"Si no te gusta mi humor, vete"

Álex O'Dogherty | Actor y músico

Álex O'Dogherty.
Álex O'Dogherty. / José Ángel García

Con sangre irlandesa (O'Dogherty) y francesa (Luy, su segundo apellido), este gaditano de San Fernando llamado Álex y de la quinta del 73 lleva desde mozalbete, cuando estudió en Sevilla, vinculado al cine, al humor y a la música. Ha renacido decenas de veces por el vaivén propio de una carrera ligada a las artes. Todos los recuerdan por Camera Café y Doctor Mateo, pero hace cine, teatro, monólogos, canta, toca una decena de instrumentos... Estuvo 14 años en La Banda de la María y desde 2012 anda con La Bizarrería. Con todo, lo que realmente le gustaría es ser un buen payaso.

–¿Cuántos instrumentos toca?

–Bien ninguno y mal unos diez o doce.

–Gasta apellido de taberna irlandesa, bebe Cruzcampo y dice quillo. Lo mejor de cada casa...

–Cada uno piensa que lo suyo es lo mejor. Es un poco absurdo, aunque por otro lado está bien si no te peleas con nadie.

–Los O'Dogherty de San Fernando viajaron de la Isla Esmeralda a la Isla de León. Definitivamente, es un hijo del Atlántico.

–Se comprende que sí. Mi familia emigró del condado de Donegal en Irlanda en 1790 y llegó a Cádiz. Y desde entonces estamos en España para quitaros vuestros trabajos... como buenos inmigrantes.

–Camarón, Monchi y Ruiz Miguel, ¿conforman la Santísima Trinidad de la cultura popular de su pueblo?

–En mi pueblo para hablar de cultura hace falta más que una trinidad, para empezar Sara Baras o La Niña Pastori.

–Ergo, ¿hay vida inteligente fuera de la trilogía flamenco-fútbol-toros?

–Tampoco me ha dado pilares de mi vida: el flamenco lo respeto mucho, el fútbol me cae bien y los toros ni los huelo. En San Fernando hay dos manos llenas de gente talentosa, no sólo en el flamenco. Como la poeta Ana Rossetti. Es una fuente de talento inabarcable.

–Su primera aparición en el cine fue El factor Pilgrim, de Alberto Rodríguez y Santi Amodeo. ¿No le parece una película injustamente olvidada?

–Sí fue injustamente tratada en su origen. Se han cumplido 20 años del estreno y recuerdo nuestra cara mientras ponían el cartel en la casilla. Hacía falta un pequeño golpe de algo para que se convirtiera en lo que se merecía, pero también podíamos habérnosla comida en casa y fue a los cines, ganamos un premio en San Sebastián, salió en la tele...

"Me tatúo como el de la película de 'Memento', para acordarme de las cosas y que no se me olviden"

–Como actor criado en el CAT vivió de cerca el auge del cine andaluz en las últimas dos décadas. ¿Qué ocurrió para ese despegue?

–Como en los grandes movimientos culturales, y no lo quiero comparar por Dios con la nouvelle vague o la Generación del 27, hubo un grupo de jóvenes con ganas y talento que empujaron en una dirección y lograron cosas curiosas. Entonces, en Sevilla a muchos nos gustaba el cine; éramos 30 o 40 chavales, entre actores, directores y demás, que pusimos en común el trabajo. Se creó la generación del Cinexin. De ahí salió el corto Bancos, con Santi y Alberto, y luego El factor Pilgrim.

–Hace humor sin apenas sonreír. ¿Se considera el Buster Keaton español?

–No, Dios me libre, y mucho menos Buster Keaton. Puede ser una característica de mi humor, no me río de mis pocos chistes. Soy serio tanto haciendo humor como en la vida.

–Lo petó con Y tú, ¿de qué te ríes?. ¿Con quién se parte?

–Con los Monty Python, con Faemino y Cansado, con Pedro Reyes me partía, con Riki López... El que más me llega es el humor absurdo. Y Buster Keaton, claro.

–"Yo pensaba que tenía la vida resuelta tras Camera Café y Doctor Mateo... Y no salió nada en tres años”. ¿Lo que no te mata te hace más fuerte?

–A mí y a cualquiera. Y este espectáculo, Imbécil, es seguramente hijo de todo esto.

–¿Cuántas veces se ha reinventado?

–Cada día. Luego me quedo con lo bueno. Mire mis tatuajes: éste, Me quedo con lo bueno, es una canción de nuestro último disco, también fruto de frustraciones. Me tatúo como el de la película Memento, para acordarme de las cosas y que no se me olviden.

–Hablando de tatuajes, tiene una cañaílla en una pierna; en la otra no tendrá un balón de rugby, ¿no?

–No, un shamrock (trébol) irlandés. Éste fue mi primer tatuaje. Tengo siete.

–¿Por qué en su show ganó el imbécil al sonoro estúpido o al contundente idiota?

–No, le ganó a Palabras Mayores o a Inofensivo. Imbécil estaba ahí desde un principio. Cuando yo todavía no tenía problemas en la cabeza quería hacer un espectáculo con ese nombre. Ha sido una concesión de mi yo adulto a mi yo adolescente.

–¿El feminismo puede ser igual de imbécil que el machismo?

–No, hoy machismo y feminismo no son comparables. El primero implica comportamientos y violencia en cierto modo; el segundo no lo veo negativo, sino que las mujeres reclaman igualdad. Quien quiere colocar una carga negativa al feminismo usa el feminazi, otra perversión del lenguaje: convertir palabras muy negativas como nazi en cotidianas.

–Un colega lleva una camiseta con el lema Matanza cofrade y no le han partido la crisma nunca. ¿Hay más ofendidos en las redes que en las calles?

–Las redes son el refugio de los cobardes, te pueden decir de todo porque está la impunidad del anonimato.

–¿Hay límites en el humor?

–No, hay límites de lo que a ti te guste del humor. Planteo en Imbécil que tu límite está en que si no te gusta, vete, no lo veas. La libertad de expresión está muy bien pero con lo mío no te metas. Y por esa regla de tres el humor no existe. Vamos a darle la vuelta a eso.

–Vivió en Leoti, en el estado de Kansas. ¿Logrará la América profunda reelegir a Trump contra la voluntad de los estados litorales?

–Me temo que sí.

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