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“Muchos piensan que los chinos sabemos sólo kung-fu y trabajar”

Wang Can | Primer guitarrista flamenco profesional chino

Wang Can, con su guitarra flamenca, en una calle de Sevilla. / M. G.
María José Guzmán

15 de abril 2021 - 06:00

Acepta con agrado el cachondeo del Sur y fueron sus compañeros de clase quienes le apodaron el Gitano de Pekín. Acaba de grabar su primer disco, Viaje al sentío, un proyecto de Air Music Group en el que está trabajando codo con codo con el productor Alberto López. La intención es presentar este trabajo en una gira y disfrutar en los escenarios transmitiendo su pasión por este arte a todo el mundo. Su nombre de pila es Can, tiene 30 años, empezó a tocar con 24 y sabe que ya va tarde. Quizás por eso sacrifica las cervecitas para estudiar todo lo que puede. En dos meses aprendió español y es un alumno aventajado con gran talento que busca despertar el pellizco también en China.

–¿Es usted el primer guitarrista flamenco profesional chino?

–De momento. Estoy trabajando en mi primer disco y en unos días saldrá a la luz el primer single, Vengo de Pekín se llama.

–Cuéntenos cómo vino.

–Hace siete años. Yo estaba estudiando Ecología y cuando me aburría en el laboratorio y con las lecturas que tenía que hacer, me descargaba música por internet y ahí encontré el disco Cositas buenas del gran maestro Paco de Lucía.

–O sea, fue por casualidad.

–Así es. Y luego me fui enganchando al flamenco. Empecé a investigar ese género y fui conociendo a otros maestros como Manolo Sanlúcar, Serranito, Antonio Rey, Vicente Amigo, Diego y Dani de Morón... Cuando en 2013 terminé mis estudios en China tuve la posibilidad de ir a Estados Unidos a trabajar y seguir estudiando, pero mi pasión era ya la guitarra flamenca.

–Cambió de planes.

–Totalmente. En Pekín encontré a un maestro de guitarra de Granada, Alberto Cuéllar, que me enseñó un poco de técnica y compás. Sólo me dio dos clases y fue suficiente para enamorarme ya por completo de esta música. Fue una gran experiencia y tuve la ocasión de trabajar con una compañía de danza, Dong Fang, un ballet muy importante que había entonces e China. Empecé a trabajar con ellos, sólo tenía que hacer unos acordes y algo de rasgueado. Pero descubrí lo que era subir al escenario y disfrutar mostrando tus sentimientos...

Wang Can posa con su guitarra flamenca. / M. G.

–Le picó el gusanillo.

–Sí. Y ya quise seguir profundizando en la técnica, el compás, conociendo a fondo el flamenco. Y en abril de 2014 decidí venirme a España. En dos meses aprendí el idioma con un curso intensivo y logré que me dieran el visado. En septiembre llegué a Sevilla. Mi primera escuela fue la Fundación Cristina Heeren. Ahí estuve un año, conocí a muchos compañeros y amigos ya para toda la vida. Luego fui a otra escuela privada, la del maestro Eduardo Rebollar, donde aprendí acompañamiento al cante y al baile. Y después de dos años en Andalucía me preocupé mucho por la enseñanza del flamenco en China.

–¿Decidió volver?

–Pensaba que no me iba a quedar tanto tiempo, la verdad. Pero tenía la necesidad de exportar todos los conocimientos que ya tenía a mi país. Entonces pensé escribir un libro para aficionados chinos, en mi idioma: La guitarra flamenca. Técnica, lo hice con el guitarrista Blas Martínez. Estuvimos un año traduciendo ejercicios, fue un proceso creativo que me ayudó. Y al año siguiente escribimos otro: La guitarra flamenca. Palos y compás. Un trabajo muy intenso, pero merecía la pena.

–Uno de sus grandes maestros ha sido Manolo Sanlúcar, ¿cuándo se cruzó con él?

–Mientras escribía los libros me preocupé también por mi técnica. Fui a master class con distintos maestros y a un curso de verano en Córdoba donde lo conocí. Él vio a un asiático allí, le llamaría la atención y me dio su teléfono para que lo llamase. Cuando volví de mis vacaciones en 2017 lo llamé y fui a su casa cada fin de semana para aprender con él. Me dio todos los ejercicios de técnica y muchos consejos, me enseñó también cómo funciona el mundo, a ver de lejos, no sólo de cerca.

–Qué generosidad.

–Mucha, no me cobró nada, comía en su casa, sólo me pedía que hiciera todos los ejercicios bien y para eso tenía que estudiar muchísimo. Si no, se enfadaba. Ahora me preocupa su salud.

–¿Su familia entendía esta vocación?

–Mi padre se disgustó mucho y estuvo un largo periodo sin hablarme. Pensaba que estaba loco por haber dejado ofertas en Estados Unidos para venir aquí a tocar la guitarra. Pero en 2018 hice la prueba para entrar en el Conservatorio Superior de Córdoba y acabé número 1. Me entrevistaron en periódicos y televisiones y poco a poco mi padre ya entendió que había luz, que estaba haciéndolo bien y retomamos la relación.

–¿Cuál es la idea que en China hay de España y de Andalucía?

–Falta mucha información y personas que difundan realmente esta cultura. Los españoles piensan que todos los chinos sabemos kung-fu y que sólo vivimos para trabajar, como los dueños de las tiendas de chinos. Pero en China hay otras maneras de vivir. Y lo mismo les pasa a los chinos con España. Para ellos es sinónimo de fútbol, flamenco y toros. El concepto flamenco está muy equivocado allí. Ven un vestido rojo y piensan que es flamenco y lo mismo es un tango argentino. La palabra flamenco está muy mal entendida en China. De Andalucía piensan que es un sitio donde se vive bien, y ahí no se equivocan (risas).

"La palabra flamenco está muy mal entendida en China, falta información y difundir esta cultura”

–¿Es fácil transmitir el sentío flamenco?

–Los idiomas son distintos, pero el sentimiento es universal. Un japonés escucha una seguiriya y hasta llora y un chino es capaz de decir: “¿esto qué es? quítamelo”. No somos tan serios como los japoneses, pero sí capaces de distinguir ese sentimiento trágico que expresa. A los chinos lo que nos falla es la expresión, nos cuesta. Pero yo creo que el flamenco tiene muchas posibilidades en China.

–¿Quiere ir de gira allí?

–A ver cómo va la cosa. Nunca me imaginé que llegaría a este nivel. Hay muchos guitarristas profesionales, pero la mayoría acompañan. Dar un concierto en solitario y directo es difícil.Pero yo quiero hacerlo. Cuando me canse de este mundo y tenga más de 50 años me dedicaré a enseñar. Ya lo hago cuando viajo en vacaciones a Pekín. Y pienso que mis estudios y títulos que estoy sacando me servirán para ser docente en un centro en China y abrir una especialidad de guitarra flamenca.

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