"La sociedad ha evolucionado con las mujeres sólo de puertas afuera"

darcy lockman | psicóloga clínica

La psicóloga clínica, Darcy Lockman.
La psicóloga clínica, Darcy Lockman. / Capitán Swing
Pilar Vera

25 de marzo 2024 - 05:00

ALGO NO ES COMO ME HAN CONTADO. Cuando la psicóloga Darcy Lockman (Detroit, 1972) se dio cuenta de que entre sus pacientes y conocidas existía la misma queja respecto al cuidado de los hijos en pareja, resolvió indagar haciendo unas cuantas entrevistas:“Paré en la número 50”. Todas cantaban la misma canción, independientemente del origen, formación o clase social. Tras investigar sobre ello, la conclusión más evidente fue que “la cultura de la paternidad ha cambiado más que el comportamiento real de los padres”. Todas sus pesquisas las traduce ahora Capitán Swing en Toda la rabia.

–El tiempo que dedican hombres y mujeres al cuidado de los hijos se encuentra estancado desde hace 30 años en proporción 65-35.

–Y aun así, ha habido un salto enorme respecto a tan sólo un siglo. Yo creo que se debe a que crecemos internalizando ideas sobre lo que hacen hombres y mujeres, y a las mujeres les corresponde el mundo de la intimidad y el hogar, y a los hombres, el exterior. La sociedad ha ido evolucionando de puertas para afuera, pero no de puertas para adentro, respecto a las creencias sobre lo que hace cada género.

–¿Qué sintió al descubrir que esta dinámica no era personal, ni grupal, ni generacional, y que era más profunda de lo que pensaba?

–Por mi formación, ante un problema de cualquier tipo mi primera reacción es que uno se pregunte:¿qué estoy haciendo aquí, por qué estoy haciendo esto? No siempre es una buena pregunta, porque depende de las circunstancias, retos y personalidades. Pero el tema de la conciliación era referente en todas partes, así que tenía que haber algo. Llegué a la conclusión de que el problema de base está en nuestra forma de ser.

–Pero cuando mucha gente tiene el mismo problema estamos hablando de un asunto social. ¿La solución no estaría en manos de la legislación?

–Sólo en parte. Es cierto que hay circunstancias que no controlamos pero me inclino a pensar que lo que más falta hace es empezar a pensar de forma diferente sobre nuestra relación con lo, digamos, doméstico. Que los padres se pillen las bajas de paternidad y aprendan que cuidar a los niños no es un misterio es estupendo, pero la dinámica en la que sabemos que estamos y el cómo deberían ser las cosas es algo muy distinto de lo que asumimos.

"Aunque se nos haya vendido que lo podíamos tener todo, la situación es profundamente disruptiva"

-Se malinterpretan las atribuciones entre sexo y género. El embarazo, el pecho... todo ese proceso es una bomba química y neurológica que te hace desarrollar un apego especial. Y la biología quiere que sea así, porque así tu especie prevalece.Pero eso no te hace mejor cambiando pañales: eso es género.

–Pero los hombres están también biológicamente programados al mismo apego, aunque no sea tan visual como en las mujeres. Se supone que en nosotros el instinto es escasamente representativo, porque es una pulsión que resulta más fuerte cuanto más pequeño es el cerebro. Cuando tenemos que dar el pecho, nos tienen que enseñar, porque no sabemos cómo hacerlo. Todo es comportamiento aprendido y el aura de belleza de la maternidad.

–Recoge en el libro una reflexión de Chimamanda Ngozi: las diferentes expectativas que se venden a hombres y mujeres respecto al matrimonio. Para ellos es sólo un campo más; para ellas, el objetivo principal. ¿Cómo vamos a asumirlo igual?

–Necesitamos pensar sobre las asunciones que hacemos en nuestras relaciones. Hemos de reflexionar sobre los roles que ejercemos y la forma que tenemos de comportarnos, qué se hace dominante. Valoramos el éxito, pero hemos de considerar que hay distintas formas en que se puede reflejar ese éxito. Es cuestión de conocerse, de saber lo que uno cree a nivel profundo.

–Hay un detalle en ‘Toda la rabia’ especialmente descorazonador: todo lo que pudo hacer Michelle Obama para solventar la responsabilidad en la crianza en su casa fue llamar a la abuela y contratar una niñera. Si eso es todo lo que puede hacer ella, ¿qué nos queda al resto?

–Sí, habla de una época en la que sus hijas eran pequeñas, y partiendo por supuesto de una situación adinerada y con Obama de marido. Pero, incluso así, el problema de la división de competencias seguía existiendo porque hemos crecido en un sistema sexista, que incluso hombres aparentemente progresistas han internalizado.

–Gran parte del pasmo masculino ante estas quejas viene del hecho milagroso de que, bueno, ¡no son Don Draper!

–Bueno, aquí hay dos cosas. Por un lado, ser un buen padre es algo que ha evolucionado más allá de ser el que lleva el dinero a casa. Ser madre o padre ahora son cosas muy distintas. Igualmente, ha evolucionado el concepto que tenemos de lo que debe ser un matrimonio, o una pareja.

-Y aun así, dice, los lugares de trabajo siguen comportándose como en la época de Mad Men, como si aún hubiera alguien esperando en casa. No creo que sea algo inocente.

–Está esa expectativa difusa de que alguien lo hará... De lo que implica respecto a las posibilidades de crecer, no se habla. Pero esto es así aunque durante años se ha vendido que lo podías tener todo, que podías hacer lo que quisieras, pero una vez tienes niños, es muy difícil no estancarse. Es una situación profundamente disruptiva y la cuestión es que, si fuéramos conscientes de esa dinámica, ahora mismo nos podemos quedar en nada, pero lo podríamos ser todo.

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