“Hay que ser lo que uno es, porque para el reggaeton ya está todo el mundo”
Entrevista a Fondo Flamenco
“Somos de barrio”. A gala lo llevan Alejandro Astola, Antonio Manuel Ríos y Rafael Ruda (Fondo Flamenco). Si la humildad es la baza del éxito, ellos son la prueba. En una profesión de divos, ellos responden con esencia, raíz y pureza desde su arte de barrio.
–Tras nueve años sin trabajar juntos, Fondo Flamenco vive un resurgimiento. ¿Es un hola o el adelanto de un adiós definitivo?
–Ha sido una sorpresa también para nosotros. Nos fuimos con unas necesidades artísticas que ahora están bien saciadas, queríamos hacer música por separado y lo hemos hecho. Tras eso quisimos unirnos para despedirnos definitivamente y, como dices, el adiós se ha convertido en un hola y de manera natural, porque nos lo ha pedido el cuerpo. La magia ha salido. De las cenizas ha salido la hoguera.
–¿Cómo han madurado?
–Ha sido muy distinto profesionalmente. Cada uno ha aprendido por su camino. Aprendes producción, a crear más y a valorar otras cosas como la sencillez. Cuando explotas como artista todo te lleva muy lejos, pero al final lo que cuenta es que te lleve la gravedad al mismo sitio y aquí estamos, haciendo flamenquito.
–Pero, ¿por qué decidieron parar en su momento?
–Por inquietudes musicales, por no seguir destrozando las nuevas creaciones. El público, en ese momento, había dado claras señales de que no estaba muy por la labor de que comenzáramos a abrir las alas ni que navegáramos para otras direcciones, así que se decidió dejarlo en ese lugar, que era un buen lugar.
–¿No fue por desavenencias personales?
–Eso lo ha creído mucha gente pero no es así. Hemos seguido juntos todo el tiempo que nadie nos ha visto.
–O sea, que el mercado no estaba preparado...
–Una de las veinticinco leyes inmutables del marketing es que no puedes cambiar algo que está establecido. Si le has dicho a la gente que eres una cosa, y de repente te conviertes en otra, difícilmente conseguirás que lo acepte, y tampoco estamos aquí para educar al público. Simplemente para hacerlo disfrutar, ese es el papel de la música.
–¿Y ahora?
–Pues se ha dado el caso de que estamos preparados para darle a la gente lo que quería escuchar y nosotros entonces no teníamos ganas de dar, pero ahora sí. Se han alineado los planetas, las canciones han seguido sonando y, al satisfacer ya nuestras inquietudes, aquí estamos de nuevo juntos, creando, como niños...
–2020 fue un revulsivo para Fondo Flamenco...
–Coincidía en que era el 15 aniversario de la salida de nuestra maqueta y por ahí empezamos a hilar. Un día decidimos hacer un directo por redes y estuvo bastante bonito. Se juntaron unas cuantas de miles de personas tras las pantallas y eso nos motivó a volver.
–¿Qué tienen que ofrecer?
–La raíz de donde venimos y la alegría.
–Una década después, ¿cómo han encontrado el mundillo? ¿Hay un hueco para ustedes sin llenar?
–Se ha globalizado todo un poco. Hay mucha electrónica. Todo el mundo canta de la misma manera. Hay poca cultura local. La gente no suele reivindicar lo que viene de su tierra, ni en lo que se ha criado. Ni que decir tiene que todo es respetable, pero para diferenciarse ahora mismo y desmarcarse hay que ser localista. Y más localista que Fondo Flamenco, tan de barrio, no hay nada. Hay que ser lo que uno es, porque para el reggaeton ya está todo el mundo.
–Están dando respuestas y las están encontrando...
–La verdad es que no es que hayamos buscado hueco, es que nos hemos quedado solos en este hueco. Se ha ido todo el mundo, no hay ni un arma ya. Y el público ha demostrado que tenía ganas de jarana. No es que estén hartos, porque consumen, pero parece que echaban de menos algo de pureza.
–El flamenco ha sido durante años muy comercial, pero ahora hay otros sonidos. ¿Qué ha pasado?
–Ahora los niños no se ponen a jugar delante del cajón o de la guitarra. Ahora se ponen a jugar delante de máquinas y las canciones que les salen son electrónicas. El juego es el mismo, pero las herramientas son distintas, por lo que salen otras cosas al tener influencias distintas. Nosotros estábamos influenciados por la guitarra, el cajón y las palmas, y ahora las nuevas generaciones lo están por el latineo, lo yanki y esas cosas.
–Muchos artistas critican el contenido de las canciones de hoy. ¿Qué supone para ustedes la letra?
–Tiene un papel muy importante, es la fantasía que estás contando. Hay que darle un respeto y mimarla. No es solo poner una gracia y difamar. Nosotros siempre hemos contado historias, hemos sido de expresar sentimientos y estos, si son de verdad, llegan. Y, normalmente, cuando lo pones todo sale una buena canción.
–¿La inspiración llega cuando quiere o cuando puede?
–La forzamos hasta que se puede, pero a veces cuesta. Si quieres, puedes. Es cierto que ahora navegamos con canciones que tienen su tiempo, pero la creatividad se sale siempre por algún lado. Si no estás en el escenario el foco no ilumina. Te tiene que coger con la guitarra en mano y tu colega al lado.
–No hacen colaboraciones...
–No nos gustan, sobre todo como se hacen ahora. Las compañías te dicen con quién colaborar. Si hacemos las que queremos puede que no reporten, pero sí aportan.
–Entonces, ¿hay mucho interés creado?
–Es la primera carta de la baraja. Se hacen por eso.
–¿Codirigen mucho las carreras las discográficas?
–También hay artistas que por sí mismos buscan la aceleración para coger más números en el mundillo, pero eso es una lucha absurda en la que no nos gusta entrar.
–¿De casta le viene al galgo?
–Nos metieron el gusanillo. Nadie de nuestra familia vivía de esto, de hecho de pequeños no pensábamos que se viviera de esto y ya ves... cuando lo descubrimos....
–...llenan con miles de personas el WiZink Center de Madrid.
–Nos sentimos maravillados. Orgullosos. Saber que somos el tren que lleva las canciones a su puerto, que ya empiezan a volar solas y que llegan a una generación que no nos ha vivido, ha sido de lo más fuerte que hemos experimentado. Es magia.
–¿Cómo se sobrelleva el éxito?
–Nos ha ayudado no separarnos nunca de nuestra familia y amigos de toda la vida. Por mucho que logremos siempre vamos a ser los mismos mierdecillas del barrio. Es maravilloso ser un mierdecilla (risas).
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