Damaris Puñales: “Al cubano sólo le preocupa hoy tener algo para comer”

La profesora de Literatura y poeta Damaris Puñales. / Juan Carlos Muñoz
Miguel Lasida

18 de enero 2025 - 07:01

Veinticinco años lleva fuera de Cuba Damaris Puñales (Matanzas, 1971), un cuarto de siglo que la llevaron a Belice y México, donde ejerció el periodismo, antes de recalar en Estados Unidos. Esta profesora de Literatura en la Universidad Case Western Reserve de Cleveland ha estado a Sevilla para presentar el poemario No vine a hacerme la inocente (Liliputiense) en La casa tomada, donde estuvo acompañada del escritor Alexis Díaz y de Emilio Gallardo, de la Escuela de Estudios hispanoamericanos (Instituto de Historia del CSIC).

–¿Es usted el verso suelto del exilio cubano en Miami?

–Mi circunstancia fue diferente. Tengo familia en Miami, también a mis mejores amigos. Los visito como mínimo una o dos veces al año.

–¿Sigue siendo el exilio cubano un poder en EEUU?

–No es una casualidad que Marco Rubio sea el secretario de Estado del Gobierno de Trump. Dice mucho de la importancia del exilio cubano.

–EEUU ha sacado a Cuba de la lista de colaboradores con el terrorismo.

–Da mucha alegría aunque es una noticia que llega con retraso. Es posible que la decisión dure lo que tarde en llegar Trump a la Casa Blanca.

–Entonces del fin del embargo ni hablamos.

–Lo empezó a negociar Obama. Es complicado, es una ley que tiene que aprobar el Congreso y el Senado, que es lo que tiene ahora a su favor Trump, aparte de otras instituciones. Distinto es que lo vaya a hacer.

–¿Por qué provoca Trump tanta inquietud?

–No tiene una agenda política ni ideológica definidas. Es absolutamente impredecible, actúa a base a ocurrencias.

–¿Hay ansiedad?

–El racismo y los ataques personales durante su primer mandato fueron un problema para las minorías. Hay ciudadanos en casi todos los países a favor de unas cosas y otros de otras que a veces se dividen en la mitad de la población. El problema es que las instituciones que tienen que velar por la defensa del marco legal se desequilibran con Trump. Hay que recordar que va asumir el cargo siendo una persona que ha sido condenada.

–¿Y esa división cómo se percibe en la calle?

–El racismo siempre ha existido, lo que no ocurría es que alguien te increpara en un supermercado por hablar español, diciéndote que te vayas a tu país por no hablar inglés, que ni siquiera es la lengua oficial. Hay miedo. También inquietud por eso de la anexión de Groenlandia, Canadá o lo de Panamá. Es un caudillo, el típico caudillo que cree que sus ocurrencias son las mejores ideas del mundo. Y aunque se piense que está loco, que lo que dice y hace son disparates, se prefiere callar, no arriesgar el pellejo ni llamar la atención.

–Parece mentira viniendo del país que ha sido en los últimos 80 años el modelo de sistema democrático.

–Es lo que está en riesgo. Hay que pensar que ha sido un tipo que intentó dar un golpe de Estado.

–¿Las democracias han dejado de ser las que fueron?

–Ocurre a en todo el mundo, los gobiernos se están reconstituyendo y sobre todo las relaciones entre las naciones. Hay un auge de la ultra ultraderecha en muchísimos países y eso recuerda a los años 30 y 40 del siglo pasado. Luego llegaron Hitler, Franco, Mussolini, Stalin, Tito... Y está la larga lista de dictadores de América Latina. Da un poquito de miedo. No sé, no soy muy optimista.

–¿Hicieron los anuncios de Coca Cola tanto por el fin del sovietismo como la insostenibilidad del régimen?

–Creo que es exagerado atribuir ese influjo de la publicidad. Había un sistema muy desgastado dentro y cualquier cosa externa pudo ser un empujón. El sistema estaba muy desgastado. Y eso lo veía la gente y la nomenklatura.

–Como conocedora de la sociedad rusa, ¿en qué se parecen Putin y Trump?

–Ambos quieren todo el poder para ellos, los dos son caudillos. En el caso de Putin, uno pudiera leer que tiene una agenda política e ideológica definida. Me provoca mucha curiosidad qué va a pasar en la relación entre Rusia y EEUU cuando vuelva Trump.

–El accidente en 1986 de Chernóbil, en Ucrania, caló en la sociedad cubana. ¿Cómo cala la invasión rusa?

–En este instante no lo sé. Pero la situación en Cuba está tan mal que creo la gente ya no está preocupada de Rusia ni Ucrania sino con tener algo que comer cada día y tener electricidad. Sencillamente no funciona. He visto unas imágenes en la televisión de personas esperando en una cola y se ven tan delgadas...

–Ha estudiado el reflejo de la estética soviética en la cultura cubana de los años 90. ¿Quedan algún rastro?

–Pues algún remanente que con el tiempo se irá borrando. Durante 30 años, las relaciones con la URSS fueron muy cercanas y todo lo que se consumía en Cuba venía de allí o de la esfera socialista: las comidas, los libros, las películas, los dibujos animados. Miles de estudiantes fueron a las universidades rusas, hicieron sus carreras y muchos se casaron con rusas y regresaron a Cuba. Hay un importante factor de mezcla.

–Es llamativo el puchero de Cuba: ingredientes americanos, españoles, africanos, eslavos.

–Y asiáticos. Sí, es muy curioso. Y sobre todo que Cuba estuviera de espaldas a sus vecinos naturales americanos durante los años soviéticos. Se tenía más conciencia de Rusia, a 9.000 kilómetros, que de lo que pasaba en el Golfo de México.

–¿Y ahora?

–Está aislada. Venezuela, que fue un refugio económico, parece que se cansó de proveer a los cubanos.

–¿Sigue habiendo idas y vueltas con España?

–Los lazos son culturales e históricos porque hay lazos familiares. Casi todas las familias cubanas tienen parientes en España. Hubo un distanciamiento en los años soviéticos, que coincidió con la dictadura de Franco, aunque Cuba nunca rompió con España. Luego hubo una oleada migratoria de cubanos en los años 90 después de la llegada de escritores de la época del boom y ahora, con la Ley de la Memoria Histórica, que ha coincidido con la segunda gran crisis económica cubana, la gente se ha puesto a buscar a sus antepasados españoles y hay otro pico importante de cubanos aquí.

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