como es para mí la escritura, algo artesanal que no depende de la inspiración, sino de la constancia, del trabajo y de madrugar todos los días.
-¿La crema catalana de su libro es tan identitaria como Wifredo el Belloso?
-Es un tema complicado. Es un plato más francés que catalán.
-Parte de la acción la traslada al 92. ¿Cómo lo vivió?
-Fue un año muy importante por muchas cosas. Me enamoré por primera vez y el Barcelona ganó su primera Copa de Europa en Wembley.
-¿Vino a la Expo?
-Vino toda mi clase menos yo. Me castigaron o algo así.
-¿Los Juegos Olímpicos?
-Fui a los Paralímpicos en septiembre. Eran gratis.
-¿Estuvo en todas las ciudades de su novela?
-Sí, pero en la que más he vivido es en Montevideo. Siempre está en mis novelas. Sylvain estaba en La estación perdida un poco despistado y lo recuperé, lo indulté como en las Fallas.
-¿Qué aficiones tiene?
-El tenis, el cine y cocinar. El salmorejo sale en mi novela porque es uno de mis platos favoritos. Voy a correr todos los días.
-¿Incluso cuando está metido en una novela?
-Sólo un dolor de rodilla me lo impide.
-¿No le hace falta leer a Murakami para correr?
-No, pero lo entiendo.
-¿Ve su novela en cine?
-Tiene un punto Amélie.
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