"Sólo somos egoístas en la valla"
Mahmud Traoré. carpintero y activista
-¿Por qué se jugó la vida para venir a Europa?
-Lo hice por mejorar la situación familiar.
-¿Le ha ido bien?
-Tras tanto sufrimiento, no es lo que pensaba, pero me han servido muchísimas cosas. La aventura es positiva.
-Salió de casa en 2002 y llegó a Sevilla en 2005, ¿cómo vive las noticias diarias sobre este tema?
-Es muy doloroso, sobre todo por cómo se cuenta en los medios. Aun sabiendo que hay chavales muriéndose, se vende la imagen de que somos una mercancía importante porque sabemos perfectamente que Marruecos juega a apretar o abrir el grifo para negociar.
-¿Son más racistas los europeos o los magrebíes?
-Ser negro aquí es complicado, pero la persecución y la falta de respeto al negro en el norte de África, y no me refiero a los árabes, no existe en ningún lado. En España hay racismo ignorante, del no reconocimiento de la piel negra, pero no es comparable.
-¿Puede que en España no se rechace tanto el color de la piel como la pobreza?
-La gente tiene miedo porque piensa que otro llega a quitarle lo suyo cuando venimos a ocupar empleos que a otros no les convienen.
-Si usted fuera Juncker, Macron, Merkel, Sánchez, ¿qué soluciones políticas viables plantearía?
-Los políticos africanos están puestos por los europeos por su propio interés. Luego se focaliza todo en el miedo y el control fronterizo, gastando mucho en seguridad. El cambio está a nivel social, en la población, que debe intentar romper fronteras. La sociedad debería despertarse, ir a África y ver lo que los políticos no ven.
-En el documental que protagoniza hablan de que la UE y España esquilman la pesca de Senegal y la gente se ve obligada a buscarse la vida. ¿La emigración es culpa de Europa?
-Claro. Los invadidos somos nosotros: 400 años de esclavitud y 300 de invasión colonial. Soy musulmán y eso me viene de Asia, de los árabes, y a mis vecinos, cristianos, de Europa. Ésa es la invasión moral. Hoy, con las multinacionales, es económica. A mis padres les regalabas el visado y no venían a Europa. Cultivaban porque sus padres echaron al enemigo blanco e identificaban la escuela francesa con quienes los habían machacado. Las multinacionales transforman nuestros productos en Europa o donde sea y los encarecen en África. En la costa hay barcos industriales pescando, la clase media pierde su medio de vida y los jóvenes tienen que emigrar.
-¿Y hay aún opciones de trabajar en el campo?
-Teníamos cultivos para ser autosuficientes: alubias, cacahuetes, arroz, mango, maíz, mijo, yuca... Llegó una empresa suiza de algodón, comercializó nuestro producto e impuso los precios. Tuvimos con ellos el problema de España con las hipotecas. Al final la gente está obligada a cultivar más algodón para pagar. Y, para sobrevivir, han dejado de cultivar lo autóctono.
-Refiere el negocio para Marruecos por el dineral que suelta la UE para contener a los inmigrantes.
-Eso está llegando a Senegal, soltar pasta para decir que frenan así la inmigración. Si ese dinero se invirtiera en España, en la península o en Ceuta, con centros de formación para inmigrantes, serviría mucho más, contribuiríamos más aprendiendo aquí.
-¿Espera que su documental conciencie sobre la tragedia de la emigración?
-Si se quiere ayudar a un país pobre, hay que ir para saber dónde va mi dinero. La solución es querer descubrir lo que pasa allí. Pero estamos muy cómodos si nos mandan la información. Y se manipula a un lado y a otro. A veces las asociaciones proemigrantes dan la imagen del pobrecito, ni siquiera nos preguntan. Y hay otras que de verdad luchan para que la vida de los inmigrantes sea mejor, pero subvencionadas por el Estado, contra el que no puedes ir si te da dinero. Entonces se convierte en paternalismo, el pobrecito inmigrante.
-En el último salto en Ceuta hubo muchos guardias civiles heridos a los que les arrojaron cal viva, piedras...
-Eso nunca ha existido. Lo único que puede provocar una revuelta es que toquen a un amigo de viaje. En el desierto nos cuidamos. Y, si vemos que no podemos con alguien, le dejamos agua con toda la pena. Después de mil penurias, los compañeros son como familiares. Sólo cuando saltamos la valla somos egoístas.
-¿Pudo ser una estrategia de distracción, unos lanzaban y otros saltaban?
-Hay estrategias, claro, pero lo de las piedras a la Guardia Civil no es verdad. ¡Quién tiene tiempo para tirar piedras para que otro salte! En ese momento todos queremos saltar, cada uno mira por sí mismo. Si hay que pisar cabezas, se pisan.
-Su hermano pequeño está en Milán. ¿Teme por él con el Gobierno de ultraderechistas y populistas?
-Desde que salió hasta que llegó estuve pendiente, pero estoy tranquilo porque si lo repatrían, perfecto. Yo soy el cabeza de familia. Si a mi hermano le va bien, somos más para ayudar a la familia; si no, no pasa nada.
-¿Para cuándo un 8-M por los inmigrantes?
-A unos amigos les dije que cuándo va a haber el Día del Negro. No existe. Me refiero al África negra. Nadie se ha preocupado de la indemnización a los negros por todo lo malo que nos han hecho en la historia. Y sigue así. No podemos tener un Día del Negro porque supondría darlo a entender a todos. Y eso no puede decirse.
-Pero hay Día del Migrante, del Refugiado...
-Y cuando vas te encuentras a lo autóctono, no hay refugiados. No hemos llegado a ese nivel. Los gobiernos africanos están puestos por gente para que sigamos sin poder levantar la mano. Celebramos nuestro día cada vez que nos levantamos y comemos.
Un divulgador de la realidad africana
Salió de Temanto, Senegal, para jugarse la vida durante más de tres años hasta que llegó a Ceuta, donde saltó la valla en 2005. Mahmud Traoré Bayo (13-4-1983), con la nacionalidad española desde 2013, divulga por escuelas y centros la realidad africana y los porqués que llevan a riadas humanas a atravesar desiertos y calamidades. Escribió Partir para contar con el francés Bruno Le Dantec y ha guionizado y protagonizado el documental Samba, un nombre borrado, a cuyo director, Mariano Agudo, conoce desde que arribó a Sevilla, igual que al realizador Alberto Rodríguez, para quien trabaja en labores de carpintería en la segunda temporada de La Peste. Sus hermanas lo regañan aún por echarse novias blancas, "pero no me perdonan que no me case ni tenga descendencia".
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