La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Más allá de la voz de la Laura Gallego
Lucía Gómez Viñuela, profesora de cocina saludable y fundadora de 'Cocinando el cambio'
Lucía Gómez Viñuela (Mérida, 1984) hace nueve años que transformó radicalmente su alimentación e hizo de ello su profesión creando Cocinando el Cambio. Ha escrito el libro Cocina tu cambio e imparte clases online de cómo comer bien y rico y sin pasar mucho tiempo en la cocina. Organiza sesiones de cocinado en directo con sus seguidores, les presenta nuevos ingredientes y un método sencillo de prepararlos para mejorar la calidad de sus platos y su salud porque "aquí sólo estamos una vez y cuidarnos es el mejor plan de pensiones para poder disfrutar de nuestros nietos".
–¿Por qué dar un giro a la alimentación?
–En mi caso, todo empezó porque estaba agotada. Siempre he sido propensa a tener infecciones de orina, gases, retención de líquidos,... muchas cositas que no eran graves pero que hacían que me levantase de la cama como si tuviera que acarrear 80 kilos. Tenía muchos proyectos en mente pero mi cuerpo no me permitía desarrollarlos y los médicos no daban con una solución. Me recetaban antibióticos que me iban fatal a nivel intestinal. Dejé la medicación y di con un doctor específico que combinaba medicina y alimentación. Sabía que supondría un gran esfuerzo pero di el paso porque estaba desesperada. En un mes mi nivel de energía que, si la comparamos con la de los avatares de un videojuegos siempre estaba en rojo, casi agotada, subió muchísimo.
–¿Qué tests detectan la necesidad de modificar la alimentación?
–Yo me hice análisis del sistema inmune, de la macrobiota, de intolerancias y de metales pesados. Fue clave. Pensaba que era de naturaleza débil. Generalmente, si tu problema no tiene que ver con el estómago se descarta que tenga su raíz en lo que comes y es un error. Tiene mucho que ver porque la comida es nuestra gasolina y si no es la adecuada para nosotros nuestro motor deja de funcionar correctamente.
–¿Fue este el germen de 'Cocinando el cambio'?
–A raíz de cambiar mi dieta empecé a investigar y a formarme. Estudié herbodietética, coaching; me hice experta en nutrición natural y holística y me formé como chef de cocina natural con Matthew Kenney, un pionero en la materia.Al mismo tiempo, inicié mi blog para ayudar a quien pudiera haber empezado un cambio similar y estuviese perdido. Quería compartir lo aprendido, motivar a la gente a comer bien, rico y rápido. Demostrar que comer sano no es costoso ni laborioso. Comencé a impartir cursos de cocina online para llegar a más público y hacerlo más cómodo que con clases presenciales.
–Para 'cocinar el cambio', ¿qué ingredientes deben sustituirse, eliminarse o añadirse la dieta?
–Siempre es mejor quitar que añadir. Nuestra alimentación debería parecerse a lo que comían nuestras abuelas. Es esencial eliminar los procesados, los refinados y el azúcar y aumentar la ingesta de verduras (que deben suponer entre el 60-80% de lo que comemos) y de frutas. Suprimir alimentos aislados de nuestra dieta no ayuda porque no veremos cambios notables en nuestro organismo.
–¿A qué edad es recomendable introducir la dieta que practicas?
–Como no hablamos de dieta sino de comer bien, de tomar comida real, cuanto antes mejor. Es muy importante que el paladar de los más pequeños se adapte a la comida comida. Ellos no pueden elegir qué se llevan a la boca y hay mucho producto repleto de azúcares que los padres dan a sus hijos porque vienen avalados por un laboratorio farmacéutico o por estar diseñados para ellos, pero no hay que confiar. Un niño de ocho años hoy ha consumido ya la misma cantidad de azúcar que su abuelo en toda su vida y hay que luchar contra eso mirando las etiquetas y saber que si los productos que echamos a la cesta no tienen código de barras, seguro que son sanos.
–Y los 'superfoods'...
–No son indispensables. Si se quieren añadir a la cesta de la compra bien, pero no se tiene una alimentación más sana por llenar tu despensa de superalimentos si no cambias nada más.
–¿Es compatible comer sano y hacerlo fuera de casa?
–Lo es, pero depende de nosotros. Tenemos que responsabilizarnos de nuestra alimentación y ser activos al respecto, preguntar por la opción más saludable que te pueda ofrecer el camarero cambiando los ingredientes que no puedas comer por otros que sí. Yo, que soy intolerante al gluten y a la lactosa, he llegado a comer un risotto apto para mi consumo en un restaurante italiano. Una buena táctica es tirar de primeros platos, que suelen contener más verdura y tener en cuenta que las verduras deben ser la base de nuestra alimentación, no el acompañamiento como se acostumbra en España.
–¿Y de ahí a tener 36K siguiéndola en Facebook, 32K en Instagram y más de 7K en Youtube?
–Cocinando el cambio fue creciendo y yo crecí con él. Me parecía muy revelador. Aprendí que lo mejor era hacerlo yo, dar ejemplo y responder las dudas a quien me preguntase y sólo sobre lo que me planteasen. Es muy complicado convencer a alguien de que cambie lo que come si no ha llegado su momento. Lo mejor es dejar que recurra a ti quien está interesado.
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