Alfonso Goizueta: "Alejandro Magno está a caballo entre la mitología y la realidad"

Alfonso Goizueta | ESCRITOR

El escritor Alfonso Goizueta en el Hotel Inglaterra en Sevilla.
El escritor Alfonso Goizueta en el Hotel Inglaterra en Sevilla. / Antonio Pizarro

Alfonso Goizueta (Madrid, 1999) ha sido finalista de los últimos Premios Planeta con su novela histórica La sangre del padre. Además de haber alcanzado el podio, también ha sido el finalista más joven de las 72 ediciones de los reconocimientos literarios. Con 24 años decidió presentar su obra bajo un seudónimo y fue la gran sorpresa de la noche de entrega del Planeta. Licenciado en Historia y Relaciones Internacionales por el King's College de Londres, no duda en sostener que su libro no es una tesis doctoral sobre Alejandro Magno, ni ha tratado de descubrir nuevos datos sobre su figura. Su obra indaga en los pensamientos y emociones del gran –y joven– conquistador.

-La sangre del padre retrata la parte más personal de Alejandro Magno, más allá de sus conquistas.

–Ese era el objetivo. Encontrar al hombre detrás del mito. En la novela quería explorar al joven que sostuvo sobre sus hombros al conquistador. Tienes que hacer un ejercicio de empatía para saber cómo sentía Alejandro.

–¿Cuánta ficción hay sobre el personaje? Tengo entendido que hay poca documentación a pesar de su relevancia histórica.

–Poca por no decir ninguna. No tenemos una correspondencia ni unos diarios que nos digan cómo pensaba. Como novelista tienes que tirar un poco de imaginación, de crear esa ficción en la que has de empatizar con el personaje para volverlo humano. Esos huecos que va dejando la historia, los rellenas a base de creatividad. Lo bonito de nuestro oficio es ese momento en el que realidad y ficción se dan la mano para crear algo que sea históricamente verosímil aunque sea inventado.

–¿El proceso de documentación ha servido principalmente para contextualizar al personaje?

–Efectivamente. El trabajo de documentación, que es exhaustivo, sirve para armar bien el contexto, para crear un armazón fuerte que luego se rellene con imaginación y transcurra la humanización de los personajes.

–¿Hay algún detalle que le haya llamado la atención de Alejandro Magno?

–No conocía casi nada a esta figura, porque no me había sentado a estudiarla. Tenía la idea que tenemos todos. La novela no pretende ser una tesis doctoral en cuanto a aportar algo nuevo o revolucionario. Lo que más me ha interesado de Alejandro ha sido la historia de superación que debió existir. Tenía 22 años cuando salió de Macedonia y 32 cuando murió. En esos diez años no solo conquistó Asia, derrocó Persia y creó un mundo nuevo. También se hizo adulto. La convivencia de ambas facetas es lo que más me ha interesado.

–¿Esta evolución es lo que más le ha gustado escribir?

–Lo que más me ha emocionado no es necesariamente lo que más me ha gustado. La novela tiene mucho de autobiográfico, porque con Alejandro comparto la edad y me ha gustado mucho describir los temas atemporales. El tener conciencia del paso del tiempo, del amor, de la muerte, de las decepciones o de las expectativas.

–Además, sobre Alejandro estaban puestas todas las expectativas.

–Todas. De ahí viene el nombre del libro. La sangre del padre hace referencia al peso del legado. Alejandro tenía una herencia mítica. Por parte de su padre, decían que era descendiente de Hércules, y su madre de Aquiles. Estaba llamado a una misión histórica a la que no podía dar la espalda.

–¿Cree que el universo de la ficción ha hecho justicia con Alejandro?

–Nunca lo había pensado. Puede que alguien me diga que mi retrato de Alejandro no es el adecuado. En qué se basa esa persona si no sabemos cómo fue. Esto también forma parte de la belleza. Es una figura que está a caballo entre la mitología y la realidad. Los retratos que uno hace son novelados, aunque ficciones algo históricamente trazable. Un historiador que vaya a una novela de este género buscando un retrato exacto del personaje, lo hace en mal lugar. Para mí lo fundamental han sido las relaciones de Alejandro con su familia, con sus amigos y con su gran amor, Hefestión.

–¿Cómo fue la conversión de Alejandro de libertador a tirano?

–Los historiadores conocen este proceso como la orientalización de Alejandro. Empezó a adoptar costumbres de los persas, desde las más nimias como tener eunucos u ordenar que se hicieran reverencias a los reyes hasta negarse volver movido únicamente por la ambición. Dejó de hacer caso a generales y consejeros. Ese es el Alejandro tirano que se conoce. La novela también aborda este tema desde el plano personal, que es donde se ejercen las tiranías más fieras muchas veces.

–Ha sido el finalista al Premio Planeta más joven de la historia, ¿pesa el ser destacado por una cuestión de edad?

–Entiendo que lo de la edad llame la atención, porque es lo primero que se ve. Da un poco de vértigo a veces , pero me presenté al Premio con un seudónimo y cuando recogí el galardón se vio la edad que tenía. Estoy muy agradecido de que la novela haya merecido el reconocimiento.

–¿Cómo es el paso del anonimato a ser reconocido?

–Es el precio que pagas, pero lo hago gustosamente. Sí que es verdad que era una persona anónima y ahora me conoce un poco más de gente. Eso permitirá que el libro llegue a muchísimos lectores y librerías. Como escritor es un orgullo que tu texto alcance a muchas personas.

–¿Tiene planteada su próxima obra?

–Sí, será una novela histórica. Todavía estoy valorando algunas ideas, porque todo está siendo huracanado, pero me siento muy cómodo en este estilo. Se dice vulgarmente que hay personajes con vidas de novela.

–¿Por ejemplo?

–Lo estoy pensando, pero creo que una mujer será la protagonista.

–¿Qué opina de las críticas que han rodeado el Planeta este año?

–Es un Premio con mucha proyección mediática y contra esto siempre hay mensajes positivos y críticas. De todo se aprende y me quedo con que las novelas están teniendo muy buena recepción. Estoy recibiendo muchos mensajes preciosos de gente anónima que me animan a seguir escribiendo.

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