"Todavía nos conocen como las locas de las algas"

Consuelo Guerra, empresaria

Consuelo Guerra es una sevillana de 33 años que estudió Ciencias del Mar y ahora vende algas a los más importantes restaurantes de España.

M. Muñoz Fossati

31 de agosto 2012 - 10:14

-Recoger algas que nadie quería, empaquetarlas y venderlas ¿cómo se les ocurrió?

-Pues fue casi de casualidad. Mi hermano que es cocinero, Toto Guerra, empezó a trabajar con algas. Estaba yo estudiando la asignatura de Ficología, y él empezó a preguntarme sobre la química de las algas, tiempos de cocción, texturas... Y entonces concebimos la idea de que en la zona de esteros y marismas de Cádiz crecían estas algas y cabía la posibilidad de hacer una explotación de las poblaciones naturales.

-Una idea brillante.

-Sí todo parecía muy fácil, porque la idea inicial era sólo recolectar y ofrecerle el producto a las industrias conserveras. Pero en ese momento de inicio de la crisis, todo el mundo estaba reacio. Entonces decidimos dar el segundo paso, que era manufacturar y tratar nosotros, y ya puestos, por qué no vender el producto también.

-Pero al principio, la gente las miraría un poco así...

-¡...Las locas de las algas! El primer año éramos las locas de las algas, el segundo las niñas de las algas y aún nos conocen como las niñas. Pero sí, éramos las locas, porque administrativa y legalmente hay un vacío absoluto. La idea era muy caótica y todo el mundo nos preguntaba "¿pero sois capaces, esto tiene viabilidad?".

-Es que la imagen inicial era tres mujeres recogiendo hierbas del agua.

-Claro, era eso. Tres mujeres metidas en un sector de hombres, en un trabajo duro, de mucho esfuerzo físico y sin saber si había mercado o no. Durante un año conseguimos montar un proyecto, resolviendo dudas legales y económicas. Eso ya tenía peso, y se le sumó la presentación a concursos, reconocimientos, premios... Nos lo creímos.

-Pero todavía hay gente que las sigue considerando locas.

-Sí, sí, sí. Incluso la propia Administración cree en nosotras pero no ha perdido el recelo. Pero cada vez tenemos más asentado el producto, tenemos mayor clientela de calle, en la restauración tradicional, que ha acogido las algas como un condimento más para la cocina tradicional, vamos montando jornadas, ganando premios...

-¿Los políticos no ven que en esta situación son las ideas nuevas las que arreglarán las cosas?

-Sí, se les llena la boca con el emprendimiento y la innovación, pero sólo la boca.

-Pese a eso, les va bien.

-Porque nuestro esfuerzo lo está valiendo, no porque tengamos las puertas abiertas de par en par, no tenemos un camino abierto. Nosotras lo vamos abriendo.

-No son gaditanas ¿Por qué las algas de esta zona?

-Las recogemos en Chiclana y las manufacturamos en San Fernando. Es más fácil y menos costoso recoger algas de las marismas que hacerlo en mar abierto. Los esteros generan muy buena materia prima y poblaciones naturales abundantes. Para empezar los pilares de esta empresa era lo mejor.

-Y los productos.

-Lo bueno de todo esto es que la lechuga de mar que es una de las especies más versátiles, de las más conocidas a nivel mundial, abunda aquí en grandes cantidades y los doce meses del año. Y tenemos dos especies más, ogonori y aonori, que somos las únicas en España que las vendemos y son muy cotizadas en la zona de Oriente. Realmente, hemos encontrado un filón en el estero.

-Viéndolas, dan ganas de preguntarle si hay más cosas en los esteros esperando que las recojan y las comercialicen.

-Sí, realmente el estero da. Tenemos por ejemplo lo que se le llama aquí la sapina, que es el espárrago de mar o salicornia, que también somos las únicas de España que las vendemos silvestre. Y como vas hablando con gente de la zona, te hablan de la salada, que sirve para hacer ahumados de pescado, y cuya hoja se puede usar como sustituto del laurel con más sabor incluso, o la sauceda vera que son como unas perlitas que saben a ciruela ácida, o la vinagreta...

-¿Y nadie se dedica por ahí a recogerlas por su cuenta?

-No, ese furtivismo afortunadamente no se da todavía. Yo creo que es porque no son pacientes. La gente nos ve cómo lo hacemos, pero no le ve esa rentabilidad que se le ve a una chirla, una boca o una gusana.

-Porque siguen siendo ustedes las que se meten en el agua y...

-Todo, todo. A veces tenemos gente de prácticas, pero nosotras somos las que vamos a los esteros.

-Cuando éramos pequeños, para nosotros las algas eran basura.

-Claro, claro y cada vez que vamos a un estero y hablamos con un titular, nos dan la bienvenida porque realmente somos las que les limpiamos la zona, porque las algas quitan mucho oxígeno para la cría de peces. Somos casi la empresa de limpieza de esteros.

-Eso plantea una sinergia muy interesante.

-Sí. En la escuela de negocios, cuando hicimos el proyecto, nos dijeron que si esto no funcionaba, la alternativa sería limpiar esteros. Por eso nadie nos pide dinero por llevarnos las algas.

-Pues los esteros parecen un mundo abandonado.

-Sí, y a veces convertidos en escombrera. También estamos denunciando eso. Nos duele tanto que recogemos nosotras mismas las basuras.

-Y es un mundo muy desconocido.

-Sí, tú hablas fuera de Cádiz de esteros y no saben lo que es. E incluso en Cádiz, a muchos hay que decirles que son esas marismas que hay entre San Fernando y Chiclana que son como piscinitas... Es una pena, y hay gente que le puede dar valor a esto, marisqueros que quieren tener su tarjeta de marisquero, gente que quiere hacer circuitos de kayak... Pero hay demasiadas administraciones en una zona pequeña.

-Esto les llevará todo su tiempo.

-Hombre, cada vez tenemos menos vida social, se nos restringe. Pero esto lleva mucho tiempo. Somos empresarias por definición pero trabajadoras en la práctica. Muchas veces pensamos que cuando tengamos plantilla, a la hora de delegar creo que nos reservaremos para nosotras lo de ir al agua, porque nos gusta tanto, es tan bonito.

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