Elvira Sastre: “El mensaje de ‘puedes con todo’ es muy nocivo”
ELVIRA SASTRE | ESCRITORA
La autora acaba de publicar su segunda novela, 'Las vulnerabilidades' (Seix Barral)
Una obra desgarradora pero necesaria en la que las redes sociales se conjugan con un caso de violencia de género
La escritora Elvira Sastre (Segovia, 1992) se alzó con el prestigioso premio Biblioteca Breve en 2019 con su primera novela, Días sin ti (Seix Barral). Cinco años después, la joven domadora de versos ha alcanzado la madurez en la ficción con Las vulnerabilidades (Seix Barral). Una obra desgarradora pero necesaria. Crítica pero justa. Firme pero frágil. Las redes sociales se conjugan con un caso de violencia de género para atrapar al lector entre sus páginas y ofrecer respuestas a varias preguntas sobre uno mismo, pero también sobre nuestras relaciones con el otro. Lejos de clichés, Sastre se consagra en un género que –como la poesía– ha hecho suyo.
-En 2019 lanzó su primera novela, Días sin ti (Seix Barral), con la que ganó el Premio Biblioteca Breve. ¿Cómo ha sido enfrentarse de nuevo a este género?
-Un desafío. Me siento muy cómoda y habituada al lenguaje de la poesía. La narrativa me saca de eso, porque la disciplina es distinta a la hora de enfrentarte a las historias. Es un género que me ayuda a contar ciertas cosas que con la poesía, quizás, no pueda. Con la primera novela había una intención más conceptual y, en este caso, todo venía atravesado por algo personal que hizo que la escritura de este libro fuera personal en cuanto a dar sentido a algo que me había pasado.
-La obra es una autoficción en la que se mete de lleno e incluso asume el papel protagonista. La historia parte de una campaña contra la pornovenganza que hizo en 2020 y generó cierta controversia. ¿La novela ha sido una manera de hacer leña del árbol caído?
-No, realmente es circunstancial. Es verdad que ese hecho real propició una serie de sucesos que inspiran un poco esta historia, pero es el contexto del libro. Me meto de lleno en otros temas que me interesan más como las vulnerabilidades, esas partes que tenemos más oscuras y dejamos escondidas. Y, por supuesto, hago una crítica a ese sistema que es un poco dominó y no presta auxilio ni ayuda psicológica a las víctimas de violencia de género. Mezcla muchos temas pero parte de eso.
-En el libro narra un abuso y admite que nadie de su entorno ha sufrido violencia de género. ¿Hacer este retrato ha sido lo más complejo?
-Revivir ciertas cosas ha sido complicado y meterme en sitios de cierta profundidad emocional. Lo más duro ha sido ahondar en las escenas que tienen mucho detalle de violencia sexual. Ponerlo por escrito y crearlo en tu cabeza para ello.
-¿Qué papel interpretan las redes en todo esto?
-Seguramente me entere de la mitad de las cosas que pasan ahí aunque las use. Es como todo. Donde no hay límites, esa parte más violenta que tienen algunas personas se puede expandir. Es complejo, porque es fácil caer en muchas cosas. Es un lugar donde germina muy bien la mentira y entablas relaciones con gente que no conoces. En redes es más difuso. Bien utilizadas son una buena herramienta, pero mal usadas pueden ser muy dolorosas.
-En su obra también aborda ese rol del buen samaritano. ¿Es una cuestión de egos el creer que podemos ayudar a todo el mundo?
-Sí, totalmente. Pero no un ego como algo relativo a la superioridad. Más bien relacionado con la creencia de que podemos con todo. El mundo de los cuidados viene atravesado por eso. Por la educación que nos han dado como mujeres. Por el catolicismo, aunque no seamos creyentes, y esa necesidad de ayudar al prójimo y de hacer el bien. Todo es un caldo de cultivo para que te pierdas si además eres autoexigente.
-¿Es importante acabar con los mensajes de las tazas que te animan a poder con todo?
-(Risas) Escribiendo este libro he aprendido que hay que ser permisivo con todo el mundo. Si a alguien le ayuda ese mensaje a tener una vida más tranquila, estoy totalmente a favor. A mí no me sirve, porque mi cabeza es más compleja que todo eso y necesito otras cosas. Si a alguien le funciona la autoayuda para entender el mundo tan difícil en el que vivimos, pues adelante.
-También estaría bien decirle a la gente que no es necesario que puedan con todo.
-Por supuesto. El mensaje de puedes con todo es muy nocivo. Esta parte de los superpoderes debe apoyarse sobre una educación un poco más realista. Sobre todo de la tranquilidad de aflojar un poco la soga. A veces hay que explicar el significado de la frase puedes con todo. Si alguien que estudia unas oposiciones tiene una taza con este mensaje y le ayuda a concentrarse esa noche, pues genial. Cuando lo tienes como un mantra de tu vida, te darás cuenta de que no es verdad.
-¿Somos una generación de cristal?
-A la generación de los 30 nos han educado prometiéndonos un futuro que parecía posible hasta que estalló la crisis en plena época universitaria. Estamos medio olvidados. Hay medidas para los jóvenes y para los adultos. Pero los de 30 estamos un poco en el limbo.
-¿Qué opina de esta oleada de hartazgo e incluso rechazo hacia todo lo que tenga que ver con el 8-M o con el feminismo?
-Es sintomático de algo, pero no se bien de qué. Conozco muchos hombres que no se sienten atacados por el feminismo, sino que forman parte de ello. Quien se sienta interpelado tendrá que preguntarse por qué. Entiendo que la deconstrucción es difícil, porque tienen que renunciar a ciertos privilegios pero ellos no son el foco. Es un trabajo que tienen que hacer. Sinceramente, España está muy avanzada en comparación con otros países en materia feminista, pero estamos muy contaminados. Nos tenemos que permitir respirar un poco y apreciar eso para coger energía y seguir adelante.
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