“Si hay vida en Marte, tal vez la hemos llevado nosotros”
Carlos Briones | Astrobiólogo y escritor
Doctor en Ciencias Químicas en la especialidad de Bioquímica y Biología Molecular, el burgalés Carlos Briones es investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el Centro de Astrobiología (centro mixto del CSIC y el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, asociado al Programa de Astrobiología de la NASA). Es autor de numerosos títulos de ciencia y divulgación así como de libros de poemas (con De donde estás ausente ganó el Premio Hiperión en 1993). El año pasado publicó, con gran éxito, ¿Estamos solos? En busca de otras vidas en el cosmos (Crítica).
-¿Qué apostamos a que Perseverance encuentra en Marte al menos un indicador biológico?
-Esa pregunta es interesante porque la única evidencia biológica que puede encontrar Perseverance en MartePerseverance es un indicador, es decir, una huella de una actividad pasada. Eso es lo que le permite su dotación tecnológica. Pero es que, además, si encontrara un microorganismo tendríamos una noticia revolucionaria, desde luego, pero también muchas dudas por resolver. ¿Sería ese microorganismo real? Y si lo fuera, ¿cómo podríamos descartar que lo hubiéramos trasladado hasta allí nosotros mismos con estas misiones? Sería complicado confirmar un origen netamente marciano.
-¿Tanta cautela no es una invitación al pesimismo?
-No necesariamente. Marte fue hace muchos miles de años un planeta azul como la tierra, en una zona perfectamente habitable del Sistema Solar y con mucha agua, especialmente en su hemisferio norte. Sería perfectamente posible encontrar un indicador biológico. Pero para todo lo que sea ir más allá, es recomendable medir bien el entusiasmo.
-¿Es más optimista respecto a las posibilidades en las lunas congeladas del Sistema Solar, como Europa o Encélado?
-Sí. Sería previsible que, en estos satélites, donde hay gran cantidad de agua bajo la superficie helada, hubiese una actividad biológica, al menos en forma de microorganismos. El problema es que llegar hasta Europa implica un viaje de ocho años y una vez allí habría que o bien perforar en el hielo o bien tomar muestras de algún géiser que expulsara agua a través del mismo. Esto no sería excesivamente extraño: de hecho, la sonda Cassini logró posarse sobre un géiser cuando se acercó a Encélado a tomar imágenes. Ya hay de hecho varias misiones en marcha con este objetivo. Y, por otra parte, conviene no perder de vista que en el subsuelo marciano puede encontrarse agua a un kilómetro y medio de profundidad. Quién sabe.
-¿Qué opina de la posibilidad de que se genere vida a partir de elementos distintos del agua y el carbono?
-Si nos detenemos en la química, es difícil encontrar un disolvente mejor que el agua e imposible dar con un átomo más favorable a la vida que el de carbono. El metano líquido tiene capacidades disolventes, pero no tan efectivas como la del agua. Y la ciencia-ficción ha planteado alternativas al carbono como el silicio, pero en realidad el silicio no tiene nada que hacer. Ahora bien, lo que sí podría darse es una bioquímica distinta a partir del agua y el carbono; es decir, una bioquímica sustentada en estos elementos pero que no conduzca necesariamente al ADN, al ARN o a las proteínas, sino a otras estructuras hoy desconocidas. Esto sí que es probable.
-¿Supondrá el hallazgo de vida extraterrestre una revolución en la Tierra, o tampoco será para tanto?
-La pregunta sobre si estamos solos o no en el universo es una de las importantes desde la Antigüedad. Hoy día la cuestión sigue siendo candente en la cultura popular. Es cierto que la ciencia descartó la existencia de canales en Marte, pero también que los primeros interesados en dar la noticia somos los científicos. Ahora bien, ¿de qué clase de vida cabría hablar para afirmar que no estamos solos?
-Una molécula no hace mucha compañía.
-Exacto. Mientras no hallemos vida inteligente, no habrá campanas al vuelo.
-Stanislaw Lem era crítico con la idea de una vida alienígena inteligente porque denotaba un prejuicio.
-Y tenía razón. Sólo consideraríamos inteligentes a seres con los que pudiéramos comunicarnos, y eso entraña un marco demasiado estrecho. En la Tierra hay animales muy, muy inteligentes, pero no podemos comunicarnos con ellos. Podríamos vernos, como en la película La llegada, ante seres inteligentes con los que no podríamos comunicarnos. Si esos seres utilizaran para comunicarse, por ejemplo, ondas de presión, no podríamos hacer nada porque nuestros sentidos no las perciben. Y podría darse una civilización que no percibiera ondas electromagnéticas por la misma razón.
-¿Qué opina de la conclusión del astrofísico Avi Loeb sobre el origen extraterrestre de Oumuamua?
-Cuando haces propuestas extraordinarias, tienes que presentar pruebas extraordinarias. Y, en el caso de Loeb, las pruebas que presenta no llegan ni a normalitas. Una cosa es la valentía y otra la especulación. Como decía Carl Sagan, no sirve de nada afirmar que tengo un dragón en mi garaje si ni aporto las pruebas.
-Es usted científico y poeta. ¿Hasta qué punto lo uno lleva a la otro?
-En mi caso fue primero la poesía. Empecé a escribir en mi adolescencia, cuando ni siquiera me interesaba la ciencia. Lo que pasa es que luego das con los profesores y con las circunstancias adecuadas y encuentras el camino. Me entristece que se considere a la ciencia y las humanidades como dos ámbitos separados. Y, por lo mismo, no me gusta que la literatura científica descuide el lenguaje. Escribir bien es una obligación moral.
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