La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
José López Barneo. Investigador, catedrático de Fisiología
Lo acaban de invitar a un seminario en Helsinki, donde se celebraron los Juegos Olímpicos el año que nació. José López Barneo (Torredonjimeno, Jaén, 1952). Una esposa científica, Elizabeth López Pintado, dos hijas matemáticas, cuatro nietos. Hoy irá al campo a ver el Betis-Madrid. Catedrático de Fisiología, fundó en 2006 el Ibis (Instituto de Biomedicina de Sevilla), 500 empleos directos e indirectos. Ganó el premio Jaime I de Investigación. Adscrito a la Fundación Botín, cada noche lee la biografía de un científico de la generación anterior a la suya. Nombres como Alberto Sols o Margarita Salas.
-¿La ciencia se lleva bien con la familia?
-Tengo dos hijas gemelas, las dos matemáticas que estudiaron Econometría. Dunia nació diez minutos antes, experta en la teoría de juegos. Sara es especialista en estadística y profesora en la Universidad de Columbia, Nueva York. Está pensando volver, tiene que convencer a un marido americano que nació en Corea y se crió en Samoa, hijo de diplomáticos.
-Su semilla genética...
-Nacieron en Córdoba. Mi mujer, a la que conocí en la carrera, tenía un problemilla de hipófisis, tuvimos que tener los hijos muy jóvenes para evitar riesgos. Nacieron el 2 de mayo de 1975 y como creíamos que eran varones les pusimos de broma Daoiz y Velarde.
-Santiago Grisolía reivindica el derecho a no saber.
-Vivimos un momento de intriga y suspense.
-¿Con eso ha acabado la prisa por saberlo todo?
-La gente madura mucho más rápido que antes. Me preocupa que la infancia de mis nietos sea demasiado corta. Se pierde muy pronto la ingenuidad y se entra demasiado rápido en la adolescencia. El hombre pecó por comer del árbol del bien y del mal.
-Asimov decía que los conocimientos de la ciencia avanzaban más rápido que la sabiduría de la sociedad. ¿Es arriesgado?
-Yo creo que habla más de la sabiduría social que de la individual. Una sabiduría que consiste en valorar elementos como el cambio climático, en ser conscientes de que si queremos el paraíso en la tierra no nos lo podemos cargar.
-¿Cómo se convierte un chico de pueblo en un científico relevante?
-Hay un elemento genético, lo que me dejaron mis padres. No hablo en términos académicos, mi padre era conductor de camiones y mi madre ama de casa. Tuve muy buenos maestros porque el sistema educativo era bastante mejor que el actual y también tuve suerte, que es muy importante. Apareció un estudio científico sobre la influencia de la suerte en el cáncer y hubo gente que puso el grito en el cielo.
-¿El éxito es engañoso?
-Sí, si no se tiene en cuenta la importancia del fracaso. Hay gente a la que un fracaso lo hunde; para otros, sin embargo, se convierte en un estímulo.
-En 1959 Severo Ochoa ganó el Nobel de Medicina y Bahamontes el Tour de Francia. Desde entonces, España ganó varios Tours de Francia y ningún Nobel.
-El de Severo Ochoa no se puede considerar un Nobel español. Se formó en Alemania y trabajó en Estados Unidos. Es un español que ganó el Nobel. No es como Ramón y Cajal, que trabajó en España. Un caso de genio que ayudó a transformar el mundo comparable a Newton o Darwin. En España no ha habido más Nobel porque no había estructura científica. Para que haya picos hacen falta cordilleras. Pero no tenemos que tirar piedras contra nuestro tejado. Hoy en nuestro país hay científicos que juegan la Champions, todavía es difícil que la ganen. No veo ninguna razón para que un español no gane el Nobel en el campo de la ciencia o la técnica.
-¿Hacer ciencia en España es llorar, como decía Larra de escribir?
-Fuera nos respetan. El ERC (Consejo Europeo de Investigación) es un programa de ayudas muy elitista. Está feo que lo diga, a mi equipo le dieron una para investigar la defensa de las células ante la falta de oxígeno. Un trabajo con aplicaciones en patologías como el ictus cerebral o el infarto de miocardio.
-¿Sigue habiendo fuga de cerebros?
-Ha habido un gran cambio en el tema. Cuando hice el posdoctorado en Estados Unidos, España era un erial absoluto y estuve dudando entre quedarme allí y volver. Al final pesó un componente patriótico, pensé que trabajar en tu país, contribuir a su desarrollo, era un valor añadido. Nunca he sido político, pero tengo inquietudes políticas. Pero España ya forma parte de Europa, la globalización ha cambiado la visión del mundo y lo de la aldea global es verdad, no es una frase hecha. Tengo dos nietos en Nueva York con los que hablo todas las noches por skype y me cuentan cómo les ha ido en el colegio. Las autoridades sí deben velar para que la gente no se vaya, pero los científicos no deben tener dudas a la hora de irse donde les parezca oportuno. No he cambiado de opinión, cambió la realidad.
-¿Andalucía es de ciencias o de letras?
-Debe ser región atractiva para el científico. Eso lo ha hecho muy bien Cataluña, donde llevo treinta años trabajando como asesor externo. Trabajan la captación de científicos de fuera. Más del sesenta por ciento no son catalanes.
-¿El secesionismo no va contra la universalidad de la ciencia?
-Me gusta combinar la riquísima diversidad de España con una historia de unidad de quinientos años.
-¿Estudia el cerebro?
-Me apasiona, pero di un paso atrás; el cerebro de los mamíferos es demasiado complicado. Abarco temas más pequeños.
-Es paisano de Rafael Álvarez El Brujo...
-Su padre tenía la pensión Córdoba. Los dos bebimos de la misma fuente, de un material humano de primera calidad, puro, entero y verdadero, como dice el poema de Celaya. Como hijo de clase obrera, me beneficié de las becas del PIO (Patronato de Igualdad de Oportunidades), una de las cosas buenas del franquismo, porque las negativas las conocemos todos y yo luché contra ellas.
-¿Es el tiempo de las células madre?
-Por suerte o por desgracia, esa explosión científica coincidió con una explosión mediática que se tradujo en controversia. Con las células embrionarias hay un tema de seguridad. El primer objetivo es curar, hay uno anterior que es no hacer daño. El avance de las células adultas es demasiado lento.
-¿Qué es lo que no viene en su currículum?
-Que toco la guitarra desde los diez años; que las novelas se me hacen muy largas; y una cosa irracional, me entristezco cuando pierde el Madrid.
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