“El Covid ha revalorizado la vida en el pueblo, pero no sabemos si es una calentura”
Rufino Acosta Naranjo | Antropólogo y profesor en la Universidad de Sevilla
Doctor en Antropología Social y profesor de la Universidad de Sevilla, Rufino Acosta nació en 1963 en Pallares (Badajoz). Reside en Sevilla desde los 13 años, pero conserva la casa familiar en el pueblo y fuertes vínculos con lo rural, un concepto que ha centrado su labor investigadora, con publicaciones en antropología ecológica, agroecología, desarrollo rural, biodiversidad o despoblación. Es uno de los impulsores del pionero ‘Erasmus rural’, en el que colaboran la Hispalense y un pueblo extremeño de 300 habitantes.
–Desde los años 70, los jóvenes nacidos en un entorno rural que acceden a la Universidad se han multiplicado. ¿Por qué ese conocimiento y ese capital humano no han servido de forma sustancial para cambiar las dinámicas de despoblación?
–La educación ha sido muchas veces la pista de despegue de la emigración, lo que se conoce como la huida ilustrada. Incluso cuando hay puestos de trabajo en el medio rural muchas personas con titulación prefieren vivir en las ciudades y desplazarse a diario. Fíjese en la cantidad de titulados que trabajan en el Parque de Doñana y viven en las ciudades de Huelva, Sevilla u otros núcleos urbanos en lugar de en el entorno.
–Ha destacado que parte del problema es la imagen que aún se proyecta de los pueblos y del imaginario sobre qué es una buena vida.
–Actualmente el ideal de la buena vida, el timbre de estatus es el que otorga la ciudad. Aunque ya no se vea como la España negra, hay un desdén evidente hacia el pueblo. Se suele decir que no hay más desprecio que no hacer aprecio y en esas estamos. El rechazo no es tan frontal y explícito, pero a poco que escarbas aparece el estigma, lo que en broma llamo rurofobia subcortical.
–En los meses duros de pandemia, muchos han fantaseado con volver al pueblo, ¿supondrá un impulso?
–La crisis ha supuesto un revulsivo para reivindicar lo rural, ha hecho cambiar mucho la imagen de lo rural o al menos el discurso explícito y ha revalorizado la vida en los pueblos. Pero no sabemos si es una calentura pasajera o un fenómeno de más calado. Sólo el tiempo lo dirá.
–Los ayuntamientos están gestionando muchos fondos para planes empleo tras el Covid e intentan llegar a desempleados universitarios, con pequeños contratos. ¿No puede derivar en una especie de PER para población cualificada, con los pros y contras de éste?, ¿cómo se deberían plantear esas políticas para asentar a la población joven?
–El empleo es muy importante. En una situación tan crítica para amplios grupos de la población y especialmente para los jóvenes, cualquier oferta en este sentido debe ser bienvenida si se acompaña de esa nueva valoración de la vida en los pueblos. Pero a menudo el problema no es sólo la falta de empleo, sino de vivienda. Resulta chocante, pero en muchos pueblos en declive demográfico no hay viviendas disponibles para el alquiler o la compra a precios asequibles, y eso necesita de un política especifica sostenida en el tiempo.
–¿Cuál es el enfoque que la Universidad y los municipios deben dar a su relación para que sea más enriquecedora que hasta ahora?
–El de la colaboración, de la implantación de la Universidad en el medio rural a través de la formación del alumnado mediante la investigación, de los trabajos fin de grado y trabajos fin de máster y las prácticas en el medio rural. De todas formas, la enseñanza online abre todo un nuevo campo a los pueblos como emisores de contenidos educativos, incluso universitarios.
–¿Son las nuevas tecnologías y la conectividad la revolución necesaria para el cambio de ciclo en el mundo rural?
–Sin lugar a dudas, las nuevas tecnologías, los servicios online y el teletrabajo son ahora mismo una de las grandes esperanzas del medio rural, palian en parte algunas de las carencias, de lo que se trata es de que no haya nuevas brechas digitales y se pueda aprovechar esta oportunidad.
–¿Qué está aportando ese ‘Erasmus rural’ en el que está implicado con la Universidad de Sevilla?
–El Erasmus rural como tal, el proyecto del Ministerio de Universidades, todavía no está en funcionamiento, pero nosotros hace seis años que estamos trabajando desde la Universidad en esta línea, mediante un proyecto de aprendizaje servicio por el que los estudiantes aportan al pueblo el resultado de unas investigaciones orientadas a identificar el potencial del territorio para el desarrollo y la lucha con la despoblación.
–Se ha desarrollado en Valverde de Burguillos (Badajoz). ¿No han surgido propuestas para extender la iniciativa?
–Nuestro proyecto ha sido pionero en España. Tenga en cuenta que ya son 16 los estudiantes que han realizado sus trabajos fin de grado, trabajos fin de máster o prácticas curriculares en Valverde y se está construyendo una residencia para estudiantes en un pueblo que no llega a los 300 habitantes. La plataforma Extremadura Vaciada toma cada día más fuerza y uno de sus objetivos es ampliar iniciativas parecidas a la de Valverde por toda la región, en lo que ya está implicada también la Universidad de Extremadura. La Red Rural Nacional, la Junta de Extremadura y el Ministerio de Universidades tienen como referencia de buenas prácticas esta experiencia de colaboración con Activa Valverde, la plataforma de la sociedad civil de la surgió.
–¿Conoce iniciativas similares de colaboración en pueblos andaluces con riesgo de despoblación?
–Hasta ahora no tengo noticias de ello. En nuestro Grupo de Investigación Cultura, Ecología y Desarrollo tenemos en ciernes dos iniciativas más de dinamización y emprendimiento en Andalucía y Extremadura. La transferencia de la Universidad a la sociedad es nuestra meta.
–¿Ha percibido mayor interés de los estudiantes?. Están tendiendo puentes.
–Desde luego, la estancia en el pueblo ha dejado huella en ellos y, a su vez, han sido un revulsivo para la gente del pueblo. La relación continúa años después.
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