"La cultura de la carne tiene que ver con la forma de organizarnos"
javier morales, periodista
-El objetivo de este libro, dice, no es que el lector se haga vegetariano.
-Ni siquiera Jonathan Safran Foer lo pretendía. Nos gustan mucho las etiquetas pero, realmente, todo responde más a conceptos y aptitudes. Este libro lo concibo como una introducción sensible a los animales, a lo que se hace con ellos en los centros de producción de carne: si fueran de cristal, si la gente supiera lo que se hace en ellos, dejaría de comerla. La mayor parte de nosotros queremos mucho a nuestras mascotas, y las vacas nos resultan muy curiosas cuando las vemos en el campo, pero ahí se rompe la cadena de pensamiento.
-Conste que yo quería hacer esta entrevista antes de Salvados.
-La industria cárnica es una de las más potentes en España y su lobby es muy fuerte. Sin entrar en el programa, Jordi Évole, simplemente ha venido a reflejar algo que ya se sabía. Igualdad Animal no sólo estudia esa granja, sino muchísimas, y de todo tipo: es decir, lo que se ha visto no es algo puntual sino sistémico. Y se permite porque la legislación vigente sigue siendo muy poco generosa con los animales. Aun así, puede que algunas cosas sean legales, pero no éticas.
-Es muy difícil no pensar que somos un país especialmente cruel en el trato animal.
-A nivel de consumo, creo que más o menos somos como cualquier otro país europeo, aunque sí nos han dicho que somos los que más antibióticos usamos en la ganadería industrial. Pero el tema de las fiestas populares y los toros sí que es una mancha negra: la ONU acaba de decir que se aleje a los menores de los espectáculos taurinos. No será tan bueno.
-Pero sí resulta imposible, imposible a nivel diáspora, pensar en una sociedad, sin hamburgueserías ni chuletones de Ávila.
-La cultura de la carne la llevamos desde que nacemos. Como el machismo, eliminarlo de nuestra forma de ver el mundo es muy complicado. Pero, precisamente, la cultura se caracteriza por evolucionar. También existían esclavos como parte de la cultura, sin ellos hubiera sido imposible que la estructura económica y social hubiera seguido sosteniéndose, nos habrían dicho. O las mujeres sin autonomía y sin salir de casa, eso también formaba parte de la cultura. No tiene que ver con la genética, sino con la forma de organizarnos. Pienso que algún día llegará un momento en el que nos avergonzará ver cómo hemos tratado a los animales.
-Bueno, al menos, parece que hoy la posibilidad de elegir es más fácil.
-Antes, producir animales era caro. España era un país pobre y sí que se comía carne, pero en forma de chorizo, en un cocido... No la cantidad industrial que se produce ahora , porque criar un cerdo, en condiciones normales, costaba mucho. Tradicionalmente, el aporte de carne era bajo en un país con muchísima fruta y verdura. La carne es muy barata porque su producción es barata, y las condiciones laborales de la gente que trabaja allí también son precarias. ¿Podemos vivir sin comer animales? La respuesta es sí. La pregunta no debería ser por qué dejar de comer animales sino por qué comerlos. Sí, desde la prehistoria hemos estado comiendo carne. Pero no todo lo que se ha estado haciendo durante un largo periodo es positivo.
-Los pedidos de comida vegana se han multiplicado en el último año. Ahí puede estar la primera réplica: es una moda.
-El ser vegetariano es una opción que tiene orígenes antiquísimos, aunque no nos lo parezca, y que Jorge Reichmann repasa en En defensa de los animales: desde los pitagóricos o incluso en la Edad Media, ha habido personas que han mostrado una mirada compasiva hacia los animales. Posteriormente, nombres como Einstein, Marguerite Yourcenar, Kafka, Kundera... En el siglo XX, además, la implicación ética es aún mayor: bajo el eufemismo de "granjas", la ganadería industrial está llegando a unos límites de sufrimiento animal insostenible. -Otra réplica: mírenos los dientes, somos omnívoros.
-Recientes investigaciones muestran que el primer ser humano fue muy poco carnívoro, que era más bien carroñero. El no comer carne no supone un peligro para la salud en absoluto. Estos planteamientos, desde luego, los podemos hacer desde la abundancia, no desde la necesidad: por eso mismo, es la opción del consumidor la que influye.
-Sigo haciendo de cuñada: con la de problemas que hay que solucionar...
-Una cosa no tiene nada que ver con la otra. El defender a los animales no impide defender cualquier otra causa, especialmente, cuando tan a menudo son causas que se solapan: la explotación animal está ligada a un sistema económico en el que sólo importa el beneficio y no la deshumanización. Otra de las ramificaciones éticas de comer animales es el impacto que tiene en el medio ambiente, con su influencia directa en efecto invernadero a través de emisión de gases, deforestación... Sólo en España, según la FAO, consumimos al año 850 millones de animales.
El cambio a través de la palabra
Escritor y periodista, Javier Morales (Plasencia, 1968) está convencido del poder de las palabras, de que el cambio, la mayor parte de las veces, llega a través de una historia. Se hizo vegetariano en un lento proceso que comenzó tras la lectura de Comer animales. Y explica sus motivos, que pueden ser los de cualquiera (los de quienes cada vez más escogen ser vegetarianos) en El día que dejé de comer animales (Sílex). Como autor, ha publicado las novelas Trabajar cansa y Pequeñas biografías y los libros de relatos Ocho cuentos y medio, Lisboa y La despedida.
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