“Las pasarelas de moda se han robotizado. Sólo hay delgadez”
Clara Zamora Meca | Historiadora del Arte y escritora
Acaba de publicar un libro en el que repasa la trayectoria de los diseñadores Victorio & Lucchino
Reclama que la moda se estudie como disciplina artística
Clara Zamora Meca nos recibe en la casa que posee en el Prado de San Sebastián. Una vivienda muy luminosa por cuyos amplios ventanales entra el sol de un otoño disfrazado de primavera, como el colorido vestido que luce la entrevistada.
Doctora en Historia del Arte, coordinó en 2003 la exposición sobre los 25 años de Victorio & Lucchino. Ha impartido clases en las universidades de Sevilla y Córdoba y también ha ejercido de asesora artística en la formación de colecciones privadas.
La entrevista se desarrolla en el salón principal. Sobre una mesa, ha dispuesto limonada y bombones para el periodista y el fotógrafo. Su perro no se separa de ella. En sus manos sostiene en todo momento el libro que acaba de publicar sobre los diseñadores sevillanos: Victorio & Lucchino. Arte y seducción (Declara Editores).
–Esta obra es fruto de la pandemia...
–Hace años que me surgió la idea. Incluso hubo firmas editoriales interesadas en que la obra viera la luz, pero lo cierto es que no fue hasta los meses de confinamiento cuando tuve tiempo para dedicarme a fondo a este trabajo.
–¿Supuso un gran esfuerzo separar la amistad con los protagonistas de su labor como historiadora?
–Es un reto que me planteé cuando empecé a escribir el libro y creo que he superado en cada capítulo. Aunque mantengo una relación estrecha con ellos desde hace años, la objetividad es la que ha marcado este trabajo.
–Aquella Sevilla de la Transición fue el origen de todo...
–Narrar aquellos inicios, cómo ambos diseñadores se conocieron, fue fruto de la investigación. Los presentó Rafaelito Silva, un personaje de aquella época con el que he podido hablar. Recuerda a la perfección cada detalle. Su local se convirtió en un referente, donde convivían la Sevilla clásica con la más transgresora. Cada noche, a las doce, apagaba las luces, ponía una marcha de Semana Santa e interpretaba una performance en la que aparecía vestido de Virgen, descendiendo de las alturas. .
–José Víctor y José Luis han sido más que diseñadores...
–Mucho más. Eso se deja claro en el libro. Con su tienda en Sierpes crearon un foco cultural de vanguardia. Aquel local se convirtió en un referente para todo el que se sentía moderno. Fue un centro de reunión de artistas de las más diversas ramas. Hasta se organizaron shows en directo.
–Antes de que aparecieran había importantes diseñadores andaluces, pero nadie hablaba de moda andaluza. ¿Ha sido su gran aportación?
–Yo me atrevería a decir más:fueron el anzuelo, en una época determinada, para poner la moda española donde se merecía. Llegó un momento en el que todo el país se sentía identificado con sus creaciones. Han paseado el nombre de España y, por supuesto el de Andalucía, por Alemania, Tokio y Estados Unidos. Por todo el mundo.
–¿Es cierto que en la ciudad de los rascacielos agasajaron a sus invitados con tortas de Inés Rosales?
–Sí (risas). Aquello fue un ejemplo de que siempre han llevado su tierra por bandera. Y en una época en la que muchos sentían una especie de vergüenza o complejo de inferioridad por mostrar las señas de identidad propias. Ellos, al contrario, han sido modernos pero sin dejar de sentir un orgullo visceral por lo nuestro.
–¿En qué año llega el ‘boom’ de V&L?
–Sin duda, en 1992, cuando, entre otros cometidos, diseñaron los uniformes de la Expo. Aquel año sacaron a la venta su primera fragancia, Carmen, cuyo olor marcó también una época. Un reconocimiento que se hizo pleno con la fiesta de presentación en la Casa de Pilatos, a la que acudieron importantes personalidades de toda Europa. Y todo ello con connotaciones andaluzas.
–¿La cuestión empresarial fue el talón de Aquiles?
–Digamos que es una asignatura pendiente en la moda en general. Resulta complicado ser artista y buen empresario. La historia del Arte está llena de ejemplos. Es difícil reunir ambos requisitos. Ellos como diseñadores se complementan a la perfección.
–Hoy en las escuelas de moda la formación empresarial es ineludible...
–Es algo en lo que actualmente se insiste mucho. A Victorio y Lucchino les fue muy bien cuando tuvieron el apoyo de la empresa catalana Puig, aunque la deriva de esa relación acabó siendo desastrosa, etapa que se cuenta en el libro. Pero no nos podemos quedar sólo con este recuerdo. Sería injusto después de toda su aportación. Su papel como diseñadores lo cumplen de sobra: visten a la perfección a la mujer.
–¿La moda no ha sido bien tratada por la Historia del Arte?
–Hasta ahora no se le está dando la importancia que merece. Pasa igual que con la gastronomía, que sirve también de indicador de una época. Ambas no se han considerado expresiones artísticas porque son necesarias. En la Academia de Bellas Artes de San Fernando ya se le ha dado el reconocimiento a la moda.
–¿Qué opina de las exposiciones de moda?
–Debería buscarse otra fórmula para que no resulten tan frías. No puede haber una sucesión de vestidos, como en una tienda. Se trata de obras hechas para el cuerpo de una mujer y para un momento concreto. Poseen una finalidad efímera que acaba cuando regresan a la percha.
–¿Y de las pasarelas?
–No tienen nada que ver con las de los 90. Se han robotizado. Sólo veo delgadez y poca expresión en los rostros. Las modelos parecen autómatas.
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