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"El arte debe desvelar espacios ocultos por los vicios de cada época"

chema cobo | Pintor

"El arte debe desvelar espacios ocultos por los vicios de cada época"
Cristina Fernández

11 de enero 2020 - 05:00

Chema Cobo (Tarifa, 1952) comenzó a estudiar Filosofía en Cádiz y Lingüística General en la Autónoma de Madrid. Ahí empezó a hacer películas en Súper 8 y con ellas participó en su primera exposición, en la galería Buades. Al año siguiente, en 1975, le pidieron otra y pensó en hacerla de pintura. "Funcionó tan bien que hasta hoy", comenta. Fue uno de los componentes del grupo artístico la Nueva figuración madrileña y, como casi todos sus compañeros, era autodidacta. Para Cobo, la apuesta real por el arte y la cultura hay que hacerla en la escuela, el lugar fundamental para "enseñar a pensar".

-¿En este mundo tan apresurado hay espacio para el arte?

-Lo dudo. Hay espacio para el espectáculo, pero este tiene poco que ver con el arte. Si quieren convertir esto que llaman cultura en un circo, donde lo que importa es la cantidad y no la calidad, el precio pero no el valor de las cosas, dudo que el arte tenga espacio. En los años 70, cuando empezamos, el público era menor pero más intenso, había más pasión. Hoy se ha perdido mucha capacidad de concentración ante las cosas.

-¿Hay también poca reflexión?

-Ninguna. Basta escuchar lo que se dice. Los políticos se han convertido en vendedores de humo.

-La pintura ha tenido un papel comunicador esencial a lo largo de la historia. ¿Qué rol tiene ahora?

-Como el buen cine, la buena poesía y la literatura, el arte tiene que plantear interrogantes, desvelar espacios ocultos por los vicios de cada época, es una forma de estar en el mundo. Considero que el artista tiene que tener una especie de distancia con la realidad para verla desde otro lado, porque si lo hace desde dentro termina participando de lo que hay.

-¿El pintor es un observador crítico?

-Es un observador y también un fingidor. Tiene que utilizar una serie de trucos, ilusiones, que te permitan ver lo que la propia cercanía de las cosas te empaña la vista y así poder escapar del espíritu gregario.

-¿El dejarse llevar por la masa es algo que se magnifica con las redes sociales?

-Mucho. Ahora mismo se magnifica y entontece. En Instragram la gente sólo se mira el ombligo. Facebook ya casi nadie lo lee y en Whatsapp no puedes expresar un pensamiento. La gente no mira al otro, se mira el ombligo a través del otro. En las redes no puedes articular ninguna idea y cuando esto pasa empezamos a estar en el umbral de la estupidez. Cuando la tontura es colectiva es muy manipulable y muy peligrosa.

-¿Cómo está el mercado del arte?

-Al mercado del arte se les está haciendo daño porque sólo se habla de una élite del arte que tiene que ver poco con la realidad. Las subastas te dicen que una obra vale tanto, el comprador se lo cree, y principalmente, esto sirve para evadir capital y blanquearlo. Pero esto son diez artistas de los que hablan continuamente y que creo que no están marcando la historia del arte, sino una época concreta. Pasó en Francia en el XIX. Había una serie de pintores relamidos y cursis que les encantaban a los nuevos ricos mientras que la historia del arte se estaba haciendo con pintores que estaban un poco fuera del circuito, como Monet, Van Gogh, Manet, Gauguin. Ellos llegaron mucho más lejos en su visión del mundo.

-¿Qué está pasando ahora?

-Ahora lo que se ve es muy convencional. Incluso utilizando nuevas tecnologías no deja de ser una mascarada. Desde la oficialidad quieren un arte domesticado.

-¿No hay arte comprometido?

-El arte comprometido es la tendencia dominante precisamente porque el poder lo mantiene de una forma descarada. Es un arte prácticamente financiado porque luce mucho más al poder tener artistas que protesten contra él. Pero, eso sí, que estén controlados.

-¿Tienen hueco los artistas en el panorama actual?

-Los de mi edad, después de tantos años, podemos decir que sobrevivimos en esto. Lo que no sé es lo que va a pasar con el futuro porque hay muchos. Se están dando títulos de artista. Antes un artista era una persona que decidía romper con muchas cosas. Ahora, cuando he dado clases, no encuentro rebeldía suficiente. Son muy convencionales y están pensando en tener éxito. En los años 70 lo primero que pensábamos era en hacer lo que queríamos, no en ganar dinero. No había esa intención de reconocimiento.

-¿El sueño americano nos ha alienado?

-Somos una colonia de lo peor, de las más domésticas. Antes de tener la gallina ya están buscando el huevo y eso es ridículo.

-¿Cómo es su sistema de trabajo?

-Tanto en mi casa de Alhaurín el Grande como cuando he vivido en Nueva York, en Chicago o en Bélgica siempre he intentado aislarme mucho para no contaminarme y ver con distancia las cosas. Estoy continuamente en el estudio, leyendo, escribiendo o pintando. Pinto porque es lo que más cómodo me resulta.

-¿Cuáles son las constantes en su obra?

-Hay una parte que es muy grotesca, como subterránea. También están los jockers o los bufones, que tienen que ver con el carnaval como reacción social, como revuelta que mueve las cosas y que permite que se desaten los demonios que el poder o la Iglesia pensaban que teníamos. Otro de los elementos son los mapas, como diarios de aventuras, de paseos imaginarios, visiones de laberintos mentales. Para no caer en la repetición voy cambiando de serie y de estilo, como si fuese otro artista. Las ruinas, las sombras, los intangibles me interesan muchísimo como esos elementos que conviven con nosotros.

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