“Siempre acabamos pidiendo al público que grabe a sus abuelas”
Ramón Rodríguez García | Músico y componente de Fandila
Ramón Rodríguez, Moncho para los amigos, forma junto María Vallejo el grupo Fandila, un proyecto de ambos en torno a la música popular, sobre todo. Ambos se dedican a la música, tanto a enseñarla como a interpretarla. Cada uno con su óptica y desde su instrumento. Por un lado, guitarras de todo tipo y época, como es el caso de Ramón. Por el otro, desde el violín, como profesora de este instrumento que es María. Ramón Rodríguez es profesor de música, escritor y gran conocedor de las músicas tradicionales ibéricas, como refleja en su libro ‘El corazón de la besana’. Fandila acaba de sacar un disco titulado ‘La fuerza de la costumbre’.
Pregunta.–¿Quiénes son Fandila?
–Siempre me han interesado las músicas de tradición oral. Escribí el libro El corazón de la besana con la idea de plasmar todas las cosas que había aprendido estudiando sus tradiciones musicales del sureste. Estaba maravillado por la poesía de los cortijos. Pero me faltaba la parte musical. Fandila, en sentido estricto María Vallejo y yo, somos un grupo de Granada haciendo lo que nos place con influencias musicales que pueden ir desde los aguilandos de Gor hasta el rai argelino. No somos un grupo de música tradicional. Pero se podría decir que la música tradicional es nuestro punto de partida para hacer canciones.
P.–Y eso a qué suena?
–Suena a folclore, porque hay violín y mandola, botella y pandero. Al menos en nuestros conciertos en pequeño formato. Pero cuando nos metemos en el estudio, como ahora para La fuerza de la costumbre, es inevitable que se cuele en nuestra música todo lo que nos gusta. Nos gusta viajar, en todos los sentidos, y eso se nota.
P.–¿Resulta gratificante rescatar canciones antiguas?
–Es algo increíble. En nuestros conciertos siempre acabamos pidiendo al público que grabe a sus abuelas. Son ellas las que han mantenido la tradición oral. Recuerdan canciones que son nuestro ADN cultural pero que nosotros hemos ignorado. ¡Grabar a vuestras abuelas! Esos audios se convertirán en tesoros cuando pase un tiempo.
P.–Me imagino que no hay muchos grupos como vosotros. Todos giran al pop y al rock.
–Para mí todas las músicas son una. A mí me gusta tocar blues, flamenco o rock. María viene del clásico. No nos gusta ese encasillamiento en el que te meten cuando te acercas a algún estilo determinado. En nuestros conciertos hacemos jotas y cantos de arada, pero a nuestra manera. Nos sentimos igual de cerca de Neil Young que de Agapito Marazuela. Creo que todos los estilos están mezclados y la tradición está en el fondo de todo.
P.–Acabáis de sacar el disco ‘La fuerza de la costumbre’… ¿Qué vamos a escuchar en él?
–Son once canciones, todas composiciones propias. Hay dos temas más apegados a la tradición, Amores y Tierra soleada, que fue el primer single. Hay un romance sobre Lina Ódena, una historia que queríamos rescatar. Hay canciones de amor, autobiográficas, y otras que hablan sobre el drama de los refugiados como Playas de Suani. Está todo grabado y producido en casa, y las mezclas están hechas con mucho gusto por Toni Quintana, Pablo Sánchez y Alonso Díaz.
P.–Creo que uno de vuestros proyectos es sacar un cancionero de Granada.
–Este es el proyecto que a mí más me motiva hacer. Tenemos rescatadas un montón de canciones de la provincia. Muchas del cancionero de Germán Tejerizo, otras grabadas por nosotros en la Alpujarra y otros pueblos de Granada. Nos gustaría dar nuestra visión, llevarnos estas canciones a otros terrenos menos folk y hacer que estos temas del terreno se escuchen en otros escenarios.
P.–¿Es Granada una ciudad que inspira vuestra música?
–Como hemos dicho otras veces, en Granada sales a echarte una caña con un par de amigos músicos y acabas componiendo una canción o grabando un disco. Es una ciudad que tiene lo necesario para que los músicos se conozcan. Y eso que en los bares cada vez es más difícil hablar y encontrarse. Buscamos nuestros rincones para seguir creando y compartiendo proyectos.
P.–Esa música folk que practicáis… ¿engancha a los jóvenes o es más para personas mayores?
–Hemos dado conciertos donde la media de edad de nuestro público podría ser de sesenta o setenta años. A veces se emocionan si les cantas un romance que no habían escuchado desde que tenían siete años. Pero también estamos haciendo unos didácticos para chavales de 12 o 15 años que funcionan muy bien. Descubren algo nuevo que les gusta y les sorprende, sobre todo cuando les improvisas letras al modo de los troveros, porque los jóvenes también tienen una cultura oral muy fuerte, la del hiphop y el freestyle rap, que entronca directamente con la tradición.
P.–También se os dan bien los villancicos ¿no?
–Casi todas las navidades de los últimos años hemos hecho algún concierto de villancicos tradicionales. Cuando empiezan las heladas de diciembre hay una especie de cortocircuito en mi mente y se me vienen a la cabeza todas las melodías navideñas que hemos ido escuchando estos años. Los aguilandos de Gor o de Huélago, los auroros de Vélez Rubio, los cantos de ánimas de la Alpujarra, los romances de las jornadas… y entras en una especie de trance villanciquero que te acompaña hasta el 30 de diciembre más o menos. Menos mal que dura poco, porque es un trance casi enfermizo.
P.–¿Qué es lo próximo que hay en vuestra mente?
–Hemos tenido un mes de octubre con muchos conciertos del tema tradicional. Pero queremos hacer una presentación del disco como dios manda, con banda e invitados. Lo presentaremos en directo en febrero. La música nos mantiene a flote.
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