"Soy un fan delirante de Alberto Ruiz-Gallardón"
José Utrera Molina. abogado
Este malagueño fue ministro en los gobiernos de Carrero y Arias Navarro. También ocupó el cargo de gobernador civil en Sevilla, Ciudad Real y Burgos.
–Manuel Alcántara en los versos de la entrada de su casa y en el prólogo de su libro Sin cambiar de bandera...
–Somos amigos desde los ocho o nueve años. Hablé con él y dice que está un poco triste porque ha cumplido más de ochenta años.
–¿Cómo descubrió Nerja?
–El que era alcalde me invitó a intervenir en un acto de aniversario de la muerte de José Antonio y yo tenía 16 años. ¿Qué pude decir yo con 16 años? Desde entonces me enamoré de Nerja, de un pueblo que conserva en el trasfondo su gracia y atrae a los extranjeros. Lo demás fue un préstamo de la Caja de Ahorros de Ronda.
–¿Sus destinos políticos son parte de su vida?
–En los tres sitios donde fui gobernador civil fueron naciendo mis hijos. En Ciudad Real, José Antonio, Margarita y María del Mar (esposa de Alberto Ruiz-Gallardón); en Burgos, Rocío; en Sevilla, Reyes, Victoria y Luis Felipe; y César en Madrid.
–Gobernador civil de Sevilla de 1962 a 1969. Muchos nombres en esa época: el gol de Marcelino, los asesinatos de los Kennedy, Massiel, la Luna, el mayo francés, la muerte de Belmonte.
–Lo de Belmonte fue antes de que llegáramos. Lo de los Kennedy sí lo recuerdo. La muerte del primero la conocimos al salir del cine. Fue casualidad, porque en ocho años en Sevilla debimos ir al cine tres veces.
–A usted lo hace ministro otro presidente asesinado, Carrero Blanco.
–Ese día estaba citado con el almirante. Habíamos quedado después del Consejo de Ministros para hablar del canal Sevilla-Bonanza. Salí de mi despacho y al llegar a Presidencia del Gobierno vi rostros de preocupación en mis compañeros. Cariacontecidos, entristecidos, maltrechos. Parece que estáis de duelo, les dije. No es para menos, me dijeron, acaban de matar al presidente.
–¿Lo recuerdan más como ministro o como gobernador civil?
–Si me deja que yo gobierne en mis recuerdos, los resumiría en una palabra: Sevilla. Allí puse y dejé lo que tuve de mí mismo. Guardo un recuerdo entrañable no sólo porque allí nacieran tres de mis hijos, allí hablé con toda la gente, incluso con los que estaban en posiciones muy distintas, como fueron los comunistas. Los únicos que de verdad se enfrentaron al régimen. Recuerdo a Saborido, con el que hablaba aunque no a mordiscos.
–El día que matan a Carrero se iba a iniciar el Proceso 1001...
–Lo recuerdo perfectamente. Era gente convencida de sus ideas, y he de reconocer que los únicos adversarios serios del régimen.
–Arias Navarro lo releva después del espíritu del 12 de febrero. ¿Lo mandó a los idus de marzo?
–Es que no éramos compatibles. Él hubiera nombrado ministro de la Secretaría General del Movimiento a cualquier otro, me nombró a mí por mandato y voluntad de Franco.
–¿Qué luce más, un yerno alcalde de Madrid o ministro?
–Es más importante ser alcalde de Madrid, y como alcalde Alberto ha sido sensacional. Dirán que la ciudad está endeudada, pero es otra. Si hablamos de Ruiz-Gallardón, tengo que declararme un fan delirante de Alberto. De su honradez profesional, de su valentía yo diría que temeraria. Lo conozco hace muchos años y lo primero que hizo fue alistarse a la Brigada Legionaria Paracaidista.
–¿Cuándo acaba el régimen, con el asesinato de Carrero o con la muerte de Franco?
–Cuando se muere Franco, aunque el Régimen estaba agonizando. Recuerdo que en los Consejos de Ministros me encontraba absolutamente solo.
–Como ex ministro de Vivienda, ¿cómo ve tanto desahucio?
–Cuando llegué a Sevilla, se habían producido las inundaciones del Tamarguillo. Hicimos 37.000 viviendas. Yo estuve desde el primer momento con gente que lo perdió todo. Pasé más de una noche con familias que metían a los niños en pensiones y los muebles en la calle. Lo de los desahucios me parece totalmente injusto, y no hago excepción de nadie, y me refiero a la falta de sentido y sensibilidad que han mostrado en muchísimas ocasiones las entidades bancarias españolas.
–¿Dónde se enteró de la legalización del PCE?
–Aquel Sábado Santo estaba con los legionarios en la puerta de Santo Domingo de Málaga.
–¿Sus relaciones con la Iglesia?
–Coincidió con el Concilio Vaticano II, tuve algunos roces en Sevilla con el cardenal Bueno Monreal, pero la relación fue buena. Bautizó a mis hijos.
–Su segunda cartera, la del Movimiento, pasó después a Herrero Tejedor, que murió en accidente de tráfico, a Solís y con Adolfo Suárez llega a su fin. ¿Se sintió traicionado?
–Más personal que institucionalmente. No tuve nunca la menor simpatía por la trayectoria política de Suárez. Como me negué a votar la Constitución por desacuerdo con el Estado de las autonomías, se encargó de llamar a todas las empresas en las que yo trabajaba como abogado y me dejaron en la calle.
–¿Es profeta en su tierra?
–En Málaga no han tenido nunca la menor consideración con mi persona. Recientemente el presidente de la Diputación me ha despojado del título de hijo predilecto de la provincia. Qué diferencia esta mezquindad con el trato de las autoridades y el pueblo sevillano. El anterior alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, me llamó y me dijo que si por aplicación de la Ley de Memoria Histórica retiraban ni nombre de la avenida Utrera Molina me traería personalmente los azulejos. No hubo lugar, pero se lo agradezco en el alma.
–¿Viajó al extranjero?
–Conocí Alemania entera invitado por el Gobierno alemán. A Italia muchas veces, incluidas la luna de miel y bodas de plata. Y en tiempos de Franco hice un viaje institucional a Irán en el final del Sha. A todos los que traté, incluido el primer ministro Hoveida, los fusilaron después.
–Quien fue ministro con Carrero y con Arias, ¿a qué presidentes valora de los que vinieron después?
–Aznar y Felipe González.
–Se atreve con la poesía...
–Un libro de sonetos titulado Me imagino que el mar no habrá cambiado. Los que piensen, con razón, que no valen gran cosa, han de saber que recibieron un elogio del Nobel Camilo José Cela.
–¿Intuyó Franco el final?
–Yo le dije que con el Príncipe el Régimen se acababa y me lo negó. No equivocarme me llenó de amargura. Al rey Juan Carlos lo respeto, pero sabe que no soy partidario suyo.
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