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“España ha perdido su identidad musical”

Entrevista a David Palomar

El cantaor David Palomar. / Juan Carlos Vázquez Osuna

David Palomar (Cádiz, 1977 www.davidpalomar.com) dice que su música no encaja en algunos festivales, pero ya tiene un merecido hueco en la Bienal de Flamenco de Sevilla. El cantaor, que no duda en criticar a los Latin Grammy porque no catalogan como deben el flamenco y eso “confunde”, graba su impronta con una mirada social muy profunda en su arte, no ha perdido la ilusión y asegura que le encanta “contagiar su alegría”, algo que sin duda consigue.

–Del Carnaval al flamenco, ¿qué mano se corta que no le duela?

–Un niño de Cádiz lo primero que tiene es el carnaval. Es nuestro folclore, pero me fui enamorando del cante flamenco. Tuve que elegir porque son cosas distintas, hay diferencias en la manera de cantar y de interpretar. Cambiar de disciplina fue algo natural, no trágico.

–¿Qué hay de Cádiz en usted y en su trabajo?

–Soy muy sensible y me duele mucho lo que pasa a mi alrededor. Siempre hay un grado de compromiso. Me gusta volcar y trasladar mi alegría gaditana a la gente, que contagie.

–¿Y de usted en su trabajo?

–Cuando hay algún tema que afrontar y vigente como pueden ser la inmigración, la violencia de género o todos los conflictos bélicos, me roza. Mi personalidad y mi forma de hacer flamenco tienen sello propio. Se identifica muy bien mi manera de hacer las cosas o cuando suena algo mío.

–Es cierto que el espíritu social está muy presente en sus temas, algo no muy común hoy día. En su disco 8 Miradas da buena cuenta...

–Parte de culpa puede tenerla el sistema educativo. Está anticuado. No se dan cuenta de que al final hay que generar buenas personas para que una sociedad vaya bien. Después, en la parte de formación o de especialización, ahí sí deberían de mirar más las vocaciones y las armas de cada alumno, pero yo creo que en los primeros años no debería haber tantas horas de escuela porque se saturan, pero sí se debería enseñar más ética y moralidad

–¿Ese desgarro, ese sentimiento que tiene al cantar y exponer los temas es el que le conecta con el público?

–Yo pienso que sí. Hay de todo un poco. Esa es una parte de mí que está ahí, pero también a la gente siempre le ha gustado mucho mi desparpajo. No me da vergüenza decir cosas. No pienso en los prejuicios. La gente se queda sobre todo con mi alegría.

–¿Entiende el flamenco sin compromiso?

–No lo entiendo. No entiendo ningún arte sin compromiso porque creo que los artistas estamos abocados a colorear, a ser altavoces. Tenemos que educar también con la música. Tenemos que concienciarnos.

"Los artistas estamos abocados a colorear, a ser altavoces. Tenemos que educar también con la música”

–Ya afirmó que “toda evolución tiene que ir unida a una revolución”...

–Y nos tenemos que rebelar. Por eso digo que esto viene desde abajo, desde la enseñanza, porque al final si nos conformamos con lo que tenemos no estamos generando libres pensadores. Es fundamental para que todo funcione.

Volvieron los colores es un canto a la salud mental.

–Correcto. La gente que sufre falta de salud mental cae en un pozo tan profundo y tan negro que te lleva a pensar que nunca vas a salir. Mi optimismo es decirles que volverán a ver los colores y a ver la luz.

–Un 37% de la población padece algún problema de salud mental. ¿Le damos suficiente importancia?

–Cada vez le estamos dando más. Antes era un tabú ir al psicólogo o al psiquiatra, pero sigue sin haber facilidades. Falta más Seguridad Social, no todo el mundo puede costearse el tratamiento privado. Hay mucha gente que necesita tratarse, que están en peligro de exclusión y que no pueden gastarse el dinero. Si a duras penas pueden pagar comida, cómo van a pagar a un profesional. Esto es algo serio y me atrevería a decir que está a niveles de enfermedades como el cáncer.

–¿Habla de sí mismo con este tema?

–Yo depresión como tal no he vivido, pero sí episodios de grandes tristezas. En tu interior piensas qué pasa aquí, quién ha apagado el interruptor de la alegría, por qué ha pasado esto... Si yo soy un tío sano y hago deporte, no consumo drogas y no tengo este nivel de tristeza, ¿por qué? Los artistas siempre estamos buscando picos, explosiones. El que es creativo, cuando encuentras una melodía, una frase o una idea nueva, después de haberlo encontrado y haberlo proyectado, te genera un vacío con el que te preguntas: ¿y qué hago yo después de esto? Yo, afortunadamente, no me he medicado nunca, pero después de escuchar a Ángel Martín quedé tan impactado que fue una de las motivaciones para hacer la canción.

–De sus más de 25 años, ¿qué lectura hace?

–Sigo enamorado del flamenco por encima de todas las cosas. Es un arte que me tiene enganchado, creo que he seguido el proceso natural del desarrollo, aunque pienso que me queda mucho por aprender. Cuando descubres la inmensidad inagotable que es el flamenco te entra como una angustia que te supera, pero después lo pienso y me digo a mí mismo que lo que hay que hacer es disfrutarlo, vivir tu parcela y tu manera de verlo. Mi balance es positivo, pero lo de alrededor es la parte más negativa. El flamenco siempre se está sosteniendo a duras penas. Las instituciones y los medios comerciales no le prestan la atención que merece. Cuando vas a otros países sí ves que cuidan su música, pero España ha perdido su identidad musical. España es flamenco por encima de todas las cosas, después hay un pop-rock muy bueno, una canción de autor muy buena, etc., pero no se ha protegido el flamenco. Ahora se intenta un poco, pero no es suficiente. Volvemos otra vez al colegio, no se entiende que dentro de un trimestre el flamenco no esté impartiéndose. En Andalucía eso no tiene perdón de Dios.

–¿A nivel industrial el flamenco también es, como asegura, un “altavoz de la realidad”?

–A nivel industrial el flamenco ha crecido en cosas y ha perdido en otras. Los circuitos que hay son los que son. Si quieres sacar los pies del tiesto y avanzar tienes que hacer otras cosas. Como te quedes en el flamenco tradicional te puedes morir. No solo no hay avance, no hay un buen desarrollo comercial ni estético, te ahogas. Cada artista tiene que buscar su manera dentro de su identidad

–¿Qué le debe al flamenco y qué le debe este a usted?

–Yo siempre estoy soñando. Le debo coser un buen disco de tanguillos de Cádiz o un antológico. Me veo con esa obligación. Hacer un buen disco por alguien de Cádiz con el sello que hay que hacerlo, pero el flamenco a mí no me debe nada, al revés. Yo le tengo que agradecer que tantos maestros hayan mantenido la tradición y haya llegado hasta nuestros días para yo disfrutarlo.

–¿Ya no se puede hablar de purismo en este arte?

–Ese debate está antiguo ya. Dentro de la tradición hay maestros que eran modernos. No existe el purismo, existe la tradición, y eso me encanta. Y también los mestizajes bien hechos. Algo bien hecho es lo que transmite.

–¿Cómo hay que llegar a la gente joven?

–Pues no lo sabría decir. ¡Veo tan poca personalidad en la gente joven y que consume una música tan pobre para mi gusto! Aunque, ¡ojo!, también hay buenas cosas. Están con el tiktok y todo eso, así que los tienes que convencer en lo que dura una historia. La gran parte se enamora de la base rítmica y de la melodía, pero a las letras ni les echan cuenta. Y ya ves, lo más importante es lo que se cuenta.

–¿Cómo vas a sorprender en la Bienal de Flamenco?

–Me tiene loco perdío y muy orgulloso. Me lo quiero tomar como un bolo más para estar tranquilo. Es un espectáculo muy flamenco, pero a la vez tiene unos tintes contemporáneos en el concepto y creo que va a ser un trabajo bueno. Estoy poniendo mucho de mi parte, tengo mucha ilusión y muchas ganas. Va a ser potente escénicamente y voy a estar muy solo en el escenario, pero eso es un gran reto para mí.

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