Rubén Amón | Periodista
"Admito mi propio cuñadismo"
Sabino Méndez | Músico y escritor
El final de los 70 y los 80 lo pillaron siendo un joven punk y rockero, un troglodita autor de los mejores himnos de Loquillo y su banda, un gamberro disfrutón de la vida a tumba abierta. Sabino Méndez (Barcelona, 1961) roza las 60 castañas y hoy es, digamos, un pureta formal. Músico, letrista, músico, escritor (Corre, rocker; Limusinas y Estrellas; Literatura universal, entre otros libros) se ha embarcado, ya de veterano, en la aventura de la Sociedad General de Autores. También es columnista en La Razón.
–¿Fueron tan buenos los ochenta de verdad? ¿No será que quienes tenían veintitantos entonces añoran su juventud?
–Añoro los 60 que viví en mi infancia, añoro los 70 que disfruté de adolescente y añoro los 80 que conocí como joven. En todos los casos, creo que lo que añoro es aquella próstata que no necesitaba urólogos. Si AstraZeneca inventa la próstata indestructible, quizá pueda añorar algún día los veinte de mi vejez.
–Su banda empezó llamándose Los Pintalabios y acabó siendo Los Trogloditas. En vez se refinarse se asilvestraron...
–Nos pusimos Los Pintalabios porque aspirábamos a que las muchachas nos acercaran hasta sus labios (superiores o inferiores, lo que fuera). Cuando lo conseguimos, a la vista de nuestro comportamiento, no quedó otra que reconocer la realidad y llamarnos Trogloditas.
–Quiero ser una rock’n’roll star y Yo para ser feliz quiero un camión. ¿Para tener éxito hoy tendría que haber compuesto Quiero ser un runner y Yo para ser feliz quiero una ensalada de quinoa?
–Como dijo el inmortal Charly Rexach: "Correr es de cobardes". Y todos esos que no comen carne porque quieren a los animales, ¿es acaso que odian a los vegetales? Porque los guisantes también son entes vivos y tendrán sus especiales sentimientos, digo yo.
–Conoce las dos caras de la droga, la inspiración y la adicción. ¿No cree que, en un momento dado, la hipocresía es más dañina para la salud pública que las anfetas?
–La hipocresía. Y el fariseísmo. Y la corrupción. Y el acoso. Y el matonismo. Y el abuso de poder. Y la violencia. Y la coacción. Y el no leer, si me apura. Todas esas cosas son más nocivas y además se lanzan hacia los demás, al revés que muchas sustancias que sólo las consume uno mismo y no las lanza por obligación a otros.
–Ha colaborado con Ciudadanos y con UPyD. ¿Es imposible que germine la tercera España o es que usted, en política, es gafe?
–No, es simplemente que el papel de bisagra es el más difícil de adoptar en la vida. Cuando haces de bisagra, cíclicamente la gente te abandona cuando no te necesita. Has de ser fuerte para no renunciar por soledad. Si no te pasa lo que a Rivera.
–Socialdemócrata confeso, dejó de votar al PSC porque sus dirigentes se habían vuelto nacionalistas. ¿Salvador Illa es lo mismo pero educado y con voz bajita?
–Salvador Illa es buena gente. Pero padece la clásica indulgencia del socialismo conservador catalán para con los que, desde familias bien, se saltan la ley. Es conciliador, pero si no ha sido capaz de ganarle a un germen, ¿cómo va a luchar contra el virus del nacionalismo?
–"Hay ideas estereotipadas falsas, como que el PP es una fábrica de independentistas". ¿Concluye por tanto que Rajoy lo hizo bien en Cataluña?
–No cometió grandes errores en una situación muy delicada. Y creo que eso debemos reconocérselo incluso los que no pensamos como él.
–¿Hay más ruido en esta política que en los conciertos punks de sus años mozos?
–Mucho más. Y además ahora los políticos quieren ser como Johnny Rotten.
–¿No vendría bien a nuestros dirigentes el consumo de opiáceos para relajarse y entenderse?
–Hombre, antes de eso tendrían que abandonar el consumo de sustancias lisérgicas que, a la vista de muchas de las surrealistas decisiones que toman, cabría sospechar que pudieran estar consumiéndolas en cantidades pantagruélicas.
–Un amigo cree que triunfaría un Masterchef de políticos, con pruebas de decisiones cronometradas, resolución de problemas con acuerdos conjuntos, modo dirigirse a los ciudadanos… para ver si en 20 años tenemos una generación potable de dirigentes.
–Propongo de título Masterchof para esa propuesta. Porque seguro que acabarían metiéndose en algún charco.
–Pensaba como joven punk que "envejecer tenía que ser un engorro". ¿Cómo se ve al borde de los 60 tacos?
–Pues hecho un engorro. Lamentablemente, tengo que dar la razón –por una vez– a mi yo más joven. Al menos en eso, la vi venir.
–Escribe en La Razón, ¿qué piropos le han caído en Cataluña por semejante desconsideración con los independentistas?
–Lo divertido de escribir en La Razón (aparte de que hay unos compañeros majísimos) es que, aunque pertenezcas al Soviet Supremo, para los supremacistas, a partir de ese momento, ya eres un facha. Y luego se van a leer el Ara, que es como La Razón pero en catalán y un poco menos democrático y plural.
–En la Santísima Trinidad de los Sabinos (Arana, Fernández Campo y Méndez), ¿quién es el Padre, quién el Hijo y quién el Espíritu Santo?
–Lo ignoro. Pero sí que sé que el peor escritor de todos ellos era Arana. Su prosa era infumable.
–Hablando sin coñas. ¿Con cuál de sus dos tocayos se habría tomado unos vinos? ¿Por qué?
–Siempre antes con Fernández Campo que con Arana. Detesto a los racistas. Maquetos matter.
–¿Vivimos hoy en una sociedad puritana, victoriana, censora... un peñazo, vaya?
–¿Y las risas que eso permite? Los mejores satíricos aparecen siempre en las épocas puritanas.
–Desde octubre es miembro de la directiva de la SGAE. ¿Le va la marcha?
–Mis amigos empiezan a preguntarse si soy el señor Lobo de Pulp Fiction. Siempre me llaman en los peores momentos de las cosas más odiadas pero necesarias, a ver si puedo arreglar algo (SGAE, Ciudadanos, Loquillo, el rock’n’roll...). La verdad es que estoy por dejarme bigote y comprarme un esmoquin, no vaya a ser que tengan razón.
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