La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Entrevista a Javier Ruiz
El periodista Javier Ruiz Pérez (Valencia, 1973), que ha pasado por buena parte de las más importantes redacciones de España, profundiza en Edificio España: El peligro de la desigualdad, en la brecha económica que separa a unos españoles de otros actualmente. Utilizando un símil arquitectónico, divide el país en pisos que corresponden a las clases económicas: los ricos en el ático y los pobres en el sótano. Su obra es de interés general, pero su mensaje tiene algunos destinatarios evidentes: "La primera copia se la entregué en mano al gobernador del Banco de España".
-Utilizando el símil de su libro, ¿en qué piso vive?
-Vivo claramente en el ático social, pero no es lo mismo vivir en la entrada que en el último piso del vértice de la pirámide. Ninguno somos conscientes de que estamos mucho más arriba de donde creemos. La gente no sabe cuanta gente hay abajo.
-¿Nació en ese piso?
-No. Mi familia paterna son mineros y viven en el sótano social. Mi familia materna son camioneros. Yo soy hijo de becas y de ayudas. Eso me ha permitido subir varios pisos. Ahora mismo el acceso a la educación está casi blindado. En Andalucía, por ejemplo, hay centros en los que los hijos de los ricos se juntan entre ellos y a conectarse entre sí. La fiscalidad se está rompiendo y la educación se está cerrando. Los ascensores sociales se están averiando.
-¿Los que viven en el ático son los que mandan?
-Hay dos niveles de poder. En uno están los que mandan de verdad, que viven en el pico de la pirámide, son el 0,1% y se pueden comprar la política, la libertad de expresión o los medios de producción. Y luego están los que ejecutan o parecen que mandan. Por ejemplo, hay ciertas políticas que responden a intereses.
-¿Es posible vivir el sueño americano en España?
-Hay una cosa que envidio de allí: la excepción ocurre con cierta frecuencia. Las grandes fortunas estadounidenses de hoy no existían hace 25 años. Hablo de Microsoft, Google, Apple o Facebook. En cambio, aquí en España, los grandes apellidos son los mismos desde el franquismo. Hay una excepción y a ella acuden todos los amantes del liberalismo: Amancio Ortega. El problema es que hay uno.
-Dice que el edificio se construyó en 1975, pero los materiales parecen anteriores.
-Totalmente. Los materiales son previos: el cemento, la columna, el solar,... Todo es heredado. El sistema roto que tenemos de herencias. Por ejemplo, si te apellidas Botín ya naces con 40.000 millones de ventaja. La riqueza de tus abuelos y padres genera inercia. Hemos decidido que cobrar por las herencias por encima de un determinado nivel es inmoral. Lo inmoral es que una persona 56.900 millones de ventaja como tiene Marta Ortega. Es demasiada ventaja. Creo que hay que tener un impuesto de sucesiones con unas exenciones enormes para todos aquellos que sólo heredan la casa de sus padres, por ejemplo.
-Pero muchos gurús de la economía hablan de la necesidad de atraer millonarios.
-Nunca ha habido un sitio tan bueno como este ni un momento como este para ser millonario. Ahora pagan menos de lo que han pagado jamás. No sólo pagan menos, sino que hay un discurso muy violento contra que paguen un poco más. Roosevelt, conservador americano, puso un impuesto a las grandes fortunas del 80% y Nixon el 50%. Y no pasaba nada. Y era la cuna del capitalismo. Y esas mismas tasas estaban en Francia, Reino Unido o Japón.
-Pasemos a los mitos: ¿los pobres votan a la izquierda y los ricos a la derecha?
-Se cumple medio mito. El del que los ricos votan a la derecha es verdad en tres de cada cuatro casos. Y el de los pobres, es verdad en uno de cada dos. Hay diferencia entre el 75% y el 50%. La fidelidad de voto es mayor cuanto mayor es el nivel de renta. Además, los que tienen dinero nunca faltan a votar.
-¿Los pobres no votan?
-Tenemos una enfermedad que es la desigualdad y muchos síntomas. Uno de ellos es el populismo. Cuando tienes a gente que no tiene para vivir, esa gente no tiene interés para votar y no confía en el sistema. Al final, ocurre que alguien engarza una idea que les hace creer que hay magia ahí fuera y los engancha. Y, de repente, votan. Me preocupa el agujero negro de la democracia de gente que la estamos dejando atrás en términos económicos y políticos. La desigualdad no es una preocupación ni de rojos ni de pobres. No tiene sentido que haya millones de personas que no pueden comprarse un libro. Para los panaderos es rentable que la gente pueda consumir. Y para los vendedores de pisos es rentable que los panaderos ganen dinero. Y para los vendedores de yates es bueno que les vayan bien a los vendedores de pisos. La desigualdad no es rentable ni para los ricos.
-Otro mito: ¿existe la clase media?
-Es un concepto menguante. La clase media es el colchón social. La gente que no tiene nada, tampoco tiene nada que perder. Y eso lleva a la inseguridad. La desigualdad es el germen de la inseguridad. Si no tienes para comer, lo siguiente que puedes hacer puede ser robar. Actualmente, paro y divorcio pueden llevarte a la pobreza. Eso es muy llamativo. Igual que el dato de que el 55% de los hijos de los obreros también morirán siendo obreros. No hay progreso social en dos generaciones. Eso es muy duro. La pobreza se hereda. En cambio, si naces en el ático social es difícil caer.
-¿Vamos camino de un estallido social?
-Espero que no y que no llegue nunca. Si llegamos, hemos fracasado como sociedad. No estamos cerca, pero nos acercamos a una velocidad preocupante hacia ello.
-Para acabar, hábleme de los que empiezan: ¿qué papel juegan los jóvenes en este edificio?
-Son conscientes de que son la generación estafada. Han hecho todo lo que se les dijo que tenían que hacer y se han preparado mejor que nunca. Tienen carrera, idiomas y posgrados. Y, cuando ha cumplido toda la parte del contrato social que le correspondía, ha llegado a un sitio en el que le dicen 900 euros con suerte y contrato si tienes mucha suerte. Han invertido su vida y reciben migajas. Creo que esto explica también que no voten y que no se les oiga. Si tuviera que darles un consejo, les diría que estudiasen y votaran. ¿Por qué hay un debate tan fuerte sobre las pensiones? Porque los pensionistas votan. Si los jóvenes votasen, los partidos los escucharían y obedecerían.
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