“Se puede vivir del arte con talento o con buenos amigos”
Alexandra del Bene | Artista urbana
Alexandra del Bene nació en Roma y dice que, como es la ciudad eterna, no importa su edad. Estudió diseño gráfico y 3D en Hollywood. En Italia restauró frescos en palacios y casas italianas de Florencia, Siena o Arezzo, entre otras ciudades. También estuvo en la India, participando en proyectos humanitarios y en la restauración de monumentos hindúes. Hasta que en 2010 llegó a Sevilla y ésta se convirtió en su musa. Su arte se puede ver en la calle y, coincidiendo con el año Magallanes, puso en marcha un ambicioso proyecto para inmortalizar la primera vuelta al mundo en 15 murales gigantes en bloques de pisos. Bética Embalaje, una empresa familiar, patrocinó la primera aventura y ahora acaba de cerrar un contrato con Turismo Andalucía para seguir con el proyecto.
–¿Se puede vivir del arte?
–Hay dos maneras: la primera es ser un artista con talento y la segunda, tener buenos amigos con contactos (risas).
–Vivía de la arquitectura pero encontró su lugar en la pintura. ¿Cómo fue?
–He elegido entre el trabajo y la familia y ha ganado la familia. El trabajo de arquitectura me obligaba a horarios incompatibles para dedicarme a la educación de mi hija. Antes de ser buena profesional quería ser buena madre, me ha encantado serlo. Isabella es mi mejor obra de arte.
–¿Ha sido autodidacta?
–Mi escuela de arte ha sido mi misma vida, ya que mi curiosidad y manía de aprenderlo todo me ha llevado a cruzarme con grandes maestros, de famosos arquitectos a maestros de arte restaurando frescos. Mi formación es más bien de dibujo arquitectónico, perspectivas... la parte artística la he desarrollado restaurando pinturas de maestros del siglo XVII y del XXI en los techos de las casas nobiliarias de la Toscana.
–A la Toscana llegó tras salir de Roma y luego fue a la India y a España... ¿qué ha ido buscando?
–Mi lugar. Elegir la libertad a lo “habitual” me ha costado la incomprensión de la familia, que nunca me ha apoyado y todo me lo ha puesto difícil, pero en esto he aprendido a vivir sacando provecho de cada dificultad y viviendo como en una aventura continúa, retos tras retos.
–¿Qué ha encontrado en Andalucía?
–El país de las maravillas, un lugar mágico. No he aprendido solamente el idioma, he aprendido a vivir en armonía conmigo misma y con las personas, que han sido muy abiertas. Mi familia era muy selectiva y me censuraba por ser sociable y espontánea, mientras aquí las personas flipan con mi personalidad y he podido ser finalmente yo misma y sacar lo mejor de mí. Sevilla ha sido para mí como una hoja en blanco con todas las herramientas a disposición para dejarse llevar y éste es el resultado, una artistaza (risas).
–Son famosos sus trampantojos. ¿Qué técnica usa?
–Mis trampantojos se caracterizan por una correcta perspectiva, que es lo fundamental. Es la profesionalidad necesaria cuando se trata de hacer arte y más en la calle, ya que el ojo humano está educado a líneas verticales y horizontales. Por esto también es muy importante conectar el dibujo al entorno arquitectónico para que se transforme en un verdadero trampantojo, que como dice la palabra misma es una trampa del ojo. La técnica de pintura cambia según el dibujo, el soporte y donde realizo la obra, todo influye. De todas formas, para pintar los grafitis uso pintura spray y plantillas de cartulina que realizo yo misma, para las demás obras prefiero utilizar la pintura acrílica que me permite trabajar de forma más rápida e impulsiva.
–¿Cómo se define como pintora?
–Me gusta mezclar la pintura antigua con el estilo contemporáneo y adaptarla a los tiempos y a las necesidades de la vida moderna de forma original. Como pintora me defino buena, como artista, original.
–Tiene un museo al aire libre en Sevilla, donde ha pintado pañoletas de Feria, persianas de bares... ¿Se define como grafitera?
–Más bien artista de arte urbano.
–¿Su arte es asequible?
–¡Seguramente! En mi página web se puede adquirir hasta pañuelos de mis obras y luego en mi estudio de Sevilla o en galerías online y también expongo en bares y hoteles y hasta una boutique.
–¿Cuál es el perfil de su cliente?
–Son geniales, los adoro porque veo que mi arte les anima, ya sea para pintar una cancela de un bar, una pared de la sala de estar, la pared de la piscina o el cuadro para la oficina.... Los clientes que me encargan grafitis son generalmente gente muy profesional que cuida de sus negocios y que quiere lucirse y representarse con mi arte exigiendo cada vez que sea original y rompedora. Los clientes que compran mis cuadros o mis capotes pintados son también personas que buscan originalidad en obras, que le llenen de energía positiva, que tengan historia, que no cansen a la vista. Y los que compran mi arte para ponerlo en el bolsillo de su chaqueta son los mas divertidos... Mis clientes son la parte mejor de mi arte.
–¿Dónde están sus obras?
–En toda Sevilla, hay más de 120 entre grafitis y murales. Pero hay también arte urbano en Madrid y Costa Rica y cuadros en Italia, España, Francia, Emiratos Árabes, Estados Unidos (New York y Los Ángeles), Canadá (Ontario)... Y ya ni me acuerdo.Pero todavía me falta mucho mundo por visitar.
–¿Ha creado ya escuela?
–Eso parece, ya que estoy desde hace algunos años contactada a través de universidades de varios países del mundo y de Sevilla también, gente que estudia mi arte y mi recorrido artístico como un fenómeno artístico de éxito .
–¿Inspira a otros?
–Efectivamente. Veo mucho que mi arte y más de mis ideas, que son parte integrante de mi arte, hacen escuela entres los artistas contemporáneos.
–¿De dónde viene su afición por la tauromaquia?
–Viviendo en Sevilla, igual que aprendí el idioma aprendí también las costumbres. Y nunca pensé que pudiera exponer mis capotes pintados en el hotel Alfonso XIII.
–Se atreve con todo. Souvenirs, moda... ¿Qué será lo próximo?
–Prefiero pensarlo una vez que haya terminado el proyecto de Magallanes. ¡Son 15 murales del V Centenario! Hice uno y ahora empieza la segunda etapa de esta gran aventura con todas las dificultades que conlleva pintar en el exterior, ya que el primero lo hice con 40 grados y el próximo lo haré con 10 grados. Eso es nada si pensamos cómo lo pasaron los tripulantes de este gran hazaña de la humanidad.
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