"Ni mi familia ni mi religión me han impedido estudiar"

Ghazaal Habibyar, activista y ex viceministra afgana

"Quiero volver a Afganistán cada día"
"Ni mi familia ni mi religión me han impedido estudiar" / DS

Cuando Ghazaal Habibyar (Kabul, 1982) era una niña, los talibanes tomaron Kabul. Eran los 90 y la activista huyó a Pakistán para poder estudiar. La llegada de la Comunidad Internacional al país hizo que volver y durante su presencia ocupó distintos cargos estatales, fue viceministra de Minas y Gasolina del gobierno afagano y directora de la asociación Open Society Afghanistan. En 2021 los talibanes volvieron a hacerse con su país y Habibyar huyó de su casa, como miles de afganos más, por el futuro de sus hijas. Tras vivir un tiempo en un hotel Albania, desde hace 10 meses reside como refugiada en Canadá.

–Hace 500 días que los talibanes prohibieron a las niñas ir al colegio.

–Esto lo habíamos anticipado. Hablamos sobre ello antes de la toma de los talibanes, durante las negociaciones con la comunidad internacional. Recuerdo como si fuera ayer que un grupo de mujeres fuimos la embajada de la UE en Kabul. Les expliqué que estaba en el colegio cuando los talibanes llegaron en 1996 y los colegios cerraron. Pude ir a Pakistán y estudiar, pero muchas amigas se tuvieron que quedar, no pudieron graduarse, tuvieron que casarse muy jóvenes. Mi vida y las suyas son tan distintas por las oportunidades para estudiar.

Uno de los embajadores, dijo que habían cambiado,les habían prometido que iban a mantener los derechos. El Islam tiene siglos de historia, soy practicante, llevó hiyab y ni mi familia ni mi religión me han impedido estudiar. Su interpretación de la religion es diferente. Como musulmana adquirir conocimientos es obligatorio para mí, como las cinco oraciones diarias, pero los talibanes no lo ven así. Sabíamos que iba a pasar.

–Ahora las vetan también de las universidades.

–Estoy sorprendida de las reacciones ante elcierre de las universidades y la prohibición a las mujeres de acudir. Me encantaría decirles que despierten, un alto número de niñas lleva 500 días sin ir al colegio. Ahora hay muchas chicas que no pueden ir a la universidad, pero muchísimas niñas llevan más de un año sin estudiar.

–Pese a la represión, ellas siguen saliendo a las calles a protestar.

Son tan valientes. Cada vez que las veo, me siento orgullosísima. Sueño con poder estar con ellas, pero tengo dos niñas pequeñas y decidí dejar Afganistán por su futuro. Si no fuera por mis hijas, ningún peligro me habría hecho abandonar el país. Me gustaría que junto a ellas estuvieran sus maridos, su padres, sus hermanos defendiendo sus derechos también, las veo muy solas.

–Ellos también sufren.

–La pobreza y la mala calidad de vida la padecen todos los afganos. Para las mujeres esto suma otra capa de problemas y restricciones, ya que ellas no pueden ir al colegio, a la universidad o tener su independencia. Este es el motivo por el que ellas han salido más a la calle. Las afganas siempre han sido muy valientes, desgraciadamente siempre han sufrido más los cambios políticos. Las decisiones que han tomado los políticos en Afganistán han marcado sus vidas.

–¿Las expone esto a más violencia o abusos?

–En los últimos seis meses he visto tres matrimonios de chicas en la familia de mi marido. Dos de ellas tienen 13 y 15 años. ¿Puedes imaginar a una niña de 13 casándose con alguien de 30? Esa niña convirtiéndose en madre, cuando ella misma necesita una madre. Imagina cuántas chicas están casándose porque no tienen otra opción. Cuando hable con la madre de una de ellas, me explicó que no puede estudiar, su padre no tiene trabajo, no pueden hacer nada por ella, era su única opción. Es difícil discutir con ellas porque vivo otra vida y no puedo decirles qué hacer con la suya, pero es tan triste. No puedo pensar en algo así para mis hijas.

–¿Qué le cuentan quienes están allí?

–Hablo con mi cuñada. Tiene cuatro hijas y la segunda me quiere mucho. Siempre que le preguntan dice que quiere ser como yo. Era muy pequeña pero me veía vestirme de forma distinta a su madre y vivir una vida distinta. Quería ser ministra como yo. Está en quinto de primaria por lo que no tiene por qué estar vetada, pero mi cuñada me dijo que el colegio cerró. La apuntaron a clases privadas, pero también cerraron. Mi cuñada me contó que volvió a casa llorando diciendo que quería ser como yo, pero ni siquiera podía ir a clase de inglés. No sabes cómo me sentí. Estuve llorando. Las niñas son supervivientes, yo sobreviví, mis hijos sobrevivieron, pero saber que hay niñas que no me mata. Mi cuñada vivió lo mismo hace 20 años y lloraba porque su destino se iba a repetir para sus hijas.

–Ni siquiera las profesoras pueden ir a los colegios.

Claro, impacta directamente en la educación y en los derechos porque la mayoría de educadores eran mujeres, para niños y para niñas. Si no pueden ir, la presión de educar recae sobre menos profesores por lo que la calidad se ve muy afectada. La educación de los niños también lo padece.

–¿Qué le diría a la Comunidad Internacional?

–Hubo muchas conversaciones, elevamos nuestras preocupaciones, pero no nos escucharon porque creían que los talibanes habían cambiado. Ahora que lo han visto y espero que puedan usar su poder, su influencia para enviar ayuda, para influenciar políticamente. Muchos países europeos dieron concesiones a los talibanes para favorecer la paz. Ahora deben usar su influencia para, al menos, asegurar el derecho a la educación de las afganas. Es lo único que podemos pedir, que les dejen educarse porque encontrarán su camino. Los políticos tienen una memoria muy corta, todos se han olvidado ya de Afganistán. Tenemos que levantar la voz para que la gente sepa que en 2023 hay un país donde la mitad de la población está sufriendo. Tenemos que hacer algo.

–¿Quiere volver?

–Quiero volver a Afganistán cada día. Cada día que me levanto quiero volver.

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