"El fútbol de hoy te dará buenos artistas pero ningún Picasso"

Alberto del Campo | antropólogo

El antropólogo sevillano, Alberto del Campo.
El antropólogo sevillano, Alberto del Campo. / D.S.
Pilar Vera

05 de octubre 2022 - 05:00

EL ESPEJO DEL MUNDO ES VERDE. Antropólogo y autor de una veintena de libros, Alberto del Campo (Sevilla, 1971) terminaba muchas de sus charlas hablando de fútbol. No sólo porque le guste, sino porque lo ha vivido en sangre: fue jugador profesional hasta que una lesión lo retiró. Todo ello, le ha animado a escribir ‘El gran teatro del fútbol’ (La Esfera de los Libros), un título en el que se permite hacer de su gran afición su trabajo de campo, aunando experiencia personal y entrevistas. Es bético pero guarda un trozo en su corazón para el Cádiz y el Athletic, dos equipos “de carácter muy distinto, pero con personalidad”.

–Fútbol y antropología. Una cosa que desde luego pasma incluso a los que estamos fuera es... el trance.

–Hay gente que entra en una especie de éxtasis colectivo. De hecho, un campo de fútbol es uno de los pocos espacios en los que se nos permite alejarnos de los anclajes de las convenciones y saltan las pasiones más bajas. Lo que ocurre en torno al fútbol tiene mucho que ver con la religión, ya que es cuestión de fe y sentimiento: no atiende a razones. Eso apela a algo que no hemos domesticado del todo: la necesidad de ser partícipe de un colectivo aplastando al otro. El fútbol nos permite vivir, a varios niveles, que no todo está atado y bien atado.

–En esa visión del mundo que se da en el campo se plasman, dice, las diferencias entre norte y sur.

–Uno de los rasgos que explican por qué la gente lo vive tanto es porque, a pesar de tener unas reglas comunes y proceder de una cultura específica, ha terminado adoptando los valores e idiosincrasia de cada lugar. Que Mágico haya germinado en el imaginario y se considere un icono inspirador habla mucho de la cultura gaditana, que no es la misma que la del Athletic de Bilbao, donde tenderían a ensalzar a quien encarne valores de compromiso, disciplina, sometimiento al colectivo, incluso la anulación del ego en pro de algo mayor.

–Vivan los jesuitas.

–Donde se ensalza el brillo individual se alaba mucho al genio que se sale del tiesto. El que rompe con moldes y normas cotidianas, que tiene algo de canalla, algo oscuro que se supedite al goce estético y el placer, que ame el jugar por jugar, no la decisión más rentable o eficaz... Eso atenta mucho con la idea productivista del norte pero en Cádiz, por ejemplo, gusta un montón. Un jugador así, además, vindica el relato hegemónico de que vale la pena arriesgar y no someterse.

"Jugadores como Maradona o Mágico vindican el relato de que vale la pena arriesgarse y no someterse"

–Ganar con esos valores es de justicia poética, una pica de los defenestrados por el discurso... Quizá por eso la muerte de Maradona fue la muerte del último dios vivo.

–Hacía cosas sobrenaturales, pero era tan absolutamente humano en sus miserias que no podías más que identificarte con él. Alguien de carne y hueso, que viene de Villa Fiorito, con todas las caídas y recaídas en el infierno y purgatorio que puedes imaginar. No puede estar más lejos de los modelos de plástico. Todas las épocas necesitan héroes, y este era uno achaparrado que hablaba por y a través del pueblo. No extraña que la gente se volviera loca. Yo te diría incluso que a Messi le ha faltado algo así para convertirse realmente en un mito, que no tiene por qué ir ligado a ser un caso excepcional. Pero ahora vivimos en la sociedad de lo políticamente correcto y nadie se sale del tiesto.

–Así que de eso va lo del odio eterno al fútbol moderno.

–Cuanto más dinero hay en juego, más se quiere controlar la productividad y menos se quiere dejar al azar, así que tiene la paradoja de que estrangulas al genio. Tendrás a un montón de pintores canónicos maravillosos, pero ningún Picasso. El genio necesariamente tiene que tener libertad para dejar su sello personal. Hoy día, hay más perfeccionamiento técnico que nunca y menos sorpresa y genialidad. Es un sistema que inhibe la creatividad, reflejo de la sociedad.

–Ese rodillo rampante, globalizador, ha terminado machacando también a los peces más pequeños.

–El de la Superliga de Florentino, por ejemplo, fue el último intento para exprimir la gallina de los huevos de oro, en un sistema en el que cada vez hay más diferencia entre los equipos estelares y los que no. La diferencia de presupuestos entre el Cádiz y el Madrid desde hace 40 años es abismal, y están en la misma Liga. Pero, aunque la Champions esté muy bien, la gente quiere seguir viendo una Liga nacional, no una que deje fuera al 95%. Si quitas a los grandes además, quitas mucho. Y luego: los campos están llenos porque, paralelamente a esa globalización, uno es del Betis o del Cádiz.

–El tema de las cenizas y los columbarios es brutal.

–Un signo más de la transcendencia del fútbol. Descansar eternamente vinculado a un terreno sagrado, consagrado, al que van a seguir acudiendo tus hijos y donde has vivido experiencias extáticas más allá del mundo ordinario. En ello influye también la pérdida de religiosidad convencional: lo mismo ya no creo en nada pero en esto, en esto sí que creo, y quiero que mis hijos lleguen aquí y se acuerden de mí.

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