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"España es ahora una fotografía mal enfocada"

Máximo Huerta | Escritor y Periodista

Acaba de publicar 'Adiós, pequeño', una novela con la que se sumerge en su infancia y relata sus primeros años en el seno familiar

La obra ha sido distinguida con el premio Fernando Lara 2022

En la entrevista repasa los vicios de esta época, da una pincelada sobre la situación del país y elogia el silencio

Máximo Huerta. / José Ángel García

Máximo Huerta (Utiel, Valencia, 1971) acaba de presentar su nuevo libro, Adiós, pequeño, editado por Planeta y que ha recibido el premio de novela Fernando Lara 2022. Dicen que es la más dura de sus narraciones por "enfrentarse a su propia vida".

Un regreso a Buñol, la Arcadia de aquellos primeros años de quien ha sido presentador de televisión, ministro de Cultura y un elogiado escritor que logra con esta obra que el lector regrese a su propia infancia.

La entrevista se desarrolla en una calurosa mañana de julio. El termómetro marca los 40 grados en la calle. El aire acondicionado lo hace todo más soportable.

-Comienzo con una confesión. He empezado a leer su libro y me ha invadido la nostalgia...

-Los libros tienen que ser espejos para los lectores. A veces cóncavos y convexos o que nos reflejen como somos. El caso es que si el lector lo abre y se ve en él, es un libro que ha llegado a destino.

-Su empiece es un amarre emocional para el lector: "Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido"...

-Es que me gusta pensar en nuestros padres y madres cuando eran hombres y mujeres libres. ¿Dónde fueron a parar sus frustraciones y sueños? ¿Qué habría sido de ellos? ¿Qué habría sido de mi madre si no hubiera entrado, como es el caso de esta novela, en la historia de un matrimonio en el que se vieron obligados a vivir juntos?

-Permítame que le diga que en su novela observo un cierto eco lorquiano. Esos silencios tan de Bernarda Alba...

-El silencio son los ladrillos que han construido un montón de familias, un silencio fundamental para que, de puertas para fuera, nadie se entere de nada. Lo que pase en casa se queda dentro de ella. El silencio ha sido necesario para sobrevivir.

-Vivimos en un ruido constante. Usted mismo dice en uno de los capítulos que el silencio no está lo suficientemente valorado...

-Vivimos en una sociedad muy dispersa, con mucho ruido, con demasiada prisa. Y creo que la tranquilidad, la lentitud y la pausa son necesarias para disfrutar más, como se hacía antes, cuando todo iba de forma mucho más lenta. Es algo que atesoraban los pueblos. La lentitud debería ser una nueva virtud.

"Vivimos en una sociedad muy dispersa, con mucho ruido. La lentitud debería ser una nueva virtud"

-La globalización quizás vaya contra ese principio...

-La globalización nos hace corredores de vivencias, runners. Vamos con prisas no sé a dónde. Tenemos prisa por consumir todo. Lo queremos todo rápido y ya. Y no hay que tener prisa porque, al final, no hay nada agradable.

-En uno de los capítulos dice literalmente: "Busqué durante mucho tiempo el glamour en el brillo de los focos, como si esas luces hicieran la figura más alta, cuando lo que dibujaban era una sombra más larga". ¿Hay brillos mediáticos que son espejos deformes?

-Sí. Hay brillos mediáticos que no es que descubran a gilipollas, sino que los alumbran. Yo estoy más por la luz de la velita, de la candela o de la lumbre. La luz cercana de casa. Entiendo que esos focos y luces de grandes neones deslumbran, pero deslumbrado no te caes, tropiezas.

-También defiende en su nueva obra que los niños de la guerra y adolescentes tras la contienda tienen "la resistencia de la tierra". ¿Esa generación no ha estado lo suficientemente reconocida en nuestro país?

-Esa generación es la de nuestros padres y abuelos. Esos hombres y mujeres han sido invisibles en la literatura. Es hora de que en una novela se hable de ellos, de cómo eran: fuertes, firmes, silenciosos, que lo único que necesitaban era vivir, porque es lo realmente importante. Me parece un gran homenaje.

-¿Y qué podría decir de la generación actual, a la que han llamado de mil formas?

-Puff. Ando un poco perdido en eso. Pero más allá de los problemas profesionales que sufren, creo que hay malos referentes... Es que un influencer no puede ser un referente.

-¿Un influencer dejará huella en la historia?

-Ninguna. Dejará huella en la cuenta corriente, pero no en la historia.

-¿Nunca se ha sentido tentado por la exposición en las redes sociales?

-Las utilizo con cierto grado de diversión y con un uso racional para dar a conocer mis novelas. Ya está. No soy esclavo de las redes sociales.

"Hay brillos mediáticos que no es que descubran a gilipollas, sino que los alumbran"

-¿Buñol es para usted la Arcadia o "aquel lugar donde no se debe volver para corregir el pasado"?

-Si de pequeño los pueblos te molestan porque te sientes demasiado grande y se te quedan pequeños, con el paso de los años se transforman en tu Arcadia, en la que la mirada del mayor se convierte en el Salvatore de Cinema Paradiso. Entiendes el porqué del pueblo y todo lo vuelves a ver de una forma más bella.

-Confiesa que su gran fracaso no fue el Ministerio de Cultura, sino el no haber sido reconocido en su infancia como pintor. Con una breve pincelada: ¿Cómo pinta España ahora?

-Confusa. España es ahora una fotografía mal enfocada.

-Pero, ¿por parte y parte o sólo por un tipo de enfoque?

-Desenfocada. Creo que ni el ciudadano sabe ahora cómo enfocar la situación.

-Por cierto, ¿retomó la pintura?

-Nunca la he dejado. Mi madre me llevó a una academia. Para mí, la pintura es como hacer yoga, me relaja.

-¿Se atrevería a rebatir a Rilke con aquello de que "la infancia es la auténtica patria del hombre" o seguimos manteniéndolo?

-Lo podemos mantener y añadir que la infancia, pese a durar tan poco, es eterna y la mitificamos, que es lo que no me gusta. La memoria es muy novelera y la hemos ficcionado demasiado.

-¿Por qué recomendaría a alguien que leyera este libro en vacaciones?

-Porque es un espejo de sus padres y sus abuelos. El lector encontrará su historia y la de su familia en esta novela.

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