"El cine de clase media ha desaparecido por completo en España"
Jesús Ponce | Cineasta
Jesús Ponce (Sevilla, 1971) es un resistente del cine andaluz. Empezó a mediados de los 90 con un grupo imprescindible para entender la historia reciente de nuestro cine, la Generación Cinexín, donde también se encontraba el más laureado de aquel grupo, Alberto Rodríguez, y se hizo una carrera solvente en la televisión y en el cine como montador. Entre medias ha encontrado hueco para hacerse una carrera de prestigio como director. Su última película, La primera cita, se puede ver estos días en pantalla grande antes de pasar a su recorrido televisivo.
-Usted no es una víctima de Carlos Boyero.
-No, más bien lo contrario. Mi primera película pasó sin pena ni gloria e incluso hubo alguna crítica demoledora que me dejó bastante hundido, pero Boyero la vio y se obsesionó con ella y siempre estaba en el programa de Iñaki Gabilondo diciendo que había que volver a estrenarla. Y no paró hasta que lo consiguió. Así fue cómo 15 días contigo tuvo hasta una nominación a los Goya.
-Rodaron al mismo tiempo Alberto Rodríguez y usted sus primeras películas.
-Sí, él estaba con 7 vírgenes y escogimos el mismo escenario y las mismas fechas. Fue un problema porque en Sevilla por entonces sólo había un técnico de sonido. Tuvimos que turnarnos.
-Con Rodríguez usted formaba parte a mediados de los 90 de Generación Cinexín, de donde viene todo ese grupo de cineastas sevillanos cuando apenas se podía hacer cine en Andalucía.
-Era una época complicada porque la Junta había recortado ayudas al cine y era muy difícil encontrar financiación para los proyectos.
-¿Quién metió la tijera?
-Carmen Calvo.
-Vaya, qué cosas.
-Tengo una anécdota. Hicimos unos cuantos cortos y los proyectábamos por los pueblos. En todas las proyecciones dejábamos una silla vacía que decíamos que era la de Carmen Calvo. Un día llevamos el Cinexín a Cabra, donde su hermano era el alcalde y pusimos la silla de Carmen Calvo: ¡y apareció Carmen Calvo!
-Ha logrado acabar su sexta película, La primera cita, ya estrenada. ¿Cómo está la cosa de financiación?
-Tan difícil o más que entonces. El cine de clase media, que es donde nos movíamos directores como yo, ha desaparecido por completo en España. Mi última película ha costado cien mil euros. La primera costó un millón.
-¿Cómo se trabaja con tan pocos medios?
-Escribes en función del presupuesto, que la acción se desarrolle en espacios baratos, sólo rodar lo que realmente se vaya a utilizar, con lo que vas haciendo la película y montando mentalmente. Que apenas haya extras. Y que no se te vaya de tiempo. Mi primera cita se ha rodado en dos semanas.
-Y distribución televisiva para recuperar la inversión.
-Por supuesto, con la taquilla no vas a ninguna parte.
-La película ha sido bien acogida en los festivales de Huelva y de Sevilla. En Huelva incluso la han premiado por la Asociación de Mujeres del Audiovisual. ¿Es una película feminista?
-No hay etiquetas. Es un cruce de ideas. Por un lado, una compañera de nuestro equipo se había criado en una colonia militar y me contó cómo era esa vida allí en la que las mujeres vivían prácticamente encerradas. Por otro, tenía otra historia de un enfermo de alzhéimer que veía todos los días Cantando bajo la lluvia como si fuera la primera vez. Con esos dos elementos construí la historia del matrimonio protagonista.
-Pero su protagonista, el militar, no es un maltratador.
-No y sí. Es el maltrato cotidiano del desdén, de la cosificación de tu pareja. Es eso de "mi marido era muy bueno porque nunca me pegó". Mientras no la humilles o la pongas las manos encima no se considera maltrato y esta historia es la de esas mujeres que han vivido invisibles.
-Realizó una película sobre Diamantino, el cura obrero.
-Fue un encargo, pero lo reescribí. Es un personaje que siempre me ha interesado. Yo vengo de una barriada obrera y lo recuerdo con cierto miedo porque iba por los pisos pidiendo y eso a mí me daba una extraña sensación.
-También ha profundizado en la vida de Claudio Guerín, el cineasta andaluz de la leyenda negra.
-Traté de huir de esa leyenda en esa iglesia gallega que decían que estaba maldita. Si Guerín no se hubiera matado construyendo allí un campanario de cartón piedra para la película de terror La campana del diablo quizá Víctor Erice no sería Erice. En la película conjunta que hicieron, Los Desafíos, fue la pieza de Guerín la que cautivó. Guerín era un gran profesional de televisión e iba para gran cineasta. Y era andaluz. Fuimos a proyectar el documental en la fachada de la iglesia de Noia, donde se había matado. Y ese mismo día nos enteramos que había muerto Santiago Moncada, el autor de La campana del infierno. La verdad es que me dio que pensar.
un sevillano del cinexin
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