Carlos Fenollosa: “Sólo el 10% o 15% de los trabajadores de la oficina van a ser necesarios”

Carlos Fenollosa | Ingeniero informático y profesor

Carlos Fenollosa, profesor de Inteligencia Artificial en la Universidad Politécnica de Cataluña, acaba de publicar el ensayo La singularidad (editorial Arpa), libro en el que analiza la actual situación, y futuros retos, de esta revolución tecnológica

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El profesor e informático Carlos Fenollosa
El profesor e informático Carlos Fenollosa / DS

A finales del año 2022 se produjo un hecho que estudiarán las próximas generaciones: la creación de la herramienta ChatGPT. Un insólito producto de la inteligencia artificial que, aseguran especialistas en el asunto, traerá a nuestras vidas un punto de inflexión drástico. Carlos Fenollosa, profesor de Inteligencia Artificial en la Universidad Politécnica de Cataluña y de Emprendimiento en la UIC, acaba de publicar el ensayo La singularidad (Arpa), en cuyas páginas se abordan las consecuencias y retos en torno a esta invención que ha cambiado la manera de relacionarnos, de vivir. Fenollosa nos relata ventajas y peligros –según él más de lo primero- de la IA. Y en un registro didáctico. Aclarando conceptos y resolviendo dudas.

 

-En su libro desarrolla un concepto vinculado a la inteligencia artificial, pero poco conocido: la singularidad. ¿Qué es?

-La singularidad es el punto de inflexión en esta historia. Es un concepto que implica un antes y un después. Cuando los historiadores del futuro se pregunten cuándo empezó el boom de la inteligencia artificial, estos dirán que en la década de 2020, con el lanzamiento de ChatGPT. La singularidad es ese momento histórico en el que la IA pasa a ser una protagonista en nuestras vidas.

-Afirma que la IA nos afectará considerablemente en un tiempo muy próximo. Es más: usted dice que ese futuro próximo ya está aquí.

-Llevamos unos diez años usando herramientas de IA. Por ejemplo: la aplicación de fotos de nuestros móviles te reconoce las caras o cuando haces un viaje. Pero esto no era algo que cambiara la sociedad. Lo que ha provocado el gran cambio ha sido la aparición del ChatGPT. Una aplicación que nos sirve para rellenar documentos de Word, de Excel, redactar informes. Tareas de oficina para las que pensábamos que necesitábamos una inteligencia humana. Hoy día una IA hace ese trabajo perfectamente. A mi juicio, el cambio principal que trae la IA, y que más recalco en el libro, es el laboral. Aunque también hay muchos adolescentes que ya se están relacionando con la IA como si esta fuera un psicólogo o un compañero sentimental. No quiero magnificar el hecho, pero es algo que antes no pasaba y ahora sí. E irá a más. Tenemos que concienciarnos de que este es el mundo en el que vivimos.

-¿Cuáles son los principales perjuicios de la IA con la que hoy convivimos?

-En realidad la IA es una herramienta muy beneficiosa. A mí me ayudó a corregir partes de este libro, por ejemplo. Lo que pasa es que, como muchas herramientas, tiene efectos colaterales. Uno de estos: que en una empresa en la que hubo diez personas trabajando, ahora hacen falta la mitad. O un tercio. ¿Esto significa que la IA provocará despidos instantáneos de la noche a la mañana? No. Pero lo que está claro es que en estas tareas que requieren un trabajo rutinario, técnico o intelectual, únicamente el 10% o el 15% de los trabajadores de la oficina van a ser necesarios. El resto serán prescindibles en un futuro. Sus trabajos los hará una máquina.

Sí sé que existe ese rumor de que el móvil te escucha. Aunque esto nunca se ha podido demostrar

-Más de una vez nos ha pasado: alguien habla de un producto y al momento le sale publicidad de ese producto en el móvil. ¿Esto por qué ocurre?

-Lo he hablado en ocasiones con amigos. A mí nunca me ha pasado. Pero sí sé que existe ese rumor de que el móvil te escucha. Aunque esto nunca se ha podido demostrar. Y no porque las empresas sean malvadas. Sospecho que los móviles no nos escuchan. Lo que sucede es que hablamos de un producto y, después, o bien nosotros u otra persona, se va y lo busca en Internet. Una vez que lo busca en Internet, los servicios de anunciantes empiezan a unir los hilos y detectar intereses. No puedo afirmarlo categóricamente, pues no trabajo en ese ámbito concreto, pero creo que el móvil no nos escucha.

-¿Internet ha erosionado nuestra intimidad?

-Internet es una ventana. Nosotros decidimos cuándo abrirla y cuándo cerrarla. Quizá lo que deberíamos preguntarnos es cómo estamos educando a las nuevas generaciones en el uso de Internet, para que en un futuro no se arrepientan de lo que pusieron ahí.

-¿Se trafica con nuestra información personal, debido a la inevitable digitalización de nuestros datos personales?

-La palabra traficar es fuerte. Porque tiene connotaciones negativas. Pero creo que sí se compra y se vende información personal.

-¿Y quién la compra?

-La suelen comprar empresas, con la finalidad de anunciar. Pero es una compra y venta regulada. Es legal. Podemos discutir si es ética o no. Pero es legítima. Existe una regulación a nivel europeo. Lo que es más interesante de analizar es cuando esa información se roba o se filtra por error. Pero en la mayoría de las ocasiones se compra y se vende con motivos económicos, no oscuros. Por ejemplo: yo tengo una empresa de plátanos, y me interesaría saber qué gente me comprará plátanos. Pues para eso hay bases de datos de búsquedas en Internet, de compras con tarjetas de créditos. Estas bases de datos están anonimizadas por la ley, pero me dicen dónde o en qué código postal se compran más plátanos. O si la gente que tiene Iphone compra más plátanos que los de Android. Estos factores sí se saben.

-¿Cómo valora la regulación de la IA en Europa? ¿Están los Estados preparados ante el fenómeno?

-La Unión Europea aprobó hace unos meses una ley sobre inteligencia artificial. Una ley muy parecida a la de la protección de datos. Está ley, en mi opinión, es bastante decente. Lo que dice es que la IA debe regularse como cualquier otro producto que se vende. Se indica que la IA no puede ser usada para el mal.  

Mi abuelo era agricultor. Nació en 1920. Su vida era mucho más parecida a la de un agricultor de la Edad Media que a la que he tenido yo

-Escribe: “La vida de nuestros abuelos se parecerá más a la de los humanos de la Antigua Grecia que a la de nuestros nietos”. ¿Tanta será la transformación en dos generaciones?

-Va a ser absoluta. De hecho, ya lo es. Mi abuelo era agricultor. Nació en 1920. Su vida era mucho más parecida a la de un agricultor de la Edad Media que a la que he tenido yo. Vivimos con Internet, hablamos por teléfono. Si mi abuelo quería hablar con alguien de Sevilla o de Granada tenía que viajar. El mundo ha cambiado mucho. Lo que afirmo es que, dentro de dos generaciones, el mundo va a ser más difícil de reconocer. Se van a inventar cosas que hoy día no podemos ni imaginar. Y me pregunto: ¿de qué van a trabajar nuestros nietos? Pensemos que en el futuro habrá tractores robóticos o trabajadores de oficina automatizados.

-¿La IA provocará un mundo en el que no será necesario trabajar? Dígame una buena noticia.

-Esa es mi esperanza. Pero hay gente a la que, si le quitas el trabajo, su vida pierde sentido. Hay un capítulo en el libro en el que intento convencer de que uno podrá seguir trabajando, pero sin la presión de ganarse el jornal. Ese es el futuro que veo. Aquí la gran pregunta es: si nadie trabaja, ¿cómo se pagarán las pensiones? ¿O una renta básica universal? No sé si los robots deberán pagar impuestos.

-Apunta que nada impide que una IA tenga sentimientos y consciencia. ¿Cómo es posible eso?

-Sí, aunque es un ejercicio filosófico, más que una certeza. Me explico. Hay personas a las que se les ha hecho un pequeño trasplante de neurona. Gente que ha padecido ictus, problemas cerebrales. La medicina ha comprobado que el cerebro es tan plástico que tiene la capacidad de tomar una neurona ajena como si fuese suya. Mi planteamiento es: si somos capaces de reemplazar una neurona biológica, nada debería evitar que fuésemos capaces de cambiar una neurona biológica por una sintética. Por un chip que tenga el mismo efecto que una neurona. De hecho, la empresa de Elon Musk está poniendo un chip a personas con tetraplejia, para que puedan vivir de manera más o menos independiente. Por tanto, el cerebro es capaz de interactuar con chips. Entonces, de manera muy gradual, podría ser posible que el cerebro de un individuo fuese un chip. Lo cual, significa que ese chip tendría consciencia, razonaría, tendría sentimientos. 

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