"Aspiro al anonimato, a que mi obra se desprenda de mí"
Amancio Prada | Cantautor
La pervivencia del Mester de Juglaría tiene su encarnación perfecta en Amancio Prada (Dehesas, León, 1949). Su discografía ha cantado los versos de Rosalía de Castro, Federico García Lorca, San Juan de la Cruz, Jorge Manrique, Agustín García Calvo y, entre otros muchos, Juan Carlos Mestre, con quien ha grabado su último álbum, Cavalo Morto. Mestre acompañará al cantautor en los conciertos con los que la Fundación Unicaja celebra su quinto aniversario, este jueves 17 en la Sala María Cristina de Málaga (a beneficio de Cudeca) y el viernes 18 en la Iglesia de San Luis de los Franceses en Sevilla.
-¿Cómo se las apaña para fijar los repertorios de sus conciertos, teniendo tanto material donde escoger?
-Depende. Para los conciertos que me llevan ahora a Málaga y Sevilla me dieron total libertad, así que he decidido titularlos Mirando al Sur y voy a cantar a mis poetas andaluces predilectos: Juan Ramón, Lorca, María Zambrano, Bécquer, Antonio Machado, Ruiz Amezcua y Pérez Estrada. También habrá algunas composiciones tradicionales con aroma andaluz. Además, me acompañará con su voz y su presencia Juan Carlos Mestre, así que haremos algunas cosas de nuestro último disco, Cavalo Morto.
-¿Al final, el Norte reclama lo que es suyo, por más que miremos al Sur?
-Prefiero dejarme llevar por los cuatro puntos cardinales. Desde el Sur se ve el Norte, y desde el Norte se ve el Sur. En la elegía que dedicó a Rosalía de Castro, una salutación que escribió con poco más de veinte años, Federico se refiere a la poetisa como "mi hermana en tristeza". Es tremendo como logra abarcar en un abrazo desde Granada a Padrón.
-¿Está en la poesía el abrazo entre los territorios que tanta falta hace?
-Sí, la poesía es un abrazo a través de la palabra. Eso es lo importante: la palabra, cuidada, devuelta, esmerada, llevada a la voz. Cuando le pedí a Rafael Pérez Estrada que me dedicara uno de sus libros, escribió: "A Amancio Prada, que tiene alas en la voz". Más que un halago, esta expresión es el reconocimiento de una cualidad de la poesía: la que da alas a la voz y a las palabras para acortar las distancias.
-La música es un elemento cada vez más presente en las, digamos, performances poéticas, y Juan Carlos Mestre es todo un pionero. ¿Está usted a favor?
-Por supuesto. Es más, he animado mucho a Juan Carlos a que incorpore la música en sus recitales. La función poética no es tanto la de editar libros como la de enfrentarse al público y compartir los poemas de viva voz, que resuene el poema cuando se lea.
-Eso me recuerda a cuando Agustín García Calvo me contó en una entrevista que los poetas que sólo escriben le parecían farsantes que se apropian de lo que pertenece al pueblo.
-Un poema en un libro es como la música en una partitura. Como el arpa de Bécquer. Al poema le corresponde la música, la música callada. Agustín pensaba que los poetas, y también los músicos, son instrumentos del sentir popular. Por eso, no hay para un autor mayor mérito que ver cómo la música se desprende de él. Mi aspiración es justamente ésta, el anonimato. Que mi obra se desprenda de mí y se incorpore al sentir popular.
-¿Ha encontrado ya la clave para poner la mejor música posible a un poema?
-Sólo te puedo hablar desde mi experiencia. Y la verdad es que lo que la experiencia nos enseña es nada. Para mí es importante que el poema diga, y que diga de una forma que me enamore. Cuando eso sucede, sientes que el poema es cada vez más tuyo y cada vez más del aire. Decía María Zambrano que no se trata de añadir música al poema, sino de extraer la música del poema. Eso se consigue, supongo, labrando mucho el pentagrama. A veces encuentras la punta de un hilo, empiezas a tirar y obtienes el ovillo.
-¿Y el silencio?
-El silencio es la música callada de San Juan de la Cruz. La soledad sonora. Es un bien muy preciado y cada vez más raro en nuestro entorno. La música anida en el silencio y vuelve a él. Yo lo busco continuamente. Lo necesito cada vez más en mi vida cotidiana.
-¿Le gustó que Basilio Martín Patino tomara su Libre te quiero para titular su documental sobre el 15-M?
-Sí, porque así ese poema se desprendió de Agustín García Calvo y de mí, y quedó devuelto a la gente de una manera muy hermosa. Y quién mejor que Martín Patino para interceder. Libre te quiero se convirtió en una expresión de aquel estallido, del grito del 15-M. Me alegré mucho, pero, al mismo tiempo, lo viví todo desde fuera. Como si la canción no me perteneciera.
-¿Los afectos cuentan en la práctica de su oficio?
-Claro. El público es un interlocutor imprescindible, el mayor impulso para labrar el pentagrama. A menudo se habla del talento y la sensibilidad del artista, pero qué sería de todo esto sin los afectos. Me siento muy querido por el público. No tengo ninguna queja.
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