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“No soy John Lennon ni pretendo serlo”

Entrevista a Blas Cantó

El cantante Blas Cantó. / Carmen Castellano.

La voz de Blas Cantó (Murcia, 1991) va más allá de un disco, de los ecos de Eurovisión –en la que participó dos veces– o de la memoria de miles de adolescentes de cuando formaba parte del grupo Auryn. Blas, que se llama a sí mismo viejoven, tiene un espíritu comprometido socialmente que marca todo su arte y toda su persona, que le hace pasar malos momentos y que resume en una palabra: libertad.

–Después de un tiempo en silencio, le apetecía hacer algo con el pop, fruto del que es su nuevo trabajo.

–Sí, han pasado cinco años desde el primer álbum. Ha llegado cuando tenía que llegar, cuando mi mente y mi cuerpo están bien, y con ganas de cosas nuevas con mucho color.

–Volviendo atrás en el tiempo, ¿esa experiencia en Europa cómo fue para usted?

–Muy bonita. La recuerdo con mucho cariño a mi alrededor con el público entregado. Cuando se dijo mi nombre me ardió el teléfono, con muchos mensajes de toda la industria de la música. Me escribió Alejandro Sanz, Raphael, actores, actrices... Me sentí muy querido, pero lo que es innegable es que me pilló en el peor momento de mi vida personal, porque se sucedieron una serie de circunstancias en mi familia que no me hicieron disfrutar como debiera el festival. Eso sin contar que fue en pandemia, pero fue algo inolvidable.

–¿Supuso un antes y un después para usted?

–Tal vez me di cuenta de que nada era tan importante como la vida. Como estar bien a nivel mental y relativizar, y a sentirme un privilegiado también. Fue un aprendizaje y una lección de vida muy importante para mí.

–¿Ha llevado las riendas de El Príncipe personalmente? ¿Cómo ha sido el proceso de creación?

–Ha sido muy normal. He escrito de lo que he necesitado para que me ayudara a ver la luz y a volver al color. Escribirlo me ha hecho, de alguna manera, hacerlo realidad.

–¿Qué tiene de nuevo este trabajo?

–Que El Príncipe es de muchos colores. Al menos no el que yo soy, sino el que mucha gente quiere que yo sea. Sonidos muy actuales que mezclan la tradición con el pop de toda la vida. Creo que hemos conseguido cosas muy bonitas con este disco. Hemos contado historias no convencionales y eso al final le da referentes a la gente joven en las canciones, los necesitan. Como ha sido hablarle a un chico en primera persona sin necesidad de eufemismos y quitarle el género a las canciones.

–¿No tiene miedo a lanzarse a cosas nuevas que puedan repercutir en sus fans?

–Ese es el riesgo, quedarte en lo que la gente espera de ti. Incluso no poder darles lo que esperan. Me siento muy afortunado de tener a los fans que tengo porque son muy fieles y entienden que los artistas estamos en constante cambio. Hemos conservado lo que soy y quién seré, pero obviamente me permito jugar con el arte porque no hay que limitarlo.

–¿Siente que ha madurado como artista?

–Siento que dentro de esa madurez he encontrado la inmadurez. Parece una contradicción pero realmente no lo es. Siento que juego más, que me arriesgo más, siento que hace cinco años era más adulto de lo que soy ahora. Más serio. Es como que dentro de esa madurez está el permitirme equivocarme, disfrutar de mi parte más rebelde.

–Eso se traduce en seguridad.

–Sí, probablemente sea la palabra. Yo le llamo inmadurez porque como siempre he sido un viejoven, pues supongo que el disco más maduro será el más inmaduro.

–¿Qué intenta transmitir?

–Siempre tengo un mensaje en todo lo que hago. Me enseñaron que somos distintos y que eso es lo bello del ser humano. En mis canciones van a encontrarse muchas sorpresas que son la vida misma. Lo he dicho tantas veces que parece una utopía, pero necesitamos seguir gritando nuestra libertad, porque a veces parece que vamos para atrás. Creo que lo más importante es que entendamos que hay gente de todos los colores y que no podemos limitarnos. Tenemos que aceptarnos y cuidarnos mucho. Eso es lo que intento transmitir siempre. Que la gente se sienta libre de escuchar lo que quiera, de ser como quiera y llamar como quiera.

"Necesitamos seguir gritando nuestra libertad, porque a veces parece que vamos para atrás”

–¿Qué ha significado la música en su vida?

–Me ha ayudado mucho. Me ha ayudado a gestionar mis emociones, a comunicar cosas que no sabía decir con palabras, me ha ayudado a hacer amigos y a superar situaciones malas de la vida. Me ha ayudado hacerla, escucharla y saber que a otros le está ayudando el escucharla. Me reconforta mucho.

–Le caracteriza ser muy sincero con sus sentimientos. ¿Hay falta de sinceridad?

–Cada vez tenemos más claro que nuestra vulnerabilidad nos hace más fuertes y nos ayuda a gestionar las emociones mejor. Creo que cada vez somos más valientes en expresar lo que sentimos, llorar es de seres humanos y no es cosas de niñas. No se pueden dar pasos atrás. Tenemos que mostrarnos también débiles. No entiendo que en el 2023 haya comentarios machistas con esto. Los hombres sí lloran, cada vez lo estamos demostrando más, y además es justo y necesario que te vean.

–¿Se ha cansado de cantar sin género?

–Sí, no creo que sea un ejercicio bonito el estar siempre hablando desde la ambigüedad o desde el género neutro. Me gustaba en su época, porque cuando uno no está preparado para hablar públicamente lo mejor es no hacerlo, pero tampoco incentivarla. Es un referente para mí sobre todo, porque nunca escuché historias en las que un hombre a otro le dijera te amo o me has hecho daño. Me hubiera gustado.

–No le gustan las etiquetas.

–Son necesarias profesionalmente, pero a nivel personal no. He aprendido que hay gente que sí les gusta que les metan dentro de los gays o las lesbianas por sentirse dentro de un grupo, pero no a mí. Mi grupo son las personas.

–¿Qué le falta a la música?

–Más honestidad a la hora de hacer arte. Hay gente obsesionada con los números que olvida que el arte no entiende de eso. Me preocupa bastante el rollo de los números en redes sociales que están causando enfermedades de salud mental, causa estragos. Es importante cuidar eso. Debería ser una herramienta comercial. Hay mucha gente abandonando redes por eso.

–Se declara poco tecnológico.

–El mundo ha cambiado y hay que adaptarse, pero no podemos poner en juego nuestra salud mental. Hay que relativizar. Un caso claro es Eurovisión, pese a hacerlo todo bien no quedas en el número adecuado. Lo mismo pasa en redes sociales. No se trata de ser el mejor. Cada uno tiene su público.

–Pero esas obsesiones también responden a la competitividad actual.

–Debería primar más la calidad a la cantidad. Ese ha sido siempre mi mantra. Es que hay veces que los números no responden a la realidad.

–Pero hoy hay un estilo de música que parece no fijarse mucho en la calidad.

–La calidad es relativa para cada uno. Está muy bien que hagamos arte sin necesidad de encasillarnos. Lo más importante es hacerlo y que salga bien. Es injusto limitar el arte y dejarlo solo en lo que la gente espera de ti.

–¿Falta apoyo a la música?

–Falta a veces formación y accesibilidad. La ayuda más importante que necesitamos es la salud mental. Me gusta aprovechar los espacios para hablar de esto. Es urgente.

–¿Es muy reivindicativo socialmente?

–En la medida de lo que puedo. En los últimos años me ha causado muchos problemas a nivel emocional, porque no puedes denunciar todas las causas ni estar encima de ellas. No soy John Lennon ni pretendo serlo. Cuando tengo un altavoz intento que las cosas puedan llegar a cambiar. Sé que yo no cambiaré el mundo, pero si de alguna manera puedo ayudar a que suceda lo voy a seguir haciendo.

–Dejó el inglés para cantar en español.

–Me gustan los idiomas. Me lo paso bien, tengo muchos seguidores fuera que agradecen que cantes en su idioma. Ahora me he dado una pausa en este álbum pero lo retomaré.

–¿Qué queda del Blas Cantó que irrumpió con Auryn?

–Todo y nada. Todo porque sigo viviendo las cosas con la misma intensidad y nada porque ahora veo las cosas diferentes. El 2023 es muy diferente al 2013. Ahora los chicos pueden hablar de chicos. Estos diez años han sido una reflexión para llegar ahora y hablar con tranquilidad de cosas de las que no hablaba.

–¿Y dentro de diez años cómo se ve?

–En mi mejor versión. Mi mente y mi corazón evolucionarán. No me gusta el verme estancado en el yo soy así y me moriré así, que creo que es un pensamiento mediocre. Me gustaría

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