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"Para construir cimientos hay que repetir lo de antes"

Rocío Márquez | Cantaora

Cada generación ha tenido que afrontar sus contradicciones. Hoy día la música se ve, no se escucha".

Rocío Máquez. / Javier Albiñana
Pablo Bujalance

16 de diciembre 2018 - 04:04

Aunque su carrera crecía con paso firme desde la Lámpara Minera de 2008, fue el lanzamiento en 2017 del disco Firmamento el que consagró a Rocío Márquez (Huelva, 1985) como una referencia esencial del flamenco contemporáneo. Su proyecto junto al violagambista Fahmi Alqhai, Diálogos de viejos y nuevos sones, quedó materializado en un nuevo álbum recientemente. Y el próximo marzo lanzará el siguiente, Visto en El Jueves, de nuevo entre la tradición y la vanguardia. Hace unos días dirigió un taller de cante en La Térmica, en Málaga.

-¿Es el cante flamenco una especie en extinción?

-¿Por qué debería serlo?

-Por la evolución social y cultural del mundo que alumbró el mismo cante.

-Eso me recuerda a cuando hace un siglo Demófilo dijo de Silverio que había acabado con la pureza del cante al profesionalizarlo, al llevarlo a los cafés cantantes y al someterlo a horarios y a cierta organización. Tanto tiempo después, sigue pasando lo mismo. Hay cosas del cante que desaparecen, es inevitable. Pero también ganamos otras. Lo que no podemos es estar quietos. La vida cambia y todos vamos a su compás. Hoy el flamenco está en la Universidad, y eso influye sin remedio a la hora de cantarlo.

-¿Esa influencia se da siempre para bien?

-El conocimiento es positivo en la medida en que abre la perspectiva. De entrada te diría que por lo general tenemos asociado el cante a una visión social y cultural muy cerrada, y que hay que ampliarla. Cuando Manuel Bohórquez escribió que yo era buena cantante, pero no cantaora, pensé: "Claro, es que tú todavía estás ahí. Para ti debo ser una especie de extraterrestre". Yo no puedo cantar como si hubiera pasado hambre. Canto como una mujer de 33 años que ha ido a la Universidad. Lo que no voy a hacer es dejar de ir a la Universidad, pero tampoco, desde luego, esconderme, ni ocultar la cabeza, ni pedir disculpas.

-¿Una sociedad más homogénea y cada vez menos rural no resulta entonces perjudicial para el cante?

-Es que no sé hasta qué punto la sociedad es tan homogénea. Yo vivo en un pueblo y puedo decirte que en muchos sentidos la vida es bastante diferente de como es en las ciudades. Y en una misma ciudad encuentras a menudo realidades socioculturales muy distintas. Pero a veces pecamos de cierto ombliguismo al pensar que el mundo es y ha sido siempre como el lugar en que vivimos. Por eso me parece importante que adoptemos una perspectiva histórica al hacer lo que hagamos.

-En su caso...

-A veces me critican por cantar el Romance a Córdoba, además con la misma letra de Pepe Marchena. Me dicen que cómo puedo hacer algo tan rancio. A mí el Romance me parece bellísimo, pero es que considero que para construir unos cimientos hay que repetir y volver a repetir lo que había antes hasta que eso mismo te conduce a donde quieres. Después de muchos años cantándolo, el Romance a Córdoba me condujo a otro romance con letra de Antonio Orihuela que habla del capitalismo, de los transgénicos y de otras cosas de este tiempo. Hoy canto los dos. Uno me llevó al otro. Pero eso necesita tiempo.

-Pero, ¿resulta razonable pedir tiempo ahora que todo va tan deprisa?

-Cada generación de músicos ha tenido que afrontar sus propias contradicciones. A la nuestra le ha tocado vivir una época en la que la música no se escucha, sino que se ve. Todo se resuelve a base de redes sociales y videoclips. Y a toda velocidad, como dices. Con estas cosas unas veces me siento la más puesta y otras la más torpe. Pero si quieres dedicarte a esto no te queda otra. Es lo que tiene el capitalismo salvaje que nos ha caído en suerte; hay que ajustarse a este ritmo de locos o te quedas fuera. Como en un episodio de Black Mirror.

-Sin embargo, el éxito de Diálogos de viejos y nuevos sones, su proyecto con Fahmi Alqhai, indica que tal vez queda alguien por ahí fuera que prefiera tomárselo con calma. No es música de consumo rápido.

-Yo distingo siempre entre el entretenimiento y el trabajo artístico. Lo que pasa es que a menudo se interpreta que lo que no busca un entretenimiento fácil es necesariamente aburrido, cuando desde luego no es así. Pero me parece fundamental distinguir una cosa de otra, aunque desde una posición artística resulte más difícil llegar al gran público. Una vez que optas por esto, es importante mantener la cabeza fría, no caer en la seducción fácil de la derrota. Precisamente, la acogida de Diálogos de viejos y nuevos sones nos ha demostrado que hay un público para este tipo de música, y hay que aferrarse a eso. Siempre digo que McDonald's seguirá triunfando, pero que no por eso va a dejar de haber bares de toda la vida.

-Llegados a este punto ¿qué puede contar del disco que lanzará en marzo?

-Que se titulará Visto en El Jueves.

-¿Por el mercadillo de la calle Feria, en Sevilla?

-Eso es. Durante un tiempo viví muy cerquita e iba siempre a los puestos de discos a comprar vinilos. Me hice con algunas joyitas. De repente me apeteció interpretar un repertorio con el material de aquellos discos a mi manera, y eso justo hemos hecho. Hay tanto cantes como canciones, aunque con una base muy flamenca, de guitarra y percusión, con Canito y con Agustín Llasera. Eso sí, hemos contado con Los Voluble y con Pedro G. Romero, que nos han dado su inspiración. Y también con Manuel León, que se ocupa de la parte artística. Voy hacia adelante y hacia atrás a la vez. Es lo mío.

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