“Me encanta pasar por la vida derrapando”
Entrevista a David Martínez Álvarez, 'Rayden'
David Martínez Álvarez, conocido en el rap como Rayden, (Alcalá de Henares, Madrid, 1985) afirma que aún está aprendiendo a leer, aunque asegura que se siente más cómodo con la novela que con la música. Las cifras le avalan. Más de 10.000 copias vendidas en la primera semana. Y pese a ello, para él “todo es muy volátil”, por lo que le pide a la vida “presencia”. Quizá por eso no se identifica con las descripciones y con escribir para gustarse, aunque le encanta “jugar” con la vida y adentrarse en aquello que le llama para dar un paso adelante. Como sus próximas aventuras: un corto como actor, y en abril, nuevo disco y nuevo libro.
–¿Cómo se pasa de las partituras a los textos y más alternando entre un mundo y otro?
–Tengo muchas inquietudes. Entiendo que todo lo bueno que me ocurre son accidentes, bonitos, pero accidentes, que tal como están se pueden ir, así que eso me permite jugar y dedicar toda la energía pero sin ínfulas. No es tan difícil y tampoco cambia tanto. Una cosa es escribir con una conceptualidad, pensando más en acordes y armonías, y en este caso es crear y deshacer conflictos. Escribir es como arrancarte puntas de la estrella de mar y que crezcan por sí solas en forma de personajes.
–¿La existencia de La mujer cactus y el hombre globo como novela parte la canción del mismo nombre o al revés?
–Primero se me ocurrió la novela, hice los dos personajes presentados en verso, y luego quise hacer la canción. Una futurible banda sonora de la novela, pero me gustó tanto que adelanté la canción, pero la novela no está inspirada en la canción. Esta cuenta una versión edulcorada de cómo se conocieron dos personas y la novela es la parte más visceral.
–Y la canción cogió tanta fuerza que llegó a temer por su libro, que era su idea inicial...
–Sí, yo vi que de pronto Frankenstein había cobrado vida y llegué a temer por la novela, pero ahora estoy tranquilo porque ha quedado más completa y no ha sido fagocitada por la canción.
–¿Cómo define su estilo?
–Es una capa, tras otra capa y tras otra capa. Si ves cada capítulo de forma individual todo tiene sus propias reglas, pero en conjunto lo entiendes. Juego mucho con las figuras visuales cuando presento a los personajes. Me encantan los pequeños detalles. No infravaloro al lector, creo muchos huevos de pascua para cuando se relea se encuentren cosas nuevas.
–Su capacidad para la improvisación le habrá venido muy bien para la novela...
–Sí, aunque me como mucho la cabeza y tardo mucho, pero me ha servido para confiar en la intuición.
–¿Ha descubierto con la literatura su vocación?
–Sí, totalmente. Yo empecé en la música obligado por mi grupo de amigos. Quisieron crear un grupo y yo, por no quedarme atrás, dije que escribiría las canciones, pero con la escritura he encontrado mi vocación.
–¿Y saltar de la poesía a la novela era paso obligado?
–No, lo que pasa es que creo que a nadie le ha sorprendido. Yo escribía cada vez más prosa poética, así que se iba notando la hechura.
–¿Qué le hizo llegar a más con la trama de este libro, por qué no con otra canción o con otro tema?
–Quizás porque merecía ser contada. Me parecía muy interesante contar como, en un lapsus muy pequeño de tiempo, dos personas que están en las antípodas al colisionar todo cambia. Y cómo cuando se sienten más señalados es cuando chocan y todo explota.
–¿Son todas sus canciones son susceptibles de convertirse en obras literarias, como le pasó a García Márquez con Doce cuentos peregrinos, que cualquiera de los cuentos podría haber sido una novela?
–Podría hacerlo con algunas, pero se me vería la fórmula y es algo que odio. En el momento en el que hago algo y me pone el pelo de punta ya sé que no puedo volver a hacer eso. No es mi idea expandir el universo de canciones.
–Cada capítulo tiene sus propias reglas y cada uno su banda sonora...
–Eso me gusta mucho, quiero que sea como mi firma y mi sello, pero no voy a hacer canciones novelizadas.
–¿Y cómo se ha tomado su público musical esta andadura literaria?
–Es el mismo público al que va dirigido, pero va a llegar a más gente porque considero que lo que les gusta son las letras. No tengo una gran voz, mi voz es de corista, cuando se mezcla con músicos, vale, pero lo importante es lo que se cuenta. Creo que no se han visto sorprendidos por esta forma de arriesgar, creo que lo han celebrado.
–¿Es el momento de reinventarse, por eso lo ha hecho o solo responde a esa vocación que ha descubierto?
–Responde a ganas, creo que es por eso por lo que, hasta el momento, me sale todo bien y es por ganas, no porque crea que ahora es el momento de hacerlo. Para mí cada disco, cada poemario y cada novela es una forma de reinventarme. De hecho ahora estoy rodando un corto del que soy uno de los actores.
–Toca todos los palos, es usted como un hombre del Renacimiento...
–Me encanta pasar por la vida derrapando. Soy una persona que juega, con todo el respeto y la humildad...
–¿A qué se refiere cuando habla de jugar?
–Pues que hay gente que no quiere materializar cosas por lo que llaman el síndrome del impostor, y hay quien se va al otro extremo, que piensa que es más de lo que es. A mí me flipa todo de la vida, creo que todo se puede llevar como herramienta a tu arte y, a partir de ahí, tardo lo mismo en pensar si lo hago o no que en buscar puentes para llevarlo a cabo. Así que cuando algún día eche la vista atrás, lo que va a quedar es que me he atrevido a hacer todos estos accidentes que me va trayendo la vida. Eso es el éxito para mí. No esperando que guste o venda, sino querer hacer algo y conseguir hacerlo.
–¿Piensa que por su carrera musical puede tener más detractores en la literaria?
–Seguro. En España el éxito de primeras no es bienvenido. Tienes que justificar, pero no puedo estar pensando en lo que opinen los demás, sobre todo porque lo hago con mucha sensibilidad y con mucho respeto. Trabajo y busco cómo hacerlo lo mejor posible.
–Tiene muy presente los prejuicios...
–Porque es lo que he vivido y porque siempre me he atrevido a salirme por la tangente, a trazar otras carreteras secundarias y a hacer camino aunque luego nadie lo quiera seguir. Me estimula. Sé que no seguir los pasos de otros puede levantar ampollas. Hay gente que lo puede ver como intrusismo, pero a mí no me afecta porque lo veo como parte del juego.
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