"Nos dijeron que voláramos a Europa sin pasar por El Cairo"
José Miguel Serrano. Egiptólogo
El subdirector de la misión arqueológica de Tebas relata su experiencia en Egipto una vez suspendidos sus trabajos de investigación.
-¿Qué tiempo lleva excavando en Egipto?
-Esta campaña hacíamos diez años. Trabajamos en Tebas, en las tumbas de dos nobles de los siglos XV y XVI antes de Cristo. En la parcela que nos cedió la sección de Antigüedades del Gobierno aparecieron cuatro tumbas más.
-¿Cuándo deciden suspender los trabajos?
-El último domingo. El Ejército había tomado posiciones en Luxor. Nosotros nunca tuvimos sensación de peligro ni de inseguridad, pero primero por prudencia, y después porque parece que la cosa va para largo, decidimos suspender los trabajos. La mayoría de las misiones arqueológicas extranjeras están haciendo lo mismo. Los belgas, los italianos, los norteamericanos. Seguir allí era correr riesgos innecesarios.
-¿Cuándo fue por primera vez?
-En 1988. En mi luna de miel.
-¿La fascinación viene después?
-Ya me había cogido. En la Universidad entré en el departamento de Historia Antigua que dirigía Francisco Presedo, que me mandó a París a hacer Egiptología.
-Su familia ha salido ganando...
-Ellos lo han pasado peor que yo, sobre todo mi madre. Mi mujer y mis dos hijos estuvieron en la zona donde excavamos. Los llevé hace dos años en un viaje al que al final fueron treinta personas.
-¿Cuál era su cometido en Tebas?
-Soy el subdirector de la misión. Además me dedico a la lectura y traducción de textos jeroglíficos.
-¿Qué les quedó por hacer?
-La campaña terminaba el 20 de febrero. Tres días antes de cerrarla apareció un pozo funerario en la segunda de las tumbas.
-¿Cómo fue el regreso?
-Cuando decidimos cerrar la excavación, no había internet en todo Egipto. Los billetes que habíamos sacado no servían. Otros compañeros que estaban en El Cairo, incluida Miryam Seco, que excava en Luxor en otoño, nos dijeron que procurásemos volar de Luxor a una ciudad europea sin pasar por El Cairo. Lo hicimos escalonadamente porque no era fácil salir veinte personas. Los dos últimos fuimos el director de la campaña, José Manuel Galán, y yo. Los capitanes fueron los últimos en abandonar el barco.
-¿Qué sensación tiene?
-Una de las cosas que más hemos sentido es dejar a los trabajadores locales. Muchos son amigos, casi familiares. El capataz lleva diez años. Uno de ellos empezó con doce años llevando el agua y hoy es el mejor defensa central de su equipo. El geólogo de la misión organiza todos los años un partido de fútbol entre los obreros y los arqueólogos, reforzados con algún camarero del hotel. El año pasado nos ganaron 5-4 y este año les ganamos nosotros.
-¿Los volverán a ver?
-Como dicen los árabes, In sha Allah. Ojalá. Son miembros de pleno derecho de nuestro equipo. Termina una campaña y empiezan a trabajar en otra. Hay un centenar de misiones arqueológicas en Egipto. Cuando llega el calor y se interrumpe el trabajo, ellos se dedican al turismo, de taxistas, vendedores de artesanía, guías.
-¿Cómo va a administrar su tiempo perdido?
-Desde hace diez años, concentro mi actividad académica en el primer cuatrimestre, para poder ir a Egipto. Dejé mis exámenes hechos, mis clases terminadas. La semana que viene comienzo mis clases de Lengua Egipcia y Jeroglíficos. Tengo unos 50 alumnos.
-¿Resolvía los de Ocón de Oro?
-No pillaba ni uno. Los antiguos faraónicos sí que los leo.
-¿Habrá cambio de faraón en Egipto?
-El país está agotando un ciclo que empezó hace treinta años. Las movilizaciones son para que Mubarak se vaya o impedir que su hijo le sucediera/heredara en el trono. Si se va, ¿quién se va a hacer con el vacío de poder? Mi especialidad es el Egipto antiguo, pero algunas cosas he aprendido del nuevo. Hay muchos egipcios partidarios de Mubarak. Está la fuerza islamista de los Hermanos Musulmanes. Pero yo veo en estas movilizaciones un componente de tipo liberal. Las consignas islamistas no han monopolizado las protestas en las calles de El Cairo y otras ciudades. La gente quiere un sistema político más abierto, más transparente. Egipto no se va a convertir en una democracia occidental, pero lo que late es el deseo de un sistema más justo.
-¿La Historia da alguna luz sobre lo que puede pasar?
-El egipcio es un pueblo sorprendente y pacífico. Orgulloso no sólo de su pasado musulmán, también de su pasado cristiano copto, una minoría muy bien valorada a pesar del atentado contra la iglesia de Alejandría, y por supuesto de su pasado faraónico, fundamental en sus recursos económicos y en su patrimonio.
-¿Qué dirían los nobles de las tumbas que tuvieron que dejar?
-Djehuty fue contemporáneo de alguno de los grandes faraones del imperio medio. Llegó a ministro o alto funcionario de la reina Hatshepsut.
-Cuando España ni existía...
-Por aquí estábamos valorando las cualidades del bronce. Italia, la Península Ibérica, Gran Bretaña o Francia estaban muy por detrás en términos de civilización.
A 500 metros de los colosos de Mennón
En febrero de 1988, José Miguel Serrano (Sevilla, 1958) y Soledad Benot fueron a Egipto en viaje de novios. Veinte años después, llevaron a sus hijos Andrés e Irene. Serrano (en la foto, en el bar Europa de Sevilla) es subdirector de un equipo en el que hay paleopatólogos, geólogos, fotógrafos, botánicos, restauradores. Se alojaban en un hotel en la propia necrópolis, a 500 metros de los Colosos de Mennón. Ya son habituales en Luxor, donde quieren volver en enero de 2012. Le confortó la llamada de José Chamizo, Defensor del Pueblo.
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