Mapa de Músicas | Isabel Dombriz. Pianista
"En pandemia tuve la mente más libre que nunca"
Sonsoles Ónega | Periodista y escritora
Con su característico flequillo y con unos vaqueros de corte palazzo. Así nos recibe Sonsoles Ónega (Madrid, 1977), una periodista que empezó su trayectoria profesional hace 25 años a las órdenes de Luis María Ansón y que ahora se cuela, cada tarde, en la pequeña pantalla con su programa en Antena 3.
Es la ganadora del último Premio Planeta de Novela, con su obra Las Hijas de la Criada, que cuenta con doble escenario: Cuba y la Galicia rural. En una de las firmas del libro se presentó una amiga, doña Letizia, la Reina.
Con ella hablamos en un hotel de Sevilla, ciudad a la que acude a presentar su último libro. Antes de responder toma un pequeño aperitivo. Aceitunas, patatas y algún fruto seco. Desde que desayunó bien temprano no ha probado bocado. El estómago se lo agredece.
-Como periodista que es, el origen de esta novela parte de una noticia...
-De un intercambio de niñas en un hospital de Logroño. Me pareció muy interesante periodísticamente. Luego, con los años, ellas supieron que habían tenido unas vidas que no les correspondían. Este suceso es el que enciende las ganas de construir una historia. Ahí empieza todo. Siempre estoy a la caza de una nueva narrativa en la realidad.
-Me imagino que a lo largo del día se topa con informaciones que dan para varias novelas...
-No siempre. Es verdad que estoy muy alerta. Lo que sí me gusta de todas las historias que contamos en la tele es comprobar lo diversa que es la vida de la gente. Por eso el periodismo enriquece tanto mi faceta literaria. Cuando muchas veces pienso que se me ha ido la mano con un personaje, viene el programa a demostrarme que se me podía haber ido más.
-Elige una época muy concreta, la de la pérdida de las últimas colonias de ultramar...
-Por Cuba siempre he sentido fascinación. La visité en los 90 siendo estudiante de Periodismo, cuando observaba la Habana con cierta tristeza por lo que ha supuesto el comunismo en cuanto a deterioro de su pueblo y ciudades. Mi primera novela se centraba en eso. Luego, tiene un claro hermanamiento con Galicia, que se percibe en los pueblos de esta comunidad. Siempre hay un pazo o la casa de un indiano que identifica al que se fue y volvió. La inmigración es una constante en la historia gallega. Eso tenía que aparecer reflejado en alguna novela. A ello añado la crisis del 98, que es un trauma del que todavía no nos hemos repuesto. Esa sensación constante de perdedores que sufrimos los españoles la seguimos arrastrando.
-¿Galicia es tierra de matriarcados?
-Creo que sí. Las mujeres siguen gobernando las cocinas y, por tanto, todo lo demás. Mi abuela era poderosa. Vivíamos en frente de otra casa en la que mandaba Dolores. La mujer gallega es dura. Ha padecido fríos y humedades. Es también tierra de meigas. En definitiva, de mujeres empoderadas antes de que se acuñara el término.
-En su libro está muy presente el poema Negra Sombra, de Rosalía de Castro. ¿Usted es supersticiosa?
-Es que si digo que creo en la negra sombra me dicen que estoy a medio hacer (risas). Para mí, forma parte del universo de mi infancia y adolescencia. Mi familia viene de una aldea gallega donde ocurren cosas extraordinarias. Las muertes se anunciaban con urracas picando en el cristal de las casas. Tuvimos como vecina a una meiga. Todo forma parte de un pack que va conmigo.
-Otra gallega que marca historia, Yolanda Díaz...
-Que pase a la historia como Emilia Pardo Bazán y Rosalía de Castro dependerá de ella. Ahora, tengo que decir una cosa, es la gallega más cariñosa que conozco, que mejor abraza y toca caras. Creía que eso era incompatible con el carácter atlántico y Yolanda Díaz me ha demostrado que no.
-¿La pasión por la literatura empezó a la par que la periodística?
-Desde pequeña recuerdo observando a mi padre con admiración, cuando hacía periodismo en casa. Después recuerdo haber querido escribir un libro y hacerlo. La tele sí es completamente circunstancial en mi via. Pensaba que, de ejercer el periodismo, lo haría trabajando en un periódico. Comencé de becaria en La Razón, a las órdenes de Luis María Ansón. Nada en mi vida ha estado muy diseñado. Luego estuve en CNN+ con un contrato de tres meses, que se hizo indefinido gracias a los malos horarios que aguanté por ser la más joven.
-¿Cómo se compagina la escritura con un programa de televisión diario?
-Diciendo que no a todo lo demás. Teniendo el coraje de cerrar la puerta cuando estás en casa y con un entorno al que no le debes explicar que no estás. Lo que sacrificas es la vida social. Hemingway dijo que los mayores enemigos del escritor son el teléfono y las visitas. Imagínate ahora con los móviles, las redes sociales y la mensajería instantánea.
-Hay un personaje en la novela, Jaime, que al regresar del extrajero experimenta un retroceso. ¿Muchas veces mitificamos lo de fuera?
-Sí, padecemos un poco de complejo. Siempre vemos más verde el jardín del vecino.
-He leído en alguna otra entrevista que no le gustan las etiquetas. ¿Cómo lleva lo de ser la nueva reina de las tardes?
-Pues un etiquetón malo. No me gustan los reinados porque te pueden derrocar. Me considero súbdita de un reino superior que es la audiencia, intentando hacer siempre un producto que se ajuste a lo que la gente quiera.
-Hablando de reinas, se le vio muy emocionada con la visita de doña Letizia...
-¡Vaya lío! Fue un gesto de amiga muy bonito. Era el día de las librerías. Ella tiene una potencia brutal en todo lo que hace e intenta con su presencia apoyar aquello en lo que cree. Fue un detallazo de una amiga, más que de una Reina.
-Cuando alguien recibe un premio como el Planeta, asume las críticas. ¿Estaba preparada para oír y leer de todo?
-Desde el 15 de junio de 2018, cuando empecé a hacer programas, estoy acostumbrada a leer comentarios. Algunos hirientes, otros constructivos. Unos merece la pena leer y otros, los desprecio. El problema de ciertas críticas que recelan de una determinada literatura es que pecan de una superioridad intelectual que no me interesa nada. A mí me preocupa el lector más llano posible. No escribo para intelectuales ni para críticos de ningún periódico, por muy de la élite cultural que sean. No me interesan nada.
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