Tribuna Económica
José Ignacio Castillo Manzano
Las Tres Gracias del presupuesto andaluz y Séneca
Alfonso Castro. Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla
-Su estética choca con lo que se espera de un decano de Derecho. ¿Le ha pesado en su carrera profesional?
-La sociedad española ha cambiado mucho. Y también la sevillana. Yo siempre he sido así. Es de fábrica. Nací con mucho pelo y de niño ya tenía esta apariencia beatleliana que he mantenido en la adolescencia y la juventud. Y no he cambiado gran cosa. Llevo en la facultad muchos años y todo el mundo me ha conocido así desde el principio. Si a alguien le ha llamado la atención, no lo ha exteriorizado nunca. Por otra parte, esto es muy usual dentro del ámbito de los universitarios italianos. Yo soy catedrático de Derecho Romano y en Italia es normal ver señores mayores con el pelo largo.
-El latín ha dejado de ser una asignatura obligatoria en Bachillerato. ¿Ha caído el interés de sus alumnos por su asignatura?
-Esta pregunta me lleva a una profunda reflexión. Es una amputación cultural, como si del alma europea se hubiera extirpado una parte muy significativa de sí misma. Es una pérdida gigantesca. Cuando se apuesta mucho por los conocimientos aplicados o las carreras técnicas, yo defiendo, como otros muchos, los saberes inútiles porque no son inútiles, sino que son la base. En cualquier caso, eso no se ha trasladado del todo a la universidad, en la medida en que la asignatura de Derecho Romano no sólo tiene un contenido cultural, sino que es una asignatura profundamente técnica. Aquel que no valora el Derecho Romano no será un jurista en el futuro.
-La universidad tiende últimamente a despreciar el método de la lección magistral por el estudio de casos. ¿Cómo se conjuga eso en una facultad centenaria como Derecho?
-El Derecho Romano es eminentemente casuístico, con lo que no incide en nuestra asignatura. Bien es cierto que el valor del caso es distinto pues es más un punto de llegada que de partida. Soy un defensor absoluto y radical del valor de la clase magistral frente a determinadas corrientes modernas. Siempre recuerdo una frase de Gregorio Luri, que dice que no hay alternativa pedagógica a los codos. No se puede dominar una materia densa sin esfuerzo ni sacrificio. Y la clase magistral es insustituible.
-La tendencia en Bachillerato es, precisamente, evitar los contenidos memorísticos. ¿Se nota en los alumnos de Derecho?
-Más que el nivel de los conocimientos, que también, lo que más ha descendido es la cultura del esfuerzo. Es una pérdida devastadora. Nada de lo que merece la pena en la vida se consigue sin esfuerzo. Los alumnos, en general, no están muy predispuestos a sacrificarse como es necesario para dominar un ámbito tan complejo como es el jurídico. Tampoco ayuda mucho la reducción de las carreras a cuatro años.
-Ni tener cien alumnos en un aula.
-La ratio es ahora menor que hace diez o veinte años. Pero he de decir que muchos profesores nos sentimos más estimulados cuando tenemos una audiencia mayor. A mí no me preocupa tener más o menos alumnos, sino la pérdida enorme de efectivos que han sufrido las universidades españolas en los últimos años y la carrera de obstáculos, muchos de ellos absurdos, en los que se ha convertido la promoción universitaria. Tenemos muchísimos profesores que no tienen asegurado su futuro y que le han dedicado a esto su vida. Me gustaría reivindicar la situación del colectivo de profesores interinos, a los que hay que darles una solución.
-¿La universidad debe orientarse más hacia las necesidades del mercado laboral?
-Una facultad no es una factoría de títulos y no es un centro de orientación profesional. La universidad es el depósito natural de los saberes. Los profesores universitarios somos investigadores y compartimos el fruto de esas investigaciones con nuestros estudiantes. Pero no estamos aquí para enseñar profesiones. Eso no significa que haya que ir a lo contrario. Pero convertir a la universidad en un ámbito exclusivamente orientado a las necesidades empresariales sería un error manifiesto. Y lo dice el decano de la Facultad cuyos egresados son los más demandados.
-¿La bonificación de las matrículas para los aprobados ha incentivado el rendimiento académico?
-Es pronto para decirlo, pero me atrevería a decir que en modo alguno. Con esta bonificación, un alumno que tiene un cinco en septiembre tiene una asignatura gratis el año siguiente. Hasta ahora sólo ocurría con un diez y mención de matrícula de honor, normalmente en junio. Lo que estamos percibiendo es que los docentes están siendo sometidos a grandes presiones. Es decir, todo lo contrario. Un alumno con un cuatro quiere un cinco como sea. Estoy a favor de ayudar a las familias a las que la crisis económica ha dejado en condiciones tiritantes, pero tiene que ser siempre sin dejar de lado el rendimiento y el compromiso.
Su atuendo y su melena rompe el cliché que se espera del decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, que este año cumple su quinto centenario. Alfonso Castro (Sevilla, 1969) es catedrático de Derecho Romano y acaba de ser reelegido para un segundo mandato con el apoyo del 82% de la junta de facultad. Doctor en Derecho y licenciado en Geografía e Historia, se declara republicano, aunque mantiene en su despacho el retrato del Rey frente a un óleo de Francisco Candil y Calvo, rector de la hispalense en la Segunda República y depurado tras el golpe de Estado de 1936.
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